14 de agosto de 2011

Cuerpo de Hombre, qué mal cuerpo


Es fácil el desánimo en un lugar como Béjar, donde la crisis global se recibió ya con bastantes años de experiencia en crisis local. Entre un paisanaje casi exhausto, sin esperanzas y, más que acobardado, decididamente envilecido, cualquier reivindicación precisa una ímproba multiplicación de esfuerzos. Es fácil que, al cobijo de la pasividad y el silencio, florezcan impunemente las vergüenzas y los males se disfracen de maldiciones, por más que el remedio esté en nuestras manos. Así ocurre con el Cuerpo de Hombre, nuestro río envenenado.
Este ingenuo jardinero que ahora les cuenta tuvo hace poco la ocurrencia de mitigar el calor remojándose la cara en el Cuerpo de Hombre, a su paso por el parque fluvial de La Aliseda. Vaya temeridad: todo el día con los ojos irritados. Qué arrastrará ese cauce sin un solo pez, a pesar de la siembra grotesca de carteles donde se proclama la pesca sin muerte, triste despropósito: cumplirían la misma función en un desierto. Precisamente en el mismo parque fluvial, junto a su entrada por la calle Gibraleón (poco más abajo de donde me di el remojón tóxico), dos tubos de desagüe emparejados -el más grande, recogiendo el sobrante de las aguas de El Bosque- se encargan de delatar acometidas ilegales con su intermitente vómito fecal. Son como escaparates de la infamia, bocas que llaman idiotas a los bejaranos. En otros puntos de la ciudad, los vertidos directos de aguas residuales al río ni tan siquiera muestran el recato de la intermitencia o la descatalogación; puros vaciaderos de mierda, constantes y reconocidos, que, con el plácet pasota o incompetente de técnicos y munícipes, simplemente no han sido enganchados al colector de la depuradora. Ésta es la segunda parte en semejante culebrón de estafa institucional, real y surrealista al mismo tiempo: qué menos que tener un río limpio cuando se paga una tasa por depuración de aguas. Este río, el Cuerpo de Hombre, un río antaño truchero, un río pródigo de pozas, pesqueras y parajes de belleza espectacular. Un río que, sano y bien acondicionado, no sólo aliviaría esa diáspora estival de bejaranos hacia piscinas naturales o artificiales de Salamanca, Ávila y Cáceres, sino que podría convertirse en destino óptimo de bañistas, pescadores y senderistas foráneos. Una fuente de riqueza, más allá de la proporcionada por unas centrales hidroeléctricas sobre cuyo uso y abuso, en el caso de las privadas, habría bastante que discutir.
Desde hace poco menos de veinte años, los principales gobernantes mundiales se llenan la boca hablando de desarrollo sostenible. Por un lado van las palabras; por otro, los hechos, tan insuficientes que se antojan meras coartadas; pero, cuando hasta ellos, los mismos sicarios de lujo de las multinacionales, admiten el problema, muy grave debe ser éste. ¿Qué ocurre? Que no es una opinión, sino una evidencia científica: día a día estamos destruyendo el mundo, fabricando la muerte del planeta, o sea la nuestra. Se trata de un problema global, un problema de todos, y no hace falta ser político, economista o ecólogo para admitirlo. A todos se nos tendría que caer la cara de vergüenza pensando en el legado que vamos a dejar a las generaciones futuras, gracias a nuestra mezquina filosofía del laissez faire, laissez passer. Debemos tomar partido, defender la vida frente a la muerte, intentar que nuestros hijos vivan en un mundo mejor.
Y podemos empezar por casa. No hace falta una lógica sofisticada para entender que un río envenenado no es algo bueno. Ni una sensibilidad especial para amar a nuestro río. Es la vida.

Gabriel Cusac

4 comentarios:

Jony dijo...

Gabriel, aunque no te lo creas un día ví miles de peces en el éste rio...
También ví muchas otra especies del medio acuatico tales como gambones , langostinos , palitos de merluza y bocas de mar ...
El camión que volcó iba llenito de productos alimentarios...
Por aquel entonces no teníamos móbiles para echar algunas fotos del evento, pero si tubimos la agilidad necesaría para la captura y transporte de semejante botín....
Jejejejee.. que niñez mas buena y cuantos momentos junto al río yo pasé...- siempre corriendo tras el balón por el cuerpo de hombre...
Por aquel entonces si que tenía mierda y gran olor....

Gabriel Cusac dijo...

También me acuerdo yo del camión volcado y su carga de congelados, esa especie de maná nacido de la tragedia que movilizó a medio Béjar. O de los camiones: ese al que te refieres y otro que cayó por el punte de Palomares. Había entonces más gente, más trabajo y más industria. Más vertidos, también. La peste del Cuerpo de Hombre subía hasta el 5º donde vivíamos, a veces el balón corría aguas abajo y los tintes pintaban el río de colores. No nos planteábamos siquiera que el río debería estar limpio. Pero hoy tenemos la ocasión; existe la depuradora, y pagamos unos impuestos por ello. A la vez, qué paradoja, pagamos unas multas periódicamente por los desagues "reconocidos" que vierten directamente al río. Parece el colmo de la estupidez. Pero quiero creer que algún día acabaremos con este absurdo; que, por ejemplo, cuando vuelvas al pueblo -perdón, digamos que a esta ciudad- puedas darte un chapuzón sin que se te caiga la piel a cachos.
Un abrazo, Jony.

Anónimo dijo...

El mismo dia 14 de agosto a la 11 y 21 de la mañana, también hice una foto de la cloaca; en definitiva, seguimos como entonces con un rio sin vida, pero, eso si, ahora lo podemos ver y oler desde bien cerquita.

Gabriel Cusac dijo...

Y cuánto más habría que decir, amigo anónimo, de este Cuerpo leproso: Puente Nueva convertida en un arenero, desechos industriales en varios puntos del río, minicentrales que lo dejan seco (aunque hoy por hoy, es cierto, resulta ridículo hablar de caudal ecológico), el cauce por La Aliseda, gracias a nuestro civismo, convertido en vertedero de botellas, bolsas y desperdicios y dudas, muchísimas dudas, sobre el funcionamiento de la depuradora (basta darse un paseo ribera abajo). Para colgarnos medallas, vamos.