9 de marzo de 2024

Retirado el cartelón del Puente de La Malena

Antes

Después


Ya. Por fin. 

Después de que, pasados más de 15 años, algún espabilado -no lo duden- encargase un cartel de dimensiones colosales para publicitar unas obras “de conservación de nuestro patrimonio histórico”, creando así la grosera paradoja, tan carpetovetónica, de plantar kilos de chatarra junto al Puente de La Malena, en uno de los tramos más impresionantes de la Vía de la Plata, precisamente para anunciar la restauración de la misma. Un tramo gozoso, donde la historia y el paisaje se maridan para provocar una punzada de privilegio en el caminante. Un tramo para el disfrute de cualquiera que no sea un cazurro (y lo digo pese a que, desde el taburete de bar a los escaños parlamentarios, este país parece dividirse morbosamente entre la militancia sanchopancista y el postureo cultureta).

Después de ingenuas apelaciones a la sensibilidad, siendo voz que clamaba en el desierto, ridículo autor de escritos fugaces, pobrecito hablador, tonto del culo.

Después de que en octubre de 2021 ya lo hubiera solicitado formalmente al Ayuntamiento de Puerto de Béjar, promotor de la obra, obteniendo la callada como respuesta. 

Después de que en agosto de 2023 volviese a intentarlo.

Después de que en octubre del mismo año, ante un nuevo episodio de silencio administrativo, recurriera al altavoz de la prensa y al amparo del Procurador del Común. 

Después de que resultara “acreditado que esta Administración [Ayuntamiento de Puerto de Béjar] está incumpliendo la obligación de auxiliar, con carácter preferente y urgente, al Procurador del Común en sus investigaciones…y está dificultando la labor encomendada a esta Institución”. 

Después de que asimismo se advirtiera de la “inclusión de ese Ayuntamiento en el Registro de Administraciones y Entidades no colaboradoras con el Procurador del Común y, en su momento, de persistir en su negativa de informar, se hará constar la falta de colaboración en el Informe Anual de las Cortes de Castilla y León”. 

Después de tan gallarda y dilatada exhibición de democracia municipal: el 8 de marzo de 2024, tras medio año largo de haberse registrado la (2ª) solicitud, el Ayuntamiento de Puerto de Béjar me comunica que ha retirado el cartelón del Puente de la Malena. 

Hoy, después de Dios y ayuda, después de todo, la Vía de la Plata es un poco más bella. 









                                                                                                                            Gabriel Cusac Sánchez

27 de octubre de 2023

NETANYAHU: VEINTE DÍAS DE VENGANZA CRIMINAL, artículo de José Muñoz Domínguez

 

Ubicación ideal del Estado de Israel

Hace veinte días que los fanáticos de Hamás sembraron el terror en territorio de Israel causando 1400 muertos y tomando más de 200 cautivos. Hace veinte días que la población palestina de Gaza sufre el éxodo y el exterminio –como en Auschwitz– por el azote del Gobierno sionista de Israel más el apoyo de gran parte de la población judía local y de la diáspora, de algunos países con la conciencia retrospectiva muy sucia y, como siempre, del amigo americano, adalid de la infamia.  

Veinte días de horror y masacre de inocentes a razón de centenares de víctimas por jornada (mucho peor que Putin en Ucrania y en la senda criminal de Stalin y de Hitler); veinte días de destrucción masiva en ciudades y arrabales, en campos de refugiados, hospitales, mezquitas; veinte días de reacciones desmedidas y tramposas, como provocar el éxodo desde el norte y bombardear también el sur; de negar las mínimas condiciones de asistencia y subsistencia a la población civil indefensa; de acorralar a quienes ya eran víctimas hasta su extinción por sed, por hambre, por enfermedad o por miedo insuperable.  

Veinte días ya, se dice pronto, matando moscas a cañonazos, como si un estado que se autoproclama democrático pudiera utilizar los mismos medios terroristas de su enemigo. Incluso si lleva décadas abusando de la población palestina y provocando reacciones descontroladas de quienes lo han perdido casi todo, Israel tiene derecho a defenderse de una agresión, pero no puede hacerlo fuera de los límites establecidos por el Derecho Internacional Humanitario, o habrá de ser considerado un estado terrorista y tratado como tal por una comunidad internacional que, hasta ahora, sólo ha demostrado indecisión, cinismo, doble rasero o directamente cobardía: el amigo americano y los tibios de la vieja Europa serán cómplices de este genocidio sobre la población palestina. Ya lo son de facto: a día de hoy, más de 5000 muertos sobre su conciencia.  

Israel desconoce la grandeza de la democracia e ignora deliberadamente el estado de derecho en favor del designio divino: sus gobernantes llevan ciscándose en el derecho internacional desde la abrupta creación de Israel como estado en 1947, algo que no se habría producido sin el impulso de las Naciones Unidas, ¡pero todavía se permiten la impudicia de incumplir una tras otra sus resoluciones o, recientemente, de recusar a su secretario general, António Guterres, por decirles a la cara algunas verdades! Aunque no pierden el tiempo: mientras se rasgan las vestiduras como fariseos en la ONU, siguen bombardeando ese campo de exterminio que es Gaza, uno de los lugares con mayor densidad de población del planeta, sólo para cobrarse la vida de un puñado de fanáticos. 

Imaginen que, en España, durante los años de plomo de la banda terrorista ETA, se hubiera decidido bombardear el territorio del País Vasco –tan vulnerable como la Franja de Gaza, aunque veinte veces más extenso– para descabezar esa organización y acabar con sus miembros y red de apoyo. Imaginen un nuevo desastre de Guernika en cada una de las ciudades donde pudiera anidar alguna célula de la banda y con el mismo resultado de aquel holocausto nazi de 1937 contra la población civil: miles de muertos, heridos y desplazados para la más desproporcionada victoria sobre una minoría terrorista, la sangre de miles de inocentes como medio para acabar con unas pocas decenas de extremistas. Sabemos que hubo intentos de actuar al margen de la Ley (aquella ignominia de los GAL) y no faltaron errores y represión, pero, en términos generales, el Estado intervino quirúrgicamente, mediante largas y pacientes investigaciones policiales hasta detener a la mayor parte de los responsables y llevarlos a juicio, sin apenas algún daño colateral, sin arrasar con la población entera. Aunque todavía queden centenares de casos pendientes de esclarecer, nada discurrirá por vías extrajudiciales porque, a diferencia de Israel, vivimos en un estado de derecho. ETA causó más de 850 muertos en 43 años de violencia armada, con miles de heridos y víctimas familiares que todavía reclaman memoria, justicia y reparación, pero el Estado español nunca actuó contra el terrorismo como lo hace ahora el Estado de Israel, demostrando así la inmensa distancia moral entre una verdadera democracia (imperfecta, manifiestamente mejorable) y un estado sionista y terrorista, vengativo, perverso hasta incurrir en crímenes iguales o peores que los provocados por el fanatismo de sus enemigos, indistinguibles ya de quienes fueron los verdugos de su pueblo en Sefarad, en la Rusia zarista y soviética, en la Alemania nazi.  

Las cifras más recientes que ofrece UNRWA son del 23 de octubre pasado, pero demuestran la desmesurada carnicería de Israel contra la población civil de Gaza, una masacre aún mayor a día de hoy: para acabar con unas pocas decenas de terroristas, el sionista Netanyahu y sus perros de la guerra han asesinado a 5087 personas (2055 eran niños), causado 15.273 heridos y 1,4 millones de desplazados que tampoco han conseguido librarse de las bombas ni de un asedio peor que en tiempos medievales. Con su versión amplificada de la Ley del Talión, el Estado de Israel se cobra ya casi cuatro muertos palestinos por cada judío asesinado el 7 de octubre, y no se detendrá la progresión hasta que la sangre desborde el cáliz, hasta que el Mar Muerto se confunda con el Rojo y cumplan la macabra promesa de sus nombres. Qué justos parecen ahora aquellos hebreos bíblicos que sólo exigían ojo por ojo, diente por diente. Qué resentidos carniceros, qué depravados impíos, qué antisemitas sanguinarios los desquiciados sionistas de hoy.  

Sólo tengo mi voz y mi libertad de expresión, así que, como Blas de Otero, “Pido la paz y la palabra” y quiero hacer uso de ella –públicamente, ingenuamente, desesperadamente– para solicitar del Estado español lo único que cabe hacer contra la indignidad criminal de Netanyahu y los suyos, pero también contra los responsables de Hamás y otras organizaciones terroristas implicadas en esta barbarie: iniciar las gestiones para declarar a Israel como estado terrorista y promover un procedimiento penal contra todos ellos por crímenes contra la Humanidad, de modo que sean llevados ante la Corte Penal Internacional (o ante un tribunal creado ad hoc), para que puedan ser procesados y, en su caso, condenados tras un juicio universal con garantías.  

 

José Muñoz Domínguez  

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20 de agosto de 2023

Apuntes sobre el Bejaraun, mítico bejarano

 


 

Bejaraun (dibujo de Lucía Cusac)

 

Numen autóctono, ficción identitaria local como el avicornio sanchezpasiano, el decanato de la Ancianita o la toma de la plaza al moro. Tiene semejanzas con Baxajaun, primo vasco: gigantesco, velloso y selvático, pero a su vez -utilizando la definición de Mircea Eliade- héroe civilizador, porque si Baxajaun consta como el primer herrero, a Bejaraun se le presume primer tejedor. El parecido no va más allá. En realidad, el salvaje de los bosques bejaranos es tan genuino que resulta a todas luces inconfundible. Ergo, viste sobre la tupida pelambre pañosa y pantalones de tergal, si bien ambas prendas tan capeadas que tienen el mismo color que la sotana del licenciado Cabra y no menos trizas volantes que el outfit del Rey de Amarillo. No hay rastro alguno de camisa, o calzado; tampoco de sombrero, aunque, a modo de aureola ecológica, siempre sobrevuela en torno a su cabeza un círculo de abejas zumbantes. Puede considerársele mítico decadente.

Le gusta empinarse a las mirandas y ensayar pose egregia, tipo El caminante sobre el mar de nubes, de Caspar David Friedrich. Se le ha visto sobre la cruz de la Peña de la Cruz, haciendo el pino junto al hito de Peña Negra, coronando apagadas chimeneas fabriles e incluso, díscolo, a horcajadas sobre el Cristo del Sagrado Corazón.

Al respecto, existen dos testimonios gráficos dudosos, como es de ley en asuntos legendarios. El primero es un dibujo a carboncillo en pliego común de papel Guarro Casas. Nuestro lar silvestre, pillado de perfil, contempla sus dominios desde el ya olvidado Mirador de los Gatos. Inclinado, en postura un poco forzada, apoya sus manazas en el barandal, que le llega a las rodillas, y la greña, colgando hasta la cintura, se confunde en los trazos con los pliegues de su capa astrosa. No hay mucho detalle del rostro, amén de lejano apenas visible entre las crenchas de melena y  barba, esta  a modo de Valle-Inclán zarrapastroso. El pie del dibujo no tiene desperdicio: Visto en octubre de 1949. Al lado, las iniciales del autor: E.M.G., y ya se ha especulado que suponen firma de un ilustre bejarano: Emilio Muñoz García. El dibujo, donado anónimamente a Sbq Solidario, será próximamente puesto a subasta por Luis Felipe Comendador (y en tres líneas se juntan dos grandes coterráneos).

El segundo credencial no es menos impresionante. Se trata de una fotografía, rarísima, tomada a fuscolusco desde la carretera de Aldeacipreste a la altura del Tranco del Diablo. No vemos más que una silueta sobre la bota satánica, pero esta silueta causa pavor. Un tanto informe, animalesca, aparece la figura de lo que en un primer momento podríamos asociar con una especie de simio desmesurado, pero la capa y la melena desplazadas en horizontal por el viento, que también agita una fronda visiblemente otoñal, y la postura en jarras del personaje parecen certificar una extravagante humanidad. Según Antonio Sánchez Sánchez, propietario de la foto y experto coleccionista del mundo de la imagen, la escena está captada al amanecer, ya que la luz proviene del este, y presenta el sepia característico de los primeros años del siglo XX. Desconoce la autoría de la foto, que encontró en un trastero al adquirir recientemente una propiedad en la calle Colón, pero apunta como soluciones racionales el posado de un actor o el artificio de un pelele al servicio de unas intenciones ocultas, acaso la confección ex profeso de una prueba que confirmara la existencia de Bejaraun. O sea el fraude (y a este apuntador le viene ahora el recuerdo de las hadas de Cottingley).

Nuestro querido Bejaraun, que apesta como una tenería y ríe con traqueteo y escándalo de telar industrial, avisa con un grito de los peligros, tal desprendimiento de rocas en la Vía Verde, caída de un árbol o que se acerca una piara de jabalíes. Es un “¡Toooooooooo!” gutural que deshoja castaños y robles cercanos, rompiendo como un trueno sobre el paisaje y poniendo los pelos de punta al paisanaje. Además de su faceta protectora también tiene un punto bromista, y lo mismo sopla en el cogote de los senderistas que pellizca el culo a los operarios municipales cuando esquilman el musgo de Los Navarejos para las fiestas del Corpus. Gusta especialmente de susurrarle a las mujeres, muy pegadito al oído: “Bejarana, no me llores”, y la bejarana –o no- bate el récord de salto de longitud sin tomar carrerilla. Empero, es difícil toparse frente a frente con Bejaraun. Como buen genio tutelar, es invisible a voluntad.

 

Gabriel Cusac