Poco antes de su 390 cumpleaños volví
a visitar a mis queridos monstruos de Talaván. En vísperas, por ende, de su
nocturna y gamberra celebración, su reencarnativo idus de marzo, cuando, según
la leyenda de los réprobos de Talaván
escapan del casillero para destrozar huertos y sembrados, atacar al ganado o
quebrar el caudal del Tajo, entre risas
de cacharros y gritos de metal, dibujando acrobacias aéreas… Mientras la
intimidad se derrama entre el hombre gato y la mujer con toca.
Me acompañaba un buen amigo, autor de
las excelentes fotografías que acompañan este texto. En el viaje diluvió a
ratos, pero el cielo, acaso por paradójica intercesión de los réprobos
talavaniegos, impuso una tregua que nos permitió ver la ermita del Santo Cristo
y acercarnos andando hasta otra ermita, la de Nuestra Señora del Río, blanca y
coqueta, asomada a las aguas como un fielato ribereño.
La maleza adueñándose del interior (J.C.Pérez Hernández) |
Como era de esperar, la maleza ha
vuelto a apoderarse de las ruinas, excepto en la zona réproba, la capilla mayor amparada por la cúpula prodigiosa.
Indefensos, a la intemperie, y en esta ocasión empapadísimos, el hombre gato y
la mujer con toca -o el soldado y una de las mujeres de la Pasión, como
fiablemente apuntó Samuel Rodríguez Carrero- sobreviven de milagro, aunque
bastante más difuminados que en mi última visita, hace ya dos años y pico. Qué
inmenso bien haría un mínimo tejadillo cubriéndolos; bastarían unas simples
láminas de metacrilato, de onduline
siquiera, fijadas entre el lienzo norte y el primer arco diafragmático (donde
se alojan sendos medallones), no más de tres metros cuadrados. Un presupuesto
miserable, una obra sencillísima que bien podría emprender el ayuntamiento de
Talaván, propietario de la finca.
El hombre gato (J.C. Pérez Hernández) |
Y aunque este pobre tontorrón que
escribe vuelve a fantasear, no deja de ilusionarse pensando en otra cubierta sobre
el propio tejado de la cúpula -sin un plan de actuación integral no creo que
sea conveniente cambiar una sola teja; el peligro de derrumbe es obvio- y en un
nuevo desbroce de maleza, como el acometido en 2013. También sería estupendo
columbrar que, a la deriva de este año pre-electoral, los responsables que
pueblan las instituciones públicas -Ayuntamiento, Diputación de Cáceres, Junta
de Extremadura- sintieran un espontáneo -o no- ramalazo de conciencia, y
cualquier día surgiera este titular: Comienzan
las obras de rehabilitación de la ermita del Santo Cristo de Talaván. Pero
los sueños, sueños son.
Queridos réprobos (J.C. Pérez Hernández) |
A mí me parece que los réprobos
sonríen. A pesar de sus fauces vampíricas, de sus ojos locos: veo una ferocidad
simulada, un guiño cómplice. El corro infernal, después de casi cuatrocientos
años, solo ha sufrido una baja, y los veinte supervivientes se ciernen sobre el
intruso como una bandada alienígena. Sentí, al verlos de nuevo, una impresión
contradictoria. En negativo, la pena irreprimible por su estado de deterioro;
en positivo, el consuelo de comprobar que, a pesar del paso del tiempo y de los
castigos meteorológicos, siguen ocupando sus puestos. Abandono la ermita con un
estremecimiento, casi queriéndome olvidar de ellos. O de su agonía. Quimérico
lenitivo: los réprobos talavaniegos aletearán siempre en mi corazón.
La ermita de la Virgen del Río, la
fuente de la Breña y sus lavaderos o la Plaza Mayor de Talaván ofrecen al
visitante una impresión de pulcritud y amor propio. De pueblo querido por sus
gentes. Pero, incomprensiblemente, el abandono de la ermita del Santo Cristo no
parece suponer, salvo destacadas excepciones, un estigma vergonzante para los
talavaniegos, a quienes correspondería enarbolar la bandera de la
rehabilitación de la ermita del Santo Cristo. La inscripción que, entre
boceles, recorre la cúpula a modo de friso se inspira en un pasaje de Isaías.
Permítanme jugar con otras palabras del profeta:
No tenía brillo ni belleza para que
se fijaran en ella,
y su apariencia no era como para
cautivarles.
Despreciada por los talavaniegos y
marginada,
ermita ruinosa y familiarizada con
el sufrimiento,
semejante a aquéllos a los que se
les vuelve la cara,
no contaba para nada y no han hecho
caso de ella.
Una semana antes de la excursión a Talaván pude visitar otra ermita
cacereña, la de San Jorge, junto a la torre hueca de los Mogollones. Otro
desastre. Pero qué coño les pasa a estas gentes de Patrimonio.
Gabriel
Cusac
ResponderEliminarUna lástima. Y una dejadez imperdonable, porque la mera uralita que sugieres y en la que cualquiera piensa sería muy barata al menos para evitar daños peores. Al final habrá que sacarles los colores a la cara. Con la pluma. ¿No dicen que es más poderosa que la espada?
Me ha gustado, Cusac. Buen artículo. Si me das permiso,me gustaría compartirlo.
No te doy permiso por compartirlo, Guille, te doy la gracias; sé que también te duele el incomprensible abandono de esta ermita heterodoxa y única, que debemos entender patrimonio de todos. Un saludo.
ResponderEliminarYa te vale, desde agosto, que quitaras al viejo llorón deprimente que nos ha recibido todas las veces que hemos entrado a ver.
ResponderEliminarPues no ha tenido que llover, ni nevar, para que te dignaras acariciar el teclado.
Al menos ha sido para denunciar una desidia mayor.
No pares.
Mérito de los réprobos, Juan. Ya veremos hasta dónde llega mi resurrección.
ResponderEliminar