7 de abril de 2020

El ángel caído, William Hjortsberg

Fantasía sobre Fausto, Mariano Fortuny (imagen tomada de contrapicado.net)


En mi caso, descubrí la versión cinematográfica antes que la novela. El corazón del Ángel, guionizada y dirigida por Alan Parker en 1987, con Robert de Niro, Mickey Rourke (cuando su rostro aún era humano) y Lisa Bonet en los principales papeles, no tuvo una gran acogida. Las críticas son enfrentadas; bodrio para algunos, película de culto para otros. Yo estoy entre los otros, y en su momento El corazón del ángel fue el acicate que me empujó a descubrir la obra matriz, El ángel caído, publicada nueve años antes. Bendita la hora. Porque este hallazgo no fue menos dichoso.
Las diferencias entre filme y novela son notables; la historia original sufre sustanciales modificaciones en la adaptación de Alan Parker. El cambio de ambientación, para empezar. Mientras que El ángel caído resulta poco menos que un homenaje a la geografía urbana de Nueva York, Parker decide trasladar la acción a Luisiana, posiblemente entendiendo que, a nivel cinematográfico, el exotismo misterioso de Nueva Orleans sería un elemento de vistosidad añadido. No entraré a detallar otras censuras y adulteraciones de calado; estos apuntes son literarios y lo que de verdad me interesa es comentar el relato de Hjortsberg; baste decir que, en mi opinión, la novela supera con creces a una película ya de por sí magnífica. Vayamos, pues, a El ángel caído.
Harold Angel, el protagonista, se presenta como un vástago descarado del típico detective de la novela negra estadounidense de los años 30: un tipo duro, cínico y solitario, no especialmente amigo de la bofia, a lo Sam Spade o Philip Marlowe. Además, como este último, es el personaje/narrador; el uso de la primera persona dinamiza con solvencia el relato y consigue la complicidad del lector. Siguiendo los cánones, la narrativa es ágil -en realidad, mucho más ágil que la de Hammett o Chandler-, económica, eficaz; se salpimenta de humor, de ironía y de alguna que otra metáfora ingeniosa, pero las florituras estilísticas quedan relegadas en favor de un suspense in crescendo; hemos montado en un bólido que coge velocidad a medida que pasamos las páginas. Y, sin embargo, El ángel caído, aunque utilice sus reglas y estereotipos, no es puramente una novela negra, porque el trance detectivesco no sirve como soporte para denunciar una sociedad podrida donde salen a la luz las corruptelas del poder. Tampoco es meramente policíaca, porque la lógica queda derrotada en favor del elemento sobrenatural. Y tampoco Harold Angel pertenece a la por lo común desafortunada estirpe de los “detectives psíquicos”, a la zaga del John Silence de Blackwood o del Thomas Carnacki de Hope Hodgson. El ángel caído, abriendo camino, trasciende todos estos géneros y los fusiona con el terror, fórmula multiplicada en la narrativa y el cine actuales, como todos sabemos, pero bastante desigual en sus resultados.
New York, 1959. Harold Angel, investigador privado, recibe el encargo de localizar a Jonathan Liebling, más conocido por su nombre artístico, Johnny Favorite. Favorite fue un cantante de jazz de breve pero fulgurante carrera cuya pista se pierde, hace años, tras su ingreso en una clínica de Poughkeepsie, pequeña ciudad no muy alejada de la gran manzana. Es el inicio de una aventura maldita. Las pesquisas de Harold Angel van dejando un reguero de sangre, porque todos sus contactados acaban siendo víctimas de un asesino implacable. En paralelo, nuestro detective va descubriendo facetas desconcertantes de su cliente, Louis Cyphre, un excéntrico millonario francés, y la profunda relación de Favorite con el satanismo y el vudú, de cuyos cultos Angel será testigo.

Me fui escurriendo por entre los árboles para espiarlos desde más cerca. Alguien tocaba un caramillo. Sus modulaciones agudas, sibilantes, perforaban la noche por encima del repique disonante de las castañuelas de hierro. Los tambores gruñían, quejumbrosos, con un ritmo persistente como una fiebre, delirante, hipnótico. Una mujer cayó al suelo y se retorció como una serpiente, sacando y ocultando la lengua con una rapidez ofídica.
El vestido blanco de Epiphany se adhería a su cuerpo húmedo, joven. Metió la mano en una cesta de mimbre y extrajo un gallo con las patas atadas. El ave mantenía la cabeza orgullosamente erguida, con la cresta de color rojo sangre muy vívida a la luz de las velas. Epiphany se restregó los pechos con el plumaje blanco mientras bailaba. Ondulando entre la concurrencia, acarició uno a uno a todos los asistentes. Un agudo cacareo silenció los tambores.
Epiphany danzó garbosamente hasta el hoyo circular y cortó la yugular del gallo con un diestro navajazo. La sangre se derramó dentro del agujero oscuro. El cacareo del gallo se trocó en un chillido gorgoteante. Aleteó frenéticamente y murió. Los bailarines gimieron.
Epiphany depositó el ave desangrada en el hoyo, donde se convulsionó y brincó, con las patas atadas recorridas por espasmos simultáneos, hasta que las alas se desplegaron para un último estremecimiento y después volvieron a contraerse lentamente. Los bailarines se adelantaron, uno por uno, meciéndose, y dejaron caer sus ofrendas dentro del hoyo. Monedas sueltas, puñados de maíz seco, galletas diversas, caramelos y fruta. Una mujer vació una botella de Coca-Cola sobre el gallo muerto.

La sacerdotisa Epiphany, hija de Favorite, se convertirá en amante de Harry Angel. El desenlace de la novela desvela esta relación como la última vuelta de tuerca del horror.
La profusión de guiños sobre lo diabólico, presente desde los primeros párrafos, es acaso la tara mínima achacable a la obra maestra de William Hjortsberg. Por lo demás, El ángel caído, junto a El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte, son mis recreaciones favoritas del mito de Fausto. Y lustran mi biblioteca en un puesto de honor.
Los libros son pájaros que nos prestan sus alas. En estos tiempos del nuevo cólera, amémoslos, dejémonos envolver en su caliente plumaje de papel y sueños. Ellos también nos protegen.

Gabriel Cusac







No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seras respondido en breve