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Dani, Lucía:
No os dije nada del banco solitario. Lo veremos, lo volveremos a ver, este verano, en el merendero de las figuras sin cabeza. Está apartado del resto de los bancos y las mesas de piedra, está incluso escondido, en una hondonada del terreno. Y tampoco busca la sombra de los grandes castaños, rodeándose de unos arbolitos que, al lado de ellos, parecen raquíticos. Tiene un poco de caída, su nivel no es exacto; hasta en eso resulta diferente.
Desde el banco solitario no se ven las figuras, los duendes y los animales decapitados por algún verdugo idiota. Ni la fuente, ni el refugio. Cuando la gente del pueblo haga alguna fiesta en el merendero, la fiesta no se verá desde el banco solitario; hasta la música y las voces se escucharán menos. Porque, acurrucado en su hondonada, como un pájaro en su nido, el banco solitario sólo mira a sus arbolitos guardianes y al cielo.
Y, sin embargo, no es un banco absurdo. Quien lo puso allí sabía lo que estaba haciendo.
Muchas veces, en la vida, las personas necesitan un banco solitario. Esto es algo que entenderéis muy bien cuando pasen algunos años.
Cuando volvamos al merendero de las figuras sin cabeza os pediré que busquéis el banco solitario. Al encontrarlo, quizá os apetezca estar un rato allí sin mamá y papá, escondidos, acurrucados, compartiendo un secreto, unas golosinas o nada más que el silencio.
No os dije nada del banco solitario. Lo veremos, lo volveremos a ver, este verano, en el merendero de las figuras sin cabeza. Está apartado del resto de los bancos y las mesas de piedra, está incluso escondido, en una hondonada del terreno. Y tampoco busca la sombra de los grandes castaños, rodeándose de unos arbolitos que, al lado de ellos, parecen raquíticos. Tiene un poco de caída, su nivel no es exacto; hasta en eso resulta diferente.
Desde el banco solitario no se ven las figuras, los duendes y los animales decapitados por algún verdugo idiota. Ni la fuente, ni el refugio. Cuando la gente del pueblo haga alguna fiesta en el merendero, la fiesta no se verá desde el banco solitario; hasta la música y las voces se escucharán menos. Porque, acurrucado en su hondonada, como un pájaro en su nido, el banco solitario sólo mira a sus arbolitos guardianes y al cielo.
Y, sin embargo, no es un banco absurdo. Quien lo puso allí sabía lo que estaba haciendo.
Muchas veces, en la vida, las personas necesitan un banco solitario. Esto es algo que entenderéis muy bien cuando pasen algunos años.
Cuando volvamos al merendero de las figuras sin cabeza os pediré que busquéis el banco solitario. Al encontrarlo, quizá os apetezca estar un rato allí sin mamá y papá, escondidos, acurrucados, compartiendo un secreto, unas golosinas o nada más que el silencio.
Gabriel Cusac
me parece que sugerir silencio a Dani y a Lucia es pedir demasiado jajajja,esta vez ha salido uno de los Gabriel que llevas dentro que más me gusta,yo tambien quiero conocer ese banco
ResponderEliminarEstos días, me hubiera venido bien ese banco.
ResponderEliminarUn gustazo leerte de nuevo, tío loko!!!
Besazos a repartir!!!
Sí, es verdad, Lola, pedir silencio a esta pareja es como pedir la luna.
ResponderEliminarSilvia: corremos el peligro de hacer famoso el banco. Y ya no sería solitario. Ánimo en todo caso, y un beso.