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Hola Lucía. Hola, Dani.
Sabéis que me gustan las cosas antiguas. Hace poco mamá y yo estuvimos visitando una ermita. Las ermitas, Lucía, son iglesias pequeñas que normalmente están en el campo, apartadas de los pueblos. Y una iglesia ya sabes lo que es, eso que tú llamas "la casa de los cocos", un sitio lleno de estatuas que dan miedo. A veces las ermitas tienen al lado una pequeña plaza de toros; otro día, cuando seas más mayor, te explicaré por qué en muchas ermitas se junta la sangre de mentira de las estatuas con la sangre de verdad de los toros.
La ermita que fuimos a ver mamá y yo era así, con una plaza de toros al lado. Una plaza toda hecha de piedras grandes, y cuadrada, no redonda. Allí nos esperaba una sorpresa. Una sorpresa desagradable. Porque en los toriles, que es el sitio donde guardan los toros antes de sacarlos a la plaza, vimos lo que vosotros veis ahora en las fotos de arriba; ropas, mantas, una cartera, un bolsito y un payaso de peluche. Las fotos nos hacen pensar. No sabemos por qué quienes han dormido allí dejaron todo abandonado: quizá huían de algo, quizá volvieran a dormir esa misma noche. No sabemos quiénes eran, ni siquiera cuántos. Pero las fotos sí nos cuentan que hay personas sin un techo que les cobije. Personas sin hogar, niños sin hogar. Imaginad por un momento que nosotros estuviéramos en esa situación. Es difícil, ¿verdad? Nos cuesta imaginar una vida sin la casa, y sin todas las cosas que hay dentro de la casa. ¿Cómo haríamos la comida, sin cocina? ¿Cómo nos lavaríamos, sin grifos de agua? ¿Cómo dormiríamos, sin camas? ¿Cómo nos calentaríamos, sin calefacción? El niño o la niña que ha dejado el payaso de peluche, además, no va a la escuela. Seguramente, ni tan siquiera tenga amigos con quien jugar. Todo es muy triste.
A medida que vayáis creciendo, veréis que el mundo es un lugar injusto, lleno de desigualdades. Miles y miles de personas, la mayoría niños, mueren cada día de hambre, o por no tener medicinas. Contad cinco segundos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Ya ha muerto un niño en el mundo, solo por causa del hambre. Mientras, otras personas poseen inmensas fortunas. Dicen que sería suficiente el dinero de los diez hombres más ricos del mundo para solucionar el problema del hambre.
Son tristes las fotos. Aunque la realidad es mucho más triste. Hay niños que no tienen muñecos de peluche. Pero lo peor es que ni tan siquiera tienen agua, comida, medicinas. Y mueren.
Solamente quiero que penséis en ello.
La ermita que fuimos a ver mamá y yo era así, con una plaza de toros al lado. Una plaza toda hecha de piedras grandes, y cuadrada, no redonda. Allí nos esperaba una sorpresa. Una sorpresa desagradable. Porque en los toriles, que es el sitio donde guardan los toros antes de sacarlos a la plaza, vimos lo que vosotros veis ahora en las fotos de arriba; ropas, mantas, una cartera, un bolsito y un payaso de peluche. Las fotos nos hacen pensar. No sabemos por qué quienes han dormido allí dejaron todo abandonado: quizá huían de algo, quizá volvieran a dormir esa misma noche. No sabemos quiénes eran, ni siquiera cuántos. Pero las fotos sí nos cuentan que hay personas sin un techo que les cobije. Personas sin hogar, niños sin hogar. Imaginad por un momento que nosotros estuviéramos en esa situación. Es difícil, ¿verdad? Nos cuesta imaginar una vida sin la casa, y sin todas las cosas que hay dentro de la casa. ¿Cómo haríamos la comida, sin cocina? ¿Cómo nos lavaríamos, sin grifos de agua? ¿Cómo dormiríamos, sin camas? ¿Cómo nos calentaríamos, sin calefacción? El niño o la niña que ha dejado el payaso de peluche, además, no va a la escuela. Seguramente, ni tan siquiera tenga amigos con quien jugar. Todo es muy triste.
A medida que vayáis creciendo, veréis que el mundo es un lugar injusto, lleno de desigualdades. Miles y miles de personas, la mayoría niños, mueren cada día de hambre, o por no tener medicinas. Contad cinco segundos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Ya ha muerto un niño en el mundo, solo por causa del hambre. Mientras, otras personas poseen inmensas fortunas. Dicen que sería suficiente el dinero de los diez hombres más ricos del mundo para solucionar el problema del hambre.
Son tristes las fotos. Aunque la realidad es mucho más triste. Hay niños que no tienen muñecos de peluche. Pero lo peor es que ni tan siquiera tienen agua, comida, medicinas. Y mueren.
Solamente quiero que penséis en ello.
Gabriel Cusac
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