10 de mayo de 2015

El fantasma orante de la fábrica de García y Cascón, texto de Carmen Cascón Matas



Fantasma orante en la Iglesia de San Nicolás (Arundel, Inglaterra)



Dentro de ese afortunado término creado por Miguel de Unamuno, la intrahistoria, hay sucesos más o menos tabuados que pasan de puntillas por la realidad. Sin entrar a valorar las causas del tabú -que pueden ser varias, desde los miedos atávicos a la manipulación ideológica-, debemos reconocer cierta autocensura, por ejemplo, en la confesión de las experiencias paranormales. Esto en nuestros días parece muy relacionado con una superstición cultural en boga: aquella que pretende falso todo lo que no pueda demostrarse empíricamente. Pero resulta fatigoso entrar en este debate; no me mueve, además, ningún afán apostólico.
Quien quiera, que pase y vea. Para aquellos outsiders creyentes en lo sobrenatural, o para los simples curiosos, se abre aquí la galería fantasmagórica bejarana. La inaugura Carmen Cascón Matas, nuestra infatigable historiadora, con un escalofriante relato literario inspirado en un testimonio real. Ella misma lo explica a la postre. Si todo sale bien, hay otros dos espectros bejaranos haciendo cola para aparecer -o reaparecer- después en este espacio heterodoxo. Nuestra galería está abierta a la participación de quienes quieran aportar el caso del que tengan conocimiento. Pueden hacerlo con firma nominal, seudónimo o anónimamente, porque se comprende que este tipo de crónicas, en la estrechez de la ciudad estrecha, son asunto delicado. Pueden ocultar la identidad del fantasma, y de quienes lo han visto. Pueden hacerlo con ornato literario, o en crudo. Pueden incluso presentarse ectoplásmicamente a este humilde apuntador.
Es cierto que tan relajadas bases abren camino franco a la invención. Qué le vamos a hacer. En otros lares, por ejemplo, se habla de concepciones inmaculadas, misterios trinitarios, transubstanciaciones y cielos o infiernos eternos, y tampoco la religión está tan mal considerada.
De momento, entra en escena el fantasma orante de la fábrica de García y Cascón.
Gracias, Carmen: eres un encanto.


El fantasma orante de la fábrica de García y Cascón

           

            Escuché pasos a mi espalda. No me atreví a moverme. La oscuridad envolvía la capilla en una densa niebla, pesada y profunda. El olor de la lana llenaba mi pituitaria. Me invadió el pánico. Estaba solo… ¿o no? El sonido no era físico. No era real. Resonaba en mi cabeza. Y en las paredes. Retumbaba quedamente. Como si el que se pasease llevase unos zapatos de tacón silenciados con algodones. No me atreví a moverme. La visita a la vieja fábrica abandonada acababa allí. El sol se había escondido. La hondura de la falla donde se encajaba el río no daba para más. Sentí frío. No me atreví a moverme. Miraba sin ver la silueta de la mesa del altar. Los bancos rodeaban mi desconcierto. El esplendor ajado caía en jirones de podredumbre. Y seguían los pasos. No me atreví a moverme. Pac, pac, pac.
            Y la vi. Vi pasar junto a mí una silueta de humo. Blanca, dejaba a su paso rastros deshilachados de niebla. Un sudor frío me empapó. Mis músculos no respondían. Sentí pánico. Un pánico cerval, animal, me invadió. Y no podía moverme. Pac, pac, pac. El sonido rebotaba en mi mente. El vaho de mi respiración se tornó blanco. La figura voló sinuosa por el pasillo. Lenta, con parsimonia. Volaba y sin embargo se oían sus pasos. Pac, pac, pac. Y paró. Se detuvo y se tornó más nítida. Como si se condensara. Una anciana. Sí, eso parecía. Quería cerrar los ojos y no podía. La figura me repelía y a la vez ejercía una presión sobre mí. Silencio. Oscuridad. Y entonces se volvió pequeñita. Pequeñita e inmóvil. Se escuchó un bisbiseo. Una letanía cadenciosa. Rezaba.
            Y entonces desapareció y yo con ella.

            Hace muchos años, cuando yo era sólo una niña, mi tío narró a mi padre en la rutina de un paseo por la calle, la historia de un amigo suyo que había visitado hacía un tiempo la fábrica abandonada de García y Cascón. Y lo que parecía un relato interesante por lo que pudo ver en ese edificio donde tantos bejaranos se habían dejado la piel trabajando día a día, se tornó en estupor por mi parte –diría que auténtico miedo- cuando la conversación derivó hacia temas paranormales. En su capilla, decía, vio aparecerse al fantasma de la mujer de don Leandro Cascón, el dueño y constructor de la fábrica. Muy pía y religiosa en vida, parecía seguir la pauta cotidiana después de la muerte, pues su espíritu se dirige todos los días ante el altar a rezar arrodillada por los vivos y los muertos. 





Gabriel Cusac

4 comentarios:

  1. Enhorabuena a Carmen por el relato me ha tenido en vilo y da miedo. Gabriel una gran idea la de abrir una cadena de relatos, espero que sean muchos mas.

    Abrazos para ambos.

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  2. Hasta a mí me daba miedo cuando lo estaba escribiendo... Salió solo, en una tarde solitaria en el museo. ¿Me lo inspiraría alguno de los fantasmas que pululan por el convento?
    Gracias por implicarnos en estas ideas tuyas tan sugerentes, Gabriel.
    Un beso

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  3. Gracias a ti por abrir camino a estas crónicas sobrenaturales. Esperemos que esos dos fantasmas a la cola de los que hablo puedan reaparecer; todo depende del compromiso de terceras personas. Y si alguien más decide apuntarse, mejor.
    Un nebuloso besote.

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