In icto oculi, Juan de Valdés Leal |
Llegará el día en que ese espejo de
bondad, ese hombre que se echa miguitas de pan en la coronilla para que coman
las palomas, doble la servilleta. Entonces sus paisanos de adopción se darán
verdadera cuenta de la inestimable pérdida que ha sufrido el mundo en general -pero,
sobre todo, Béjar- y recapacitarán sobre la monumental dimensión humana y
literaria del recién partido, exculpándole de sus terribles cogorzas de
mocedad, de sus no menos escandalosas querencias antisistema, de sus escritos
corrosivos, de la portada iconoclasta de los Cuentos desquiciados y, sobre todo, de su periplo funcionarial en
el consistorio de la localidad. Una multitud afligida colapsará las calles de la ciudad estrecha, y algunos camaradas
achacosos y ya medio zumbados emularán los
honores fúnebres de la prostituta Marieta, arrasando los jardines públicos
para llenar de flores la tumba de Cusac, cuya lápida, según disposición
testamentaria premeditada, lucirá tres franjas heterodoxas: roja, amarilla y
morada. Añádase a este hermoso cuadro que algún concejal preclaro (con bastante
probabilidad, el más reaccionario de toda la turba cabildante) lanzará la idea
de bautizar una calle del polígono industrial con el nombre del interfecto, y
su propuesta será aprobada por unanimidad. ¡Ay, amigos, qué cosa más bonita
puede ser espicharla! ¡Créanme si les digo que en estos momentos me siento
enternecido! ¡Mis lágrimas de Magdalena, de Santa Nitouche, de seminarista
pajero, limpian, por fin, el polvo acumulado entre las teclas!
Todo esto, claro está, si el
susodicho no se ha ido a vivir a la vecina villa de Hervás, como tiene
pergeñado. O si no ha donado su cuerpo a la ciencia de Burkina Faso, porque es
un hombre imprevisible. En todo caso, como siempre hay un enjambre de
oportunistas esperando que algún personaje eminente o seudoeminente las palme,
bien sea para elaborar una necrológica gloriosa, que luce mucho, bien para
comenzar una biografía, una tesis o cualquier otro producto que dignifique y realce en su justo valor… (y toda esa polla; ya saben que, en
humanidades, lo único que importa es encontrar un tema virgen) la figura del
fiambre, estas notas van encaminadas a facilitar la labor de los estudiosos y,
sobre todo, de los apologistas del prolífico autor linense (pero sumido en la
ciudad de las cinco abejas desde chinorri), aquí en su faceta de personaje
imaginario. Porque una persona también es lo que fabula y lo que de él se ha
fabulado.
Cucucuento de Navidad, Luis Felipe Comendador, 1997.
Según este primer documento, un Cusac
yonqui y errático sufrió el advenimiento del mismísimo Espíritu de la Navidad,
encarnado en un espantajo flaco, corito y con mirada en arrobo, a lo Greco. La
guía bienhechora -o, más bien, perversa- del Espíritu de la Navidad conduce al
insigne polígrafo bejarano (de adopción) hacia un futuro triunfal sin rebasar
los imperiales confines de la ciudad
estrecha:
“Y
siguió dándole a la coca y al jaco y hasta se aficionó al pegamento Imedio y al
esmalte de uñas. Y escribió un libro extraordinario que nunca jamás vio la luz
pero que, dividido en pequeños cuentos, le hizo valedor de 33 certámenes
literarios del Casino Obrero, 15 Certámenes para jóvenes sobre cuentos de
Navidad, 3 convocatorias del Consejo de la Juventud y la Flor Natural Mateo
Hernández”.
La guasa viene porque Cusac, adalid
de las letras local, de momento acumula 15 premios casineros y 4 certámenes de
cuentos navideños. Lo demás es hipérbole.
Plomizo fin de semana de agosto, J. Francisco Fabián García, 2012.
En esta
crónica, que resultaría inverosímil de no ser por la autoridad de su firma, el
reputado intelectual y arqueólogo valdesangileño Francisco Fabián detalla la
expedición organizada por el ayuntamiento de Béjar en busca de los restos del
avicornio, quimera de la mitología local, ave tan cierta como la toma de la
plaza al moro por los Hombres de Musgo
o el decanato mundial de la Ancianita.
Como funcionario municipal, nuestro personaje participa en la verniana empresa,
aunque con un aprovechamiento muy distinto a los objetivos de la misma.
Inopinadamente encontrará la inspiración en los desolados páramos de La
Covatilla, y, con permiso de quien en la ocasión es su superior directo (el
propio Fabián), abandona el pico y la pala para entregarse a sus musas,
trascendentales en este caso (y sin que sirviera de precedente): “Recogí
mis cosas, fui donde Gabriel Cusac a despedirme, que por cierto en vez de
villancico había escrito un libro en aquel rato que ponía patas arriba toda la
concepción orgánica del universo regido por un Dios omnipresente y salvador, y
me puse en camino”.
Historia
de dos ciudades, José Whell (seudónimo), 2014
Que no es la
homónima contada por un tal Dickens -así como tampoco conocemos al venerable epistemiólogo
que se oculta tras el seudónimo José
Whell-, aunque se trata igualmente de una historia épica, donde las tropas
de Gibraltá acuden en auxilio de la
villa de Bejaleón, sitiada por las
tropas isabelinas del general Nanetti. Son los tiempos revolucionarios de 1868.
Gabriel Cusac, aquí polaco y Kusack (léase Gábriel Qiusac), es el artífice de
una estratagema que ayudará a las huestes gibralteñas a romper el cerco
borbónico:
“De todos modos, [José Fronsky, jefe de la sublevación
bejaleonesa] había enviado a Montemenor un hombre de su confianza que dirigiese
los pasos de los llanitos, si es que conseguía contactar con ellos. Se trataba
de un tal Gabriel Kusack (léase Gábriel Qiusac), un compatriota y
correligionario, exiliado como él. Lo había despachado sumariamente hacia la
misión, sin muchas explicaciones. Tuvo que buscarse la vida y salir de la
ciudad sitiada reptando en la noche, bajando por la Cuesta de los Perros hasta
alcanzar la ribera del Huerpo de Combre. Aquel enviado fue decisivo en esta
hora.
Kusack, antropólogo vocacional, recordaba lo leído por
extenso, en el pasado, sobre costumbres europeas relacionadas con la local de
los hombres de musgo: hombres del bosque, basajaunak, musgosus, gigantes y
mouros, wild men. Recordaba también todo lo reflexionado entonces, por cuenta
propia, acerca de la variada y extensa parentela salvaje. El folklore céltico
fue, como se verá, la salvación de todos: para que luego digan que leer no
sirve de nada.
Kusack contó a Searle lo que su mente maquinaba, y al
gibralteño, que la cogió al vuelo, se le iluminaron a la vez el alma y su
espejo:
-Oh, yes. It will be like in the old wars.
-Exactly, Major. Camouflage to approach.
Tras la orden oportuna, todo ser con dos manos y un
cuchillo o una bayoneta, se puso a cortar por los alrededores. En pocas horas
se cubrieron las embarcaciones con ramas flexibles de fresno sobre las que se
entrelazaban las ramitas, las hojas, la hiedra y la hierba, como en una especie
de sanjuanito guerrillero. Los hombres cubrían sus uniformes y sus cabezas con
el musgo despegado de rocas y paredes. Lo sostenían encima como podían, con
barro, con los correajes o atándolo con bejucos del río. De esta guisa se hizo
el último tramo, muy despacio y en absoluto silencio para no delatarse.
En el silencio tenso del avance, Kusack, fijos sus
ojos en el agua oscura del río, pensaba en que todo aquello merecía una novela…
y que debía escribirla si salía vivo del lance”.
Ya saben: triunfarían los rebeldes, triunfaría La Gloriosa, Kusack no
escribiría la novela. Anotar, por último, que en el texto de José Whell aparecen otros bejaleoneses egregios, asimismo
encriptados, pero de fácil heurística para los paisanos: Pepe Festinalente, Mª
del Carmen Prestón, Martian de Herwás, L.P. Commander… Un elenco de categoría.
Concluyen
aquí estos apuntes, humilde aporte para un gran panegírico. De momento, queda
todo lo dicho para la posteridad. No olvidemos, empero, el mensaje de una de
las más célebres sentencias cusaquianas: Vanitas
vanitatum omnia vanitas.
Gabriel
Cusac
me permito añadir:
ResponderEliminarCusac es un personaje que escribe,
el caso es que si sigue escribiendo bien redime y jibariza al personaje,
pero como flojee el personaje se remonta, porque es mucha y honda la memoria que en Béjar debe haber de sus mocedades
En las estrecheces de esta ciudad prevalece lo oral sobre lo escrito
Cusac-Sísifo: Escribe más, por el bien de todos, pero sobre todo por el tuyo: es tu mejor coartada para que el personaje no sobreviva al escritor.
Cuánta razón tienes, místico amigo, pero andan las musas ya mu perreás. Debe ser cosa de la edad.
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