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Mariano Rajoy, a la diestra de la
cabecera, es el más tranquilo. Como no tiene perfil bajo, sino profundo, y
destaca por su indolencia, le llamo el cojonazos. Y tanto. Cada noche, desde la
almohada, veo como le cuelgan por debajo de la bata azulona, grandes y
cuadrados, cubriendo el pomo. Está siempre leyendo el Marca. Cuando tengo una pesadilla, me despierta diciéndome: “Gabriel,
sé fuerte”, o “Eres español y mucho español”. Es muy molesto, porque no deja de
soltar follas con olor a huevo podrido. Me intenta arrullar enumerándome
alineaciones de equipos de primera.
Pablo Iglesias, a la siniestra de la
cabecera, es el más díscolo. A veces nos despierta a todos en mitad de la noche
rapeando por Los chikos del maíz. Se
ejercita con dos mancuernas. En una pone Comunismo
y en otra Socialdemocracia; las
levanta alternativamente, primero una y luego otra, pero nunca puede alzarlas a
la vez. Le asoma un rabo con punta triangular por debajo de la bata morada, y
me intenta arrullar tortuosamente con citas de Gramsci y Chomsky.
Pedro Sánchez, inquilino del ángulo
inferior izquierdo, lleva una rosa en la mano, pero está ajada. Su bata, tal la
sotana del Licenciado Cabra, es prodigiosa, porque tiene un color indefinido.
Cuando cree que todos estamos dormidos, juega con una muñequita. La pincha con
un alfiler mientras repite: “¡Toma, Susana, toma!”. Últimamente se acerca
Iglesias a su esquina, con la mano tendida, y Sánchez le propina un corte de
mangas. Se cruzan entonces guiños de complicidad Rivera y Rajoy. Pedro me
intenta arrullar cantando la
Internacional, pero le entra la risa tonta y nunca puede acabarla.
Albert Rivera ocupa el ángulo
inferior derecho, muy a su pesar. Digo esto porque cada dos por tres se mete en
la cama, diciendo que él es el centro, y tengo que echarle a patadas. Su bata
naranja tiene el logo del Banco Sabadell;
en ocasiones se la quita y, todo despelotado, les pregunta a los otros ángeles: “¿A
que soy bonito?”. Habla en sueños, y suele repetir mucho las palabras Venezuela y Libertas. Me intenta arrullar recitándome las últimas cotizaciones
del IBEX 35.
Me tienen harto. Quizá sería mejor
estar rodeado de angelitas. Que vengan a habitar las cuatro esquinitas de mi
cama Arantza Quiroga, la retro de Irún; Rita Maestre, la profanadora cañón; Guacimara
Medina, la guanche salvaje; Inés Arrimadas, la política Disney. Que vengan, y que luego pase lo que Dios quiera.
Gabriel Cusac
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