Bejaraun (dibujo de Lucía Cusac)
Numen autóctono, ficción identitaria
local como el avicornio sanchezpasiano, el decanato de la Ancianita o la toma de la plaza al moro. Tiene semejanzas con
Baxajaun, primo vasco: gigantesco, velloso y selvático, pero a su vez -utilizando
la definición de Mircea Eliade- héroe civilizador, porque si Baxajaun consta
como el primer herrero, a Bejaraun se le presume primer tejedor. El parecido no
va más allá. En realidad, el salvaje de los bosques bejaranos es tan genuino
que resulta a todas luces inconfundible. Ergo, viste sobre la tupida pelambre
pañosa y pantalones de tergal, si bien ambas prendas tan capeadas que tienen el
mismo color que la sotana del licenciado Cabra y no menos trizas volantes que
el outfit del Rey de Amarillo. No hay
rastro alguno de camisa, o calzado; tampoco de sombrero, aunque, a modo de
aureola ecológica, siempre sobrevuela en torno a su cabeza un círculo de abejas
zumbantes. Puede considerársele mítico
decadente.
Le gusta empinarse a las mirandas y
ensayar pose egregia, tipo El caminante
sobre el mar de nubes, de Caspar David Friedrich. Se le ha visto sobre la
cruz de la Peña de la Cruz, haciendo el pino junto al hito de Peña Negra,
coronando apagadas chimeneas fabriles e incluso, díscolo, a horcajadas sobre el
Cristo del Sagrado Corazón.
Al respecto, existen dos testimonios gráficos
dudosos, como es de ley en asuntos legendarios. El primero es un dibujo a carboncillo
en pliego común de papel Guarro Casas. Nuestro lar silvestre, pillado de
perfil, contempla sus dominios desde el ya olvidado Mirador de los Gatos.
Inclinado, en postura un poco forzada, apoya sus manazas en el barandal, que le
llega a las rodillas, y la greña, colgando hasta la cintura, se confunde en los
trazos con los pliegues de su capa astrosa. No hay mucho detalle del rostro,
amén de lejano apenas visible entre las crenchas de melena y barba, esta a modo de Valle-Inclán zarrapastroso. El pie
del dibujo no tiene desperdicio: Visto en
octubre de 1949. Al lado, las iniciales del autor: E.M.G., y ya se ha
especulado que suponen firma de un ilustre bejarano: Emilio Muñoz García. El
dibujo, donado anónimamente a Sbq
Solidario, será próximamente puesto a subasta por Luis Felipe Comendador (y
en tres líneas se juntan dos grandes coterráneos).
El segundo credencial no es menos
impresionante. Se trata de una fotografía, rarísima, tomada a fuscolusco desde
la carretera de Aldeacipreste a la altura del Tranco del Diablo. No vemos más
que una silueta sobre la bota satánica, pero esta silueta causa pavor. Un tanto
informe, animalesca, aparece la figura de lo que en un primer momento podríamos
asociar con una especie de simio desmesurado, pero la capa y la melena
desplazadas en horizontal por el viento, que también agita una fronda
visiblemente otoñal, y la postura en jarras del personaje parecen certificar
una extravagante humanidad. Según Antonio Sánchez Sánchez, propietario de la
foto y experto coleccionista del mundo de la imagen, la escena está captada al
amanecer, ya que la luz proviene del este, y presenta el sepia característico
de los primeros años del siglo XX. Desconoce la autoría de la foto, que
encontró en un trastero al adquirir recientemente una propiedad en la calle
Colón, pero apunta como soluciones racionales el posado de un actor o el
artificio de un pelele al servicio de unas intenciones ocultas, acaso la
confección ex profeso de una prueba que confirmara la existencia de Bejaraun. O
sea el fraude (y a este apuntador le viene ahora el recuerdo de las hadas de
Cottingley).
Nuestro querido Bejaraun, que apesta
como una tenería y ríe con traqueteo y escándalo de telar industrial, avisa con
un grito de los peligros, tal desprendimiento de rocas en la Vía Verde, caída
de un árbol o que se acerca una piara de jabalíes. Es un “¡Toooooooooo!”
gutural que deshoja castaños y robles cercanos, rompiendo como un trueno sobre
el paisaje y poniendo los pelos de punta al paisanaje. Además de su faceta
protectora también tiene un punto bromista, y lo mismo sopla en el cogote de
los senderistas que pellizca el culo a los operarios municipales cuando
esquilman el musgo de Los Navarejos para las fiestas del Corpus. Gusta
especialmente de susurrarle a las mujeres, muy pegadito al oído: “Bejarana, no
me llores”, y la bejarana –o no- bate el récord de salto de longitud sin tomar
carrerilla. Empero, es difícil toparse frente a frente con Bejaraun. Como buen
genio tutelar, es invisible a voluntad.
Gabriel Cusac
Hacía tiempo que no te leía, eres único.
ResponderEliminarY muy bueno, eh? Gracias por visitar este islote literario.
ResponderEliminarTe estás convirtiendo en un mitólogo local, el Barandiarán Bejarano. jajaja.¿Para cuando un relato del otro mito bejarano? El Cancervezero, que vigilaba la entrada al inframundo de las bodegas del Puente Alcolea. jajaja.
ResponderEliminarTítiro.
Muy bueno, Títiro. Fuera de coña, el Cancervecero puede dar mucho juego. La pena es que ya solo los puretas podemos acordarnos de las bodegas del Puente Alcolea...las míticas bodegas.
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