20 de marzo de 2021

Vuelta de Turquía: un triunfo capilar

 



¡Yes We Can! ¡Objetivo logrado! ¡Adiós a la humillante tonsura laica! ¡Adiós a esa vegetación craneal esteparia, de tristes y deslavazados matorrales! ¡Ya no somos calvorotas! ¡Vivan las greñas, viva Turquía, viva el heavy metal y viva Sansón!

No hay triunfo sin sacrificio. Tras dos años de brutales privaciones, a costa de reducir a la mitad nuestro consumo habitual de cerveza y farlopa, mi buen amigo Cristino y yo conseguimos los 2000 euritos por calva necesarios para sendos implantes sarracenos. Todo sea dicho, escogiendo la opción B, de precio mucho más módico que la intervención común a la que se someten -ciertamente, debido a la ignorancia- la inmensa mayoría de compatriotas. En justicia, una auténtica ganga, porque incluía viaje de ida y vuelta, transporte en motocarro desde el infinito aeropuerto hasta el hotel (o, más bien, fonda; concretamente en el establecimiento llamado Büyük pire, enclavado en el popular barrio de Tarlabasi), tres días y cuatro noches de pensión completa y el propio tratamiento médico. Con semejantes precios tampoco se puede exigir demasiado. Es decir, sería de miserables no perdonar que tuviésemos que compartir una cama de 90 (respetándonos, por supuesto), que el techo de la habitación no fuera plano, sino abombado, pendiendo sobre nuestro catre como un Demis Roussos de Damocles, o que el menú, solo sufriendo variaciones ordinales, no saliese del döner picante, un plato de albóndigas picantes que llaman chicote y arroz con salsa picante, todo sofocado con una litrona de cerveza Efes y un sobre de Almax.         

La clínica especializada, Ampuller Center, pequeña, acogedora y de ambiente familiar (no obstante su prestigio internacional), estaba a dos pasos de la pensión, y curiosamente se asemejaba en todo a una peluquería. Como un augurio de abundancia, en lo que a nuestros intereses se refiere, la doctora Melek, amén de gigantesca y melenuda, lucía un estupendo bozo castaño y unas patillas como las de Curro Jiménez. Era muy alegre y reidora, simpatiquísima, y, a pesar de las especiales características de la intervención, venciendo cierto pudor adolescente, Cristino y yo depositamos en sus manos de pelotari toda nuestra confianza. Cierto que la coyuntura descartaba los afanes turísticos. Por prescripción facultativa, nos movíamos de Büyük pire a Ampuller Center y de Ampuller Center a Büyük pire, dando mínimos paseos. Ello no ha sido óbice, sin embargo, para que hayamos podido comprobar de primera mano la proverbial hospitalidad del pueblo turco. En la pensión, en la clínica, en las apretadas calles del barrio, siempre con la sonrisa en la boca, hombres y mujeres, niños y niñas, se aprestaban a saludarnos con un amable “Merhaba, kel”, que viene a significar “Hola, españoles”. Qué encanto de gente.

En fin, el balance de nuestra estancia estambuleña ha sido muy positivo. Hemos vuelto a la ciudad estrecha un poco a lo Jackson Brothers Style; todos los paisanos nos felicitan por los resultados. Causamos sensación, para qué negarlo. Lo único que nos choca un poco es que a veces nos pica la cabeza y nos rascamos el pubis. O viceversa.

 

Gabriel Cusac

 

 

4 comentarios:

Guille Blanc dijo...



Menuda aventura, Cusac XD. Muy bueno.

Gabriel Cusac dijo...

Cosas que pasan en la vida, Guille...Je, je. Un abrazo.

Anónimo dijo...

A.Conan Doyle tiene a Sherlock Holmes, Agata Christie a Hércules Poirot, George Simenon a Jules Maigret, Patricia Highsmith a Tom Ripley, Raymond Chandler a Philip Marlowe, M.Vázquez Montalbán a Pepe Carvalho, Tom Clancy a Jack Ryan, John le Carre a George Smiley y Gabriel Cusac a Cristino.
Todos los grandes tienen su personaje mítico, ya sea un héroe o un antihéroe.

Títiro.

Gabriel Cusac dijo...

Gracias, monstruo. Que Cristi tenga salud.