¡Yes We Can! ¡Objetivo logrado! ¡Adiós a la humillante tonsura laica! ¡Adiós a esa vegetación craneal esteparia, de tristes y deslavazados matorrales! ¡Ya no somos calvorotas! ¡Vivan las greñas, viva Turquía, viva el heavy metal y viva Sansón!
No hay triunfo sin sacrificio. Tras
dos años de brutales privaciones, a costa de reducir a la mitad nuestro consumo
habitual de cerveza y farlopa, mi buen amigo Cristino y yo conseguimos los 2000
euritos por calva necesarios para sendos implantes sarracenos. Todo sea dicho,
escogiendo la opción B, de precio mucho más módico que la intervención común a
la que se someten -ciertamente, debido a la ignorancia- la inmensa mayoría de compatriotas.
En justicia, una auténtica ganga, porque incluía viaje de ida y vuelta,
transporte en motocarro desde el infinito aeropuerto hasta el hotel (o, más
bien, fonda; concretamente en el establecimiento llamado Büyük
pire, enclavado en el popular barrio de Tarlabasi), tres días y cuatro
noches de pensión completa y el propio tratamiento médico. Con semejantes
precios tampoco se puede exigir demasiado. Es decir, sería de miserables no
perdonar que tuviésemos que compartir una cama de 90 (respetándonos, por
supuesto), que el techo de la habitación no fuera plano, sino abombado,
pendiendo sobre nuestro catre como un Demis Roussos de Damocles, o que el menú,
solo sufriendo variaciones ordinales, no saliese del döner picante, un plato de
albóndigas picantes que llaman chicote y arroz con salsa picante, todo sofocado
con una litrona de cerveza Efes y un sobre de Almax.
La clínica especializada, Ampuller Center, pequeña, acogedora y de
ambiente familiar (no obstante su prestigio internacional), estaba a dos pasos
de la pensión, y curiosamente se asemejaba en todo a una peluquería. Como un augurio
de abundancia, en lo que a nuestros intereses se refiere, la doctora Melek,
amén de gigantesca y melenuda, lucía un estupendo bozo castaño y unas patillas como
las de Curro Jiménez. Era muy alegre y reidora, simpatiquísima, y, a pesar de
las especiales características de la intervención, venciendo cierto pudor adolescente,
Cristino y yo depositamos en sus manos de pelotari toda nuestra confianza. Cierto
que la coyuntura descartaba los afanes turísticos. Por prescripción facultativa,
nos movíamos de Büyük pire a Ampuller Center y de Ampuller Center a Büyük pire, dando
mínimos paseos. Ello no ha sido óbice, sin embargo, para que hayamos podido
comprobar de primera mano la proverbial hospitalidad del pueblo turco. En la
pensión, en la clínica, en las apretadas calles del barrio, siempre con la
sonrisa en la boca, hombres y mujeres, niños y niñas, se aprestaban a
saludarnos con un amable “Merhaba, kel”, que viene a significar “Hola,
españoles”. Qué encanto de gente.
En fin, el balance de nuestra
estancia estambuleña ha sido muy positivo. Hemos vuelto a la ciudad estrecha un
poco a lo Jackson Brothers Style; todos los paisanos nos felicitan por
los resultados. Causamos sensación, para qué negarlo. Lo único que nos choca un
poco es que a veces nos pica la cabeza y nos rascamos el pubis. O viceversa.
Gabriel Cusac
4 comentarios:
Menuda aventura, Cusac XD. Muy bueno.
Cosas que pasan en la vida, Guille...Je, je. Un abrazo.
A.Conan Doyle tiene a Sherlock Holmes, Agata Christie a Hércules Poirot, George Simenon a Jules Maigret, Patricia Highsmith a Tom Ripley, Raymond Chandler a Philip Marlowe, M.Vázquez Montalbán a Pepe Carvalho, Tom Clancy a Jack Ryan, John le Carre a George Smiley y Gabriel Cusac a Cristino.
Todos los grandes tienen su personaje mítico, ya sea un héroe o un antihéroe.
Títiro.
Gracias, monstruo. Que Cristi tenga salud.
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