Pepe Muñoz (imagen tomada de Salamanca al día)
Faltó un pelo, hace treinta años, para que El Bosque quedase amputado sustancialmente gracias a una recalificación de terrenos salvaje: chalés en el Prado Alto, viviendas en el Prado Bajo. Solo unas pocas voces críticas, encabezadas por el Grupo Cultural San Gil, se alzaron contra aquella tropelía urbanística. Hoy, valiente, terco y diezmado, el Grupo San Gil sigue en pie y disparando, a modo de Tercio de la Sangre o últimos de Filipinas en batallas patrimoniales, y, ayer como hoy, Pepe Muñoz sigue enarbolando rasgadas banderas. Lucha desde que le conozco.
A
veces este hombre es más agobiante que su propio currículo. Del mismo modo que
un Testigo de Jehová puede relacionar el relleno de los profiteroles con el
Armagedón, Pepe deriva a la referencia culta patológicamente, aunque le hayas
dicho que te ha salido un uñero. La diferencia entre ambos fanatismos, no exentos
de una larvada lujuria, es que Pepe razona. Lúcido, competente, enciclopédico,
no se me ocurre ejemplo más cercano para la definición de humanista. Como
muestra, un botón: cualquiera que se interese por la historia bejarana –no
digamos por El Bosque- descubrirá un nombre ubicuo: el suyo. Pero hablo de
humanismo en un sentido amplio, más allá de la suma de conocimientos. Hablo de
la implicación social, de entregarse gratuitamente, de ofrecer y de mojarse.
En
el podrido ámbito de la intelectualidad –que es un mundo ofidio-, gobernado por
las insidias, las prebendas, los plagios disimulados y los silencios ominosos,
Pepe siempre ha ido de frente, divulgando lo que sabe, atendiendo a la verdad y
procurando que el saber no sea un privilegio, sino un instrumento de libertad
al servicio de todos. Por eso le han caído hostias como panes. Y, sin embargo,
frente a quienes cada vez más optan por el confort -me incluyo: la salud mental es
una estupenda coartada-, Pepe sigue manteniendo el acerado lema de frangar, non flectar como ley de vida.
Contra la indolencia reinante, contra las derechas y las izquierdas, contra
Crono y contra las arrobas de desengaño en filiaciones o afiliaciones casi
reducidas a un prurito sentimental.
Querido
Pepe, buen amigo, no eres el heroico Lucifer libertador del Génesis. Cabe
reprocharte, como Adso reprochó a fray Guillermo de Baskerville, cierto orgullo
intelectual. A mitad de la fiesta puedes convertirte en el erudito -o sea
muermo profundo- y creo que te haría bien despejar tu compacta agenda: tomar
aire, playa, montaña, mojitos leyendo El
Jueves, sacar de paseo al muñeco como si no hubiera un mañana. Pero eres un
tipo íntegro. Y van quedando pocos.
Un
abrazo.
Gabriel Cusac
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