31 de marzo de 2009

Los pecados de Peñamocha, otro Cuento Desquiciado de muestra



Los pecados de Peñamocha

“Pues aquellos que no han creído, o no han sido bautizados, o después de su bautismo han vuelto otra vez a los ídolos, a los homicidios, a los adulterios o a los perjurios y a otras maldades y han muerto sin arrepentirse, a todos los que se les haya encontrado así se les condenará junto con el diablo y con todos los demonios a los que han adorado y cuyas obras han hecho, y con su propia carne se les mandará al infierno, al fuego eterno donde la llama inextinguible está encendida y donde, gimiendo, aquella carne recobrada por la resurrección es torturada por siempre jamás”.

MARTÍN DE BRAGA, De Correctione Rusticorum.

I

Cristino Gainsborough Chanfaina, alias Malvaloca, nació con la pierna izquierda menguada y la cruz de Caravaca escrita en el paladar y en los bajos del escroto, ahí es nada. A quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga, eso sí, pero el cantazo no se lo dio Dios, dónde iríamos a parar, el cantazo, eso lo sabe toda Peñamocha, se lo dio el diablo del Mamerto, el hijo de doña Adelita, la sacristana, cuando de mozos se enzarzaron por metérsela primero a la Régula, que era un putón verbenero de los gordos y siempre andaba espatarrada por los escobares, ya ven, riñas tontas de zagales, y a resultas del cantazo el Cristino lleva desde los doce mirando non.
Con su mirar non, bruno y reventón, con la cerviz agazapada y la piel de cera, con el talle etíope y los brazos descolgados, el Cristino más semeja ánima prófuga del Vampus que humano penitente cuando en el novenario de septiembre asciende muy fervoroso el vía crucis del santuario de san Marciano, protomártir, cantando “El Señor hizo en mí maravillas”, que es himno muy reconfortante y agradecido.
TERTULIANO FINGIDO: Y usted que lo diga.
El Cristino, a pesar de la doble cruz de Caravaca, no salió al fraile visionario, ni curandero, ni tan siquiera zahorí; hay señales inescrutables como los mismos designios del Señor o talmente del Gobierno.
T.F.: Ahí, ahí.
Aunque algo debe significar tanta cruz cuando lleva el inri de pasar la vida entre ellas, porque el Cristino, además de cobrar los seguros La Ponderosa y ejercer ad ínterim de mamporrero, matachín y esquilador, es sepulturero eficaz y displicente que cava una tumba en un decir amén y escribe sonoras cuartetas necrológicas que familiares y allegados del difunto pagan a voluntad. Ejemplo: Aquí reposa Porfirio Cascajales García,/agrimensor de gran sapiencia vivencial./Se lo llevó un cólico, quién lo diría,/mas queda su remembranza protectoral.
T.F.: ¡Vaya! Es un poeta como la copa de un pino, ¡eh?
AUTOR FINGIDO: Sí, señor, de los que ya no hay. Ahora los poetas sólo dicen sandeces y fruslerías sin sentido. ¡Qué decadencia se ha cernido sobre las letras patrias! ¡Da grima!
Para no menudear léxico en un género lírico tan recurrente y limitado, el Cristino ha hecho acopio de sinónimos al caso que tiene apuntados en un cuaderno de canutillo, intitulado Libreta Fúnebre, cuya primera página recoge la siguiente tabla de conceptos:
TUMBA: Sepultura, fosa, huesa, hoyo fúnebre.
NICHO: Oquedad fúnebre.
SEPULCRO: Túmulo, mausoleo (lujo), panteón (para varios), obra fúnebre.
MORIR: Expirar, fenecer, cascar o cascarlas, extinguirse, palmar o palmarlas, finar, perecer, espichar o espicharlas, sucumbir, diñar o diñarlas, circunstancia fúnebre.
BUENO: Bondadoso, ínclito, santo, criatura de Dios (niños), alma de Dios (en general), bienhechor, filántropo, cacho pan.

El Cristino es como un Da Vinci a lo rústico, muy versátil de disciplinas, pero lo de heredar el oficio paterno le costó lo suyo, y al principio le venían unas pesadillas de aquí te espero, que si arrancando por sevillanas entre un corro de esqueletos palmeteros, que si huidor de dráculas y fantasmas por pasillos entretumbas, que si rascarse las manos hasta descubrir los huesos mondos y lirondos, que si verse atrapado en el fondo de una fosa airona, espantos así. El Cristino no se atrevía a confesar sus terrores, el Cristino sabía que los Gainsborough eran cepa recia y no admitían melindres en la familia. El Cristino le dijo a su padre, muy taimadamente:
- Mire, señor padre, no es por ofender, pero este oficio está muy mal visto y la gente mete en el mismo saco a enterradores, cómicos de la legua y secretarios de ayuntamiento.
Fadrique Gainsborough Cembellín, alias Saltatumbas, era hombre de pensamiento profundo y sentencia lacónica, filósofo pragmático, abreviador que en la coyuntura dejó zanjado el asunto con elegancia socrática:
- El buen calamar, en todos los mares sabe nadar.
Gracias al buen consejo de su padre y a la fuerza de la costumbre, que a todo hace, el Cristino acabó dejando atrás sus malos sueños para convertirse al cabo en un sepulturero asaz completo con su deformación profesional y todo, o sea que cubre con montoncitos de tierra todo bicho muerto que topa al paso.
T.F.: ¿Hasta culebras?
A.F.: Hasta culebras. Todos son bichos de Dios, dispensando.
El Cristino tiene un huertecito en una esquina del patio de san Geliberto que da tomates muy hermosos y presumiblemente ricos en calcio y fósforo; el Cristino, vivo registro obituario, sabe de memoria datas y ripios; el Cristino, cuando se tercia, vende dientes exhumados a Potenciana Ramírez Cicutrino, alias Rasputina, hechicera prodigiosa.
Una mañanita de san Hermógenes, una mañanita de cielo revuelto y abril medianejo, el Cristino sacó a la luz los restos de don Maimón Arístides Zancada, alias Señorito Balaperdida de Camagüey, que fuera indiano golfo y rico. Nacarada y pulcra como una novicia, con colmillo áureo por propina, la muy meritoria dentadura del difunto don Maimón emocionó al rapaz camposantero, quien inopinadamente lanzó a Bóreas una feliz y antológica exclamación.
- ¡Bravo, bien va, piñata más excelente no se ha visto ni verá!
Un relámpago súbito y avisador rasgó el cielo con la furia pública de una digna suegra castellana piropeada por un lenguaraz y libidinoso peón caminero magrebí.
T.F.: Y, por las trazas, capítulo nuevo, ¿no?
A.F.: Pues no. Esto va todo de corrido, como le gusta a don Camilo, el del premio.
T.F.: ¡Ah, bueno!
Potenciana Ramírez Cicutrino, alias Rasputina, fue antes esclava de Santa Rita. En el convento de las esclavas de Santa Rita rodaba que rodaba el demonio Saracil por la celda de sor Dolorosa Crucifixión de Jesús, posesa nocturna.. Don Saracil, íncubo puntual y escénico, surgía a medianoche de un fogonazo bermejo al pie del catre de la sor, tarareando la Opus 565 de Bach y sin más atuendo que un capelo cardenalicio y unos calzoncillos de cuero con cremallera.
T.F.: ¡Qué perversidades más rebuscadas! ¡Estos diablos son capaces de hacer cualquier cosa sin el menor escrúpulo!
A.F.: Y además traía una fusta de la mano, fíjese usted.
T.F.: ¡Santos mártires Rómulo y Remo! ¿Y se liaba a zurriagazos con la pobre monja?
A.F.: Hasta hacerla gemir, una barbaridad.
T.F.: ¡Qué horror! Oiga, ¿y esa opus que tarareaba el Saracil? ¿Qué coño es esa opus quinientos y pico? Alguna canción blasfema, seguro, como la de los angelotes de Murillo.
A.F.: Mucho peor, se lo aseguro, mucho peor. Ese Bach debía ser un pendejo de los de agárrate y no te menees.
Sor Dolorosa sufría unas posesiones de mucho arrebato que la dejaban agotada y con los cueros a lo galeote. Sor Dolorosa no contaba sus padeceres, y ni sor Redención del Venidero Apocalipsis, madre superiora, ni fray Jerónimo Anasagasti Carraspera, confesor conventual, tuvieron noticia de los bruscos episodios diablescos acontecidos en la celda de la hermana posesa, que una noche de plenilunio abandonó los devotos muros a lomos del visitador Saracil vomitando maldiciones. Se ve que sor Dolorosa quedó muy endiablada, y encima del catre dejó un zurullo con tal nota transgresora: “Para el tiempo que me queda en este convento, cágome dentro”.
T.F.: ¡Santos mártires Cástor y Pólux, qué execración!
A.F.: Así es, una execración abominable y sobre todo de muy mal ver.
Potenciana Ramírez Cicutrino, de pío alias sor Dolorosa Crucifixión de Jesús, de prepío alias Fajafloja, de actual alias Rasputina, dejó los tempraneros maitines, los dulces pestiños y los violados hábitos, retornando a Peñamocha para dedicarse con fruición al cultivo de las perversas ciencias nigrománticas. El hábito no hace al monje, detrás de la cruz está el diablo, etc.
T.F.: Y el fraile en su convento, y bien adentro. Esto lo digo a colación, ya me entiende.
La Potenciana vive muy mefíticamente en el castañar de Peñamocha compartiendo choza con dos gallinas, una gata negra, un cuervo de alas cortadas y un lechón gruñidor, todos vivos, y tres culebras de agua, un bastardo, un escuerzo verrugoso, cinco murciélagos y siete lagartos, todos en frascos de formol. La Potenciana recolecta el extramonio cunetero, la belladona misteriosa, la cicuta matacónyuges, la amanita roja, la mandrágora lucreciana, la dedalera bella... La Potenciana es bruja moderna e instruida que colecciona grimorios de editoras argentinas y asiste anualmente a los congresos demonológicos de la ciudad condal.
T.F.: ¿Bañares?
A.F.: No, Barcelona.
T.F.: Ah, creí. Yo es que tengo un primo en Bañares. Pero, claro, eso no es óbice.
A.F.: Usted lo ha dicho; nada más faltaba que fuera óbice.
La Potenciana corta ramas de avellano silvestre con cuchillo nuevo en enero, recoge cencellada en mañanas de febrero, mea en las puertas de la iglesia a últimos de marzo, espanta a antojo las nubes de abril, hace excursión al monte de Blocksberg el uno de mayo, junta hierbas en solsticio de junio, junta culebras y batracios en julio, baila en porreta por la dehesa boyal las noches de agosto, decapita vencejos en septiembre, libra aojos y alunamientos comarcanos en gira promocional de octubre, rodea la choza de sal gorda en Santos de noviembre, se guarece junto a la chimenea en diciembre leyendo magias.
T.F.: Parece lo de san Fermín, ya sabe, uno de enero, dos de febrero... Tengo otro primo en Pamplona, pero este primo tampoco es óbice, claro.
Durante todo el año, recompone doncellas, moldea graciosos muñequitos de cera, vende sahumerios, untos y bebedizos, consulta a los que de vivos tuvieron mala fama, lee estrellas, entrañas, posos de café y escruta su bola de cristal, hace junta de ángeles caídos, compra dientes de difunto, etc. Cuando una tarde de cielo plañidero y abril medianejo Cristino Gainsborough Chanfaina, alias Malvaloca, llama a la puerta de la choza al ibérico ritmo de “una copita de ojén”, un relámpago súbito y avisador rasga el cielo con la furia orgásmica de una digna suegra castellana ayuntada con un lenguaraz y libidinoso peón caminero magrebí.
T.F.: Oiga, ¿usted no se repite?
A.F.: Pues no, yo hago variaciones sistemáticas.
T.F.: ¡Qué tío!
La puerta de la choza se abre con un chirrido modulado y cinematográfico. No es que la puerta se abra por virtud sobrenatural; la Potenciana es bruja competente, pero con ciertos límites, y no hay más truco que una cuerda atada al cerrojo, de la que tira desde la mesa camilla cuando llegan las visitas.
T.F.: ¡Así se puede! ¡Qué picardía!
Sobre la mesa camilla hay una bola de cristal que la Potenciana observa entre la amorosa niebla de un Farias Chico; antes de adquirir la bola en la séptima feria de muestras esotérica y de medicina natural, la Potenciana se concentraba al estilo Saint-Germain, es decir, mirando el agua de una palangana, pero la bola tiene igual prestancia y además causa un mayor efecto de profesionalidad a los sugestionables ojos de la clientela. La Potenciana deja de contemplar la esfera premonitoria y clava sus ojos azules en el rostro del empapado proveedor.
- Te tiemblan las pestañas, Cristi. Algo bueno traes.
T.F.: Oiga, ¿y la bruja no tiene voz aguardentosa?
A.F.: Pues sí, ahí ha dado usted en el clavo y además ha preparado un cruce de diálogos que puede confundir al tardo lector.
T.F.: ¡Vaya, hombre, qué mala pata!
El Cristino esboza una sonrisa truhanesca y levanta la mano en actitud demagógica. El Cristino no sería un buen orador; el Cristino debería señalar con su índice al cielo, y su índice, flácido, señala a la bruja indecorosamente. El Cristino, por desgracia, carece de un ojo, de unas piernas medidas y del precioso don del ademán.
- ¡Canela en rama! ¡Traigo canela en rama! Ni más ni menos que la piñata del libertino Maimón, una piñata aristocrática.
El Cristino deja su talega de cuero sobre la mesa con ímpetu de cantar las cuarenta, mientras Paracelso, el cuervo de alas cortadas, excreta un pequeño óbolo sobre una polaina del visitante, mientras Erzsébet, la gata negra, entra en la choza por un ventanuco, mientras Gianbattista, el lechón gruñidor, rezonga entre los muslos de la bruja, mientras Potenciana Ramírez Cicutrino, alias Rasputina, recuerda la sonada defunción del indiano.
T.F.: ¿Y las dos gallinas de la bruja? ¿Qué pasa con las dos gallinas?
A.F.: Las gallinas Montespán y Lavoisin, en el umbral de la choza, sostienen una cruenta lucha a picotazos por la posesión de una glauca y malherida lombriz.
T.F.: ¡Coño! ¡Tiene usted más salidas que un charlatán de feria!
A.F.: ¿Y acaso no son los literatos charlatanes de voz escrita?
T.F.: ¿Lo ve?
Hay muertes sin cuento, muertes muy poco logradas de las que no merece la pena ni hablar, o de las que se habla sin entusiasmo, protocolariamente: estaba ya muy mayor, el hombre; estiró la pata en la cama, sin enterarse; pues no deja gran cosa a los hijos; fumaba mucho, y claro; ahí echado parece un santo, etc. La verdad es que la mayoría de las muertes son más bien normaluchas y no dejan impronta en la memoria colectiva.
T.F.: Eso es cierto, la gente llega como muy desganada a la muerte y no se preocupa por dejar impronta en la memoria colectiva. Claro, que hay muertes que llegan así, tan de golpe... De todas formas, ya lo decía Santa Teresa: nuestras vidas son los ríos que van a parar a la mar.
A.F. ¿Ah, sí?
T.F.: ¡Hombre, claro! Santa Teresa decía las cosas con mucho hipérbaton.
A.F.: ¡Caray! Pues piense usted que eso del hipérbaton tiene su intríngulis, ya lo creo.

II

Don Maimón Arístides Zancada, alias Señorito Balaperdida de Camagüey, tuvo una muerte vistosa aunque poco vergonzante. El Maimón vino forrado de Cuba por no se sabe cuáles industrias, y compró una casona apartada de Peñamocha que al poco tiempo ya era conocida como Casa Troya. En Casa Troya, cada viernes, había conciliábulo nocturno de gentes que nadie conocía, gentes todas muy finas que vayan ustedes a saber si venían de Madrid, de Salamanca o de Betanzos.
T.F.: Tal que así como foráneos, digamos.
A.F.: Talmente. Y miembros de la Logia Masónica Refundada del Templo de Salomón.
T.F.: ¡San Juliano el Apóstata nos asista! ¡Masones!
A.F.: Así es. Persignémonos con la doble cruz de Caravaca que el Cristino lleva escrita en el paladar y en los bajos del escroto.
Los foráneos se marchaban el sábado por la mañana; durante toda la noche las luces de Casa Troya habían permanecido encendidas. El Maimón era tan misterioso como las reuniones de los viernes, el Maimón sólo salía de Casa Troya para hacer la compra, para agarrarse unas melopeas de infarto o para visitar el mal afamado club Hafrodita (con hache y todo), a dos kilómetros de Peñamocha; al Maimón tenía un bastón de marfil, un sombrero panamá, melena cana y un bigotito a lo Dalí; el Maimón tenía porte distinguido y llevaba pero que muy bien llevados sus cincuenta y tantos; el Maimón era un crápula figurín que cada semana compraba un frasco de tónico vigorizante a la Potenciana y que se ahorcó con el panamá puesto, pero en pelota, de un castaño seco después de que vinieran los señores de Hacienda con una orden de embargo. Se ve que al Maimón le gustaba la vida regalada y no pudo soportar haberse arruinado de golpe y porrazo.
T.F.: ¡Qué poca resignación tienen estos ricos! ¡Y otros desgraciaditos a patatas revolconas todo el día sin dejar escapar un mu!
Hoy ya no ocurre como antes, que ahorcaban a la menor y andando por los caminos el viajero podía toparse con cuatro o cinco ahorcados a la entrada de cualquier pueblo de mala muerte; los tiempos han avanzado que es una barbaridad y ya no se ahorca a nadie, si acaso surge de guindas a brevas algún suicida nostálgico que prefiere todas las complicaciones del método (procurarse cuerda resistente, elegir una viga o una rama adecuadas, consultar una buena enciclopedia o, en su defecto, literatura especializada si no se sabe hacer el nudo corredizo, etc.) a dejar la bombona de butano abierta, cortarse las venas o apurar el tubo de Valium. El ahorcado es como un cochino a efectos nigrománticos, las brujas aprovechan todo, hasta el semen y la soga, pero a ver qué bruja moderna tiene la oportunidad de conseguir un ahorcado, aunque fuera pagando. La Potenciana sólo pudo hacerse con la soga; los guardias civiles se llevaron el cuerpo exánime de don Maimón Arístides Zancada, alias Señorito Balaperdida de Camagüey, y lo devolvieron ya con el ataúd y todo, muy atentos. La Potenciana intentó comprar el cadáver al Cristino, pero el enterrador defendió gallardamente la ética profesional del gremio, dejando bien claro que una cosa es profanar y otra vender dientes de un muerto reglamentariamente exhumado, dientes que al fin y al cabo carecen de utilidad cualquiera y no van a ser echados en falta por nadie. La rueda de la vida da vueltas incesantemente, quizá torpemente, y la selecta dentadura del indiano difunto acabó en manos de la Potenciana, quien entre otros menesteres elabora un tónico vigorizante de notable expansión comercial en el ámbito comarcano y cuya calidad quedó patentemente demostrada en los sucesos del baile de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
T.F.: Que no nos desampare.
En el Casino Obrero de Peñamocha se juega al tute y al mus, también a la brisca y al dominó, y de vez en cuando se escucha alguna conferencia a cargo de un erudito local. Antes había más eruditos locales en Peñamocha, es curioso, lo que tienen los eruditos locales es que abundan o escasean como si dependieran de buenas o malas cosechas, en Peñamocha ya sólo queda uno vivo, don Policarpo Buenadicha Piernas, alias Sermón del Monte, buhonero retirado y folclorista que cuando tiene más de diez folios escritos se apresta a pronunciar su discurso ante un solazado público que asiente muy unánimemente cada parrafada y al término de la conferencia aplaude durante tres o cuatro minutos puesto en pie, como en la ópera, para reanudar al cabo la lúdica y consuetudinaria partidita. Agotándose junio, en la noche de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (que no nos desampare) se llena la guardarropía de chaquetas, boinas y garrotes; en el baile de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (que no nos desampare) hay un censor delegado con brazalete blanco que hace guardar la distancia de seguridad (un palmo) entre las parejas, porque siempre acude algún despabilado que intenta aprovecharse de la situación, ya se sabe; en el baile de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (que no nos desampare) del año pasado se produjeron los sucesos que conmovieron a Peñamocha.
T.F.: Aquí también se podría decir lo de la impronta en la memoria colectiva, ¿verdad?.
A.F.: No le falta a usted razón. Lo de la impronta en la memoria colectiva queda muy correcto y muy periodístico, como de telediario, y en cuestión de sucesos vale lo mismo para un roto que para un descosido.
El tónico vigorizante de la bruja Potenciana Ramírez Cicutrino, alias Rasputina, convoca con probada eficiencia el espíritu de Eros y debe utilizarse con la precaución debida, casi con cierto temor secular, pues no en vano aviva los carajos geriatrizados, resucita furores uterinos de antaño en viudas decanas, estimula hasta la desazón a desahuciadas frígidas y triunfa en buena lid frente a seminaristas prudentes que cada mañana remojan los dídimos en agua helada bajo el lema clásico Delenda Est Carthago y con la mortecina esperanza de asesinar los impuros deseos. Ni en el baile de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (que no nos desampare) del Casino Obrero de Peñamocha ni en ningún otro baile conviene vaciar un frasco del tónico vigorizante de la Potenciana en el cubo de sangría, pues ocurrirán sucesos conmovedores que dejarán una profunda impronta en la memoria colectiva y también en las conciencias; todo empieza con picores de entrepierna y turbias imaginaciones, prosigue en guiños cómplices, pellizcos clandestinos y protuberancias sospechosas bajo las braguetas, luego se empiezan a escuchar arcaicas flautas pánicas y las comadres del rincón se lanzan concertadamente a un procaz can-can de refajos al aire, y el censor delegado de brazalete blanco desaparece con la señorita de guardarropía por la trampilla del sótano en busca de mistéricas existencias, y el párroco sale con paso apresurado del casino alegando confesión de urgencia y seguido a corta distancia por la santera, y sin más dudar comienzan a escapar los pechos de los blancos y negros corsés y brotan los colorados cipotes simulando el esperado advenimiento de una primavera precipitada y exultante, y tan tremebundos impulsos desembocan en un decamerón pagano de saliva, sudor y carne, en una bacanal neroniana donde los cuerpos se amalgaman corruptamente, pecaminosamente, gozosamente.
T.F.: ¡Santos mártires Gárgoris y Habidis! ¡No entre en detalles! ¡Qué Babilonia!
Un halo de rubor y penitencia envuelve hoy Peñamocha, un halo denso y frío que resigna las miradas y colma los cepillos de la parroquia en el anhelo del supremo perdón. Bajo el halo de rubor y penitencia, una sonrisa priápica se dibuja insistentemente en el pálido rostro de Cristino Gainsborough Chanfaina, alias Malvaloca, sepulturero de Peñamocha, inconsecuente intoxicador de sangrías y novio formal de Potenciana Ramírez Cicutrino, alias Rasputina, bruja de Peñamocha cuyo tónico vigorizante ha logrado una notable expansión comercial en el ámbito comarcano.

ANEXO: Receta del tónico vigorizante de doña Potenciana Ramírez Cicutrino, alias Rasputina, y conjuro a aplicar:
2 dientes de difunto (preferiblemente ahorcado) pulverizados
1 cucharada sopera de sangre de abubilla
1 pizca de raspaduras de cuerno de toro
1 cucharada sopera de esperma de caballo
1 pizca de raíz de mandrágora pulverizada
1 puñado de flor de amapola
Todo puesto a hervir en medio litro de vino moscatel. Durante la cocción debe recitarse el siguiente conjuro:
“Oh, gran Belfagor, Príncipe de los pozos de Sodoma y Gomorra, gran Comendador Infernal, yo te conjuro por las palabras de la Gran Llave Aglon Tetragram Vaycheon Stimulamaton Erohares para que concedas el mágico poder a mi poción”.
Colar y envasar.

6 comentarios:

mojadopapel dijo...

Que imaginación tienes Gabriel!!!!!

Gabriel Cusac dijo...

Va a ser la medicación

Anónimo dijo...

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juan de la cruz471 dijo...

Eres tan barroco que se me olvidan los principios.
Hay que leerte con lápices de varios colores, y pellizcándose constantemente ¡hijo de Cunqueiro y Onetti!
Y sin embargo se mueve. (Hubiera quedado mejor si me lo supiera en italiano)

fotosbrujas dijo...

Repaso estos relatos, sublimes

Gabriel Cusac dijo...

Gracias, Santi. Hubo un tiempo donde la imaginación era selva. ¡Ay, Señor, cuándo nos acogerás en tu seno!