
Lucía, que es un terremoto con pañales, parece que tiene espinas clavadas en el culete, y no aguanta sentada. No para. Lucía, con su bamboleo pendular, sale disparada como el Ratoncito Pérez, y a media carrera cambia el itinerario mediante un quiebro kamikaze, súbitamente avisada, desde central, de una emergencia más priorotaria. Suele usar dos tipos de sirena para despejar el camino. Una dice gotigotigotigoti...!; la otra, papapapapapa...!; pero a veces utiliza modelos experimentales, muy difíciles de transcribir.
Lucía, que es un bombón relleno de dinamita, cierra las puertas y abre los cajones con ímpetu vandálico. Lucía cree en un mundo desparramado, y siembra los suelos de ropa, de pinzas, de rotuladores, de patatas. Pero también es cierto que, de guindas a brevas, durante raros accesos de orden, si ha tirado diez patatas, por ejemplo, devuelve dos al cubo. Luego siempre recibe otro aviso urgente, y sale pitando. Papapapapapa, gotigotigoti...
No es que lo diga yo; se trata de un hecho constatable: Lucía es guapísima. De mayor, esta chica va a romper. Pero, de momento, en cuestión de roturas, lleva dos puertas de armario, un revistero y un portarretratos, independientemente de otros destrozos menores de nula trascendencia curricular. No es que dudemos de su indiscutible feminidad, pero cuando la vemos levantar a pulso el pack enterito de leche Gustosa -6 litros, 6-, pongamos por caso, es fácil pensar que en el futuro no sólo va a romper corazones.
Lucía es voluble. Lo mismo da un beso espontáneo que un tirón de pelos no menos espontáneo. Si besa, dice, muy mimosa, aaaaa... Si da un tirón de pelos, ríe y a veces aplaude, porque hay cosas que la llenan de contento. Nosotros, embobados, aceptamos su despotismo. Qué le vamos a hacer.
Cuando despierto y miro a Lucía, me duele el mundo. El mundo que le tocará vivir. En cierta ocasión, medio en broma y medio en serio, le preguntaron a un conocido eso tan típico de y qué quieres que sea de mayor. Su hijo había nacido hacía unos días. Él no dijo quiero que sea médico, ingeniero o astronauta. Ni tan siquiera dijo quiero que sea feliz. "Quiero que no sea un cabrón", contestó, dejando helada a la concurrencia.
Pues ídem.
Mi pequeña Lucía, nunca vendas el alma. No hay mayor tesoro que un alma limpia.
Gabriel Cusac
7 comentarios:
LUCIA, precioso nombre para una no menos preciosa niña. Podeis estar bien orgullosos de vuestra pequeña. Que bonita es!!!! Yo ya pase por la epoca de terremotos, tsunamis en la bañera, urgencias varias y demas aconteceres de la infancia. Aprovecharlo al maximo, como imagino estareis haciendo. En una ocasion le preguntaron a un inante de 5 añitos lo que queria ser de mayor, y este, muy serio contesto: " Yo, lo que no quiero ser, es gente". Estoy segura de qe la pequeña Lucia, nunca sera simplemente "gente". Cuidarla y cuidaros mucho. Y, Gabriel, mil gracias por conseguir que mi Lolita sea feliz por fin. Se os quiere. Mil besitos!!!
Se nota, se siente la ternura y el amor paterno hacia Lucia, enhorabuena para Lola y para ti por este regalo mutuo y lindeza de criatura.
Lucía, que no nos deja vivir, también nos da la vida. Vosotras, Silvia, Mojadopapel, sabeis que el mundo a veces se comprime en una persona. Y que esto es grandioso.
Es cierto Gabriel, a veces el mundo, tu mundo gira en torno a esa personita.Y eso, a la vez que asusta (al menos a mi), me llena de gozo y de sabiduria. De su inmensa e inocente sabiduria. Y si, es real y absolutamente grandioso. Enhorabuena a ambos de nuevo, y mil felicidades!!!
Que guapa Lucia, yo dudo que lso cabrones sean felices así que deseala que sea feliz muy feliz y que sea buena gente por entonces sufrirá pero sufrirá feliz
pues nada que me las piro papiro de vacaciones pa las baleares, pasé por si había algo nuevo , te dejo un saludín mozo
Disfruta, brujo, tú que puedes
Publicar un comentario