20 de agosto de 2010

Los penes voladores


Hay lugares colmados de asombros, lugares benditos de curiosidades que exaltan la maravilla del mundo. Tal es el pequeño pueblo de Shingo, al norte de Japón, donde podemos degustar un helado de ajo contemplando...la tumba de Jesucristo. De las andanzas niponas del mesías judío, de su muerte allí y de la descendencia heroica, o semidivina, que aún pulula por Shingo podría escribirse una crónica sustanciosa, pero son otros los deberes que nos ocupan y otras las noticias exóticas traídas de aquellos pagos.
Cerca de Shingo, en un hayedo umbrío, se encuentran las Charcas Esmeraldas, una serie escalonada de pozas naturales donde habita el milagro de una especie única: el pene volador. Otro nombre no podría tener el anuro más extraño del orbe, una rana faliforme, de color azulado, capaz de recorrer seis metros en un solo salto aunque su cuerpo apenas alcance los diez centímetros de longitud, proeza determinada por la robustez de sus ancas y el diseño aerodinámico. En la época de las lluvias, cuando este anfibio se aparea, las Charcas Esmeraldas, ya de por sí oníricas, se transforman en un cuadro de tintes bosquianos con una lluvia horizontal de machos aportando la potencia de sus saltos como mérito nupcial. Un canto de degollados, un croar frenético, desesperado y agudo, aporta una banda sonora horripilante que subraya esta escena alucinada. La hembra, de tamaño mayor y con vetas violáceas, soltará al final de la olimpiada en torno a un millar de huevos que el extenuado macho se encargará de fecundar. Como otros tantos anuros, el pene volador es una especie al borde de la extinción; al peligro de su condición endémica debe añadirse que sólo un uno por ciento de los renacuajos logra alcanzar el estado adulto.
Tan rara criatura no puede ser ajena a la metáfora ni al mito. El pene volador es evidente kami protector de la fertilidad; su desaparición, para las creencias sintoístas locales, será el signo premonitorio de la muerte del mundo. Parece ser que a la realidad, y no al campo legendario, corresponde el uso como juguete sexual de los penes voladores en las escuelas de gheisas. De las gheisas y de los gheisas, porque este oficio también fue masculino.

Gabriel Cusac

5 comentarios:

Lola dijo...

este bicho vibra? se puede criar en casa? jeje

Gabriel Cusac dijo...

Ejem, ejem...

Juana María dijo...

Pues no sabía yo de la existencia de "los gheisas"(gheisos me imagino para nuestra ministra de igualdad), ni de la rana faliforme,ni la existencia de un pueblo nipón donde dicen está la autentica tumba de Jesucristo.Realmente ha sido una entrada muy interesante, partiendo de aquí me he dado una vuelta virtual por el pueblo de Shingo y toda esta historia de Jesucristo ha sido cuando menos extraña, real o no...?.
Un hurra por la rana macho(rano), toda una campeona, o campeon;al final la liaremos parda con el femenino y masculino, ya verás.
Saludos.

Gabriel Cusac dijo...

Sí, Juana María, Shingo debe ser fascinante. Lo de la tumba japonesa de Jesucristo no es tan increible; fíjate que millones de personas creen en la infabilidad del Papa -y manda cojones con la historia del Papado, que es la historia de la infamia- o en el retorcido misterio de la Sagrada Trinidad -que a mí me suena a vulgarización de alguna clave esotérica-: quizá lo que pase es que necesitan creer en algo. Yo también, es cierto, pero mis gustos van por otro lado, lejos de la estafa espiritual.
Sobre lo masculino y lo femenino tienes razón: nos están liando. Tanta progresía de salón conduce directamente a la gilipollez.
Un saludo.

juan de la cruz471 dijo...

Sí. Realmente se está extinguiendo. Nos adentramos en la era de la gilipollez.