19 de octubre de 2009

La orquídea sorbesesos



La orquídea sorbesesos
Flor gigantesca y vampírica, ribereña del Yabari fronterizo. El tallo, espinoso y no menos delgado que un vaso, se esfuerza en alcanzar el metro de altura para exhibir con prestancia una corola de pétalos negros, flácidos y de tacto aterciopelado, como una muestra de velos fúnebres y un anuncio de fatalidad. El cáliz es una explosión de estambres, rojos como la sangre y prolíficos como la mentira. Su aspecto tiene algo de diseño voluptuoso, como de lencería vegetal (así como esta apreciación puede inducir la inquisición psicoanalítica). No es extraño que el incauto sienta el irresistible impulso de comprobar si el aroma de esta flor se corresponde con la espectacularidad de su apariencia. ¡Pobre incauto! Los pétalos mortuorios se cerrarán sobre su nariz, en un taimado beso de cosa nostra, al tiempo que las anteras reventarán en una súbita ráfaga de polen mefítico. El incauto sentirá al instante que le arde todo el cuerpo, y perderá el seso.
Vagará entonces por la selva como un zombi, con la mirada tan extraviada y rígida como sus pasos y la mandíbula prieta como los gorilas y los tipos duros de las películas yanquis. Sólo si tiene la suerte de caer en manos de los indios matsés, la gente gata, puede recuperar la cordura. Ellos le llevarán a las orillas del Gálvez, donde podrá aspirar la orquídea retornasesos, dama blanca y bondadosa que reparará el desaguisado cometido por su hermana perversa. El polen de la orquídea retornasesos es el único antídoto conocido.
El ataque de la orquídea tóxica ha sido padecido por tribus invasoras y advenedizos occidentales: misioneros, caucheros y exploradores. Hasta hace pocos años, los indómitos matsés o mayorunas no se preocupaban de administrarles la debida cura: nada bueno venía del exterior. Hoy ya han sido sometidos, entre otras circunstancias porque el civilizado Fernando Belaúnde bombardeó sus territorios con napalm. No se le ocurrió a nadie, por aquel entonces, regalar al ínclito presidente unas macetitas de orquídeas sorbesesos.
Por último, saben los entendidos que algunas plantas también tienen cabida en un bestiario hecho como mandan los cánones. Esta crónica no es, por lo tanto, exabrupto. 

Gabriel Cusac

2 comentarios:

SILVIA dijo...

¡ Que jodías las orquídeas sorbesesos !
Pa que aluego digan que regalar flores es romántico....
Aunque... a más de un@ se las regalaba yo.
¡Qué se yo!.. un par a la casa blanca, otro par a la moncloa, alguna más al banco....
JIJIJI!!!
Mil besitos corazón!!! Y repártelos.

Gabriel Cusac dijo...

Yo también se las regalaría a más de uno, y más de uno me las regalaría a mí. Por cierto, una curiosidad: ¿sabes que en la sierra, en la de este pueblo, tenemos plantas carnívoras? Pues sí, es cierto, pero son atrapamosquitos, no engullen a grandes depredadores como políticos, banqueros u obispos, ni siquiera a pobres pardillos como el que cuenta. Pero, ¿a que suena exótico?
Muá, muá.