
Es necesaria la advertencia antes de internarse en la vorágine de esta novela brevísima, pero premeditadamente difícil, donde la alternancia de tiempos y de personas verbales, la deliberada inconexión entre párrafos -no existe división capitular- y la abrumadora composición dialogística pueden confundir al lector. Tal es la arquitectura de Pedro Páramo, un homenaje al caos literario y, sin embargo -o, en buena parte, por eso mismo-, un relato apasionante. Pero no se puede exigir al lector común que emprenda una labor de investigación, propia de críticos y eruditos, para leer una novela. Por eso creo oportuno avanzar dos premisas. La primera, temática: Juan Preciado viaja a Comala para conocer a su padre, "un tal Pedro Páramo", pero Comala es un pueblo de fantasmas. Cuando se percata de este hecho, Juan Preciado muere, dejando paso a los susurros, las voces de los espectros que reconstruirán su propia historia y la de Pedro Páramo. La segunda, formal: la novela consta de distintos fragmentos, en desorden cronológico, que pueden dividirse en dos partes, el diálogo de Juan Preciado y Dorotea y aquéllos que se corresponden con el tiempo de Pedro Páramo.
Más allá de su complejidad estructural -tan novedosa como excesiva- Pedro Páramo es una obra cumbre de la literatura, avalada por garantes de la talla de Gabriel García Márquez o Jorge Luis Borges. Posiblemente estén asociados a la génesis de esta novela dos elementos de fondo: la cultura necrolátrica mejicana y, en mayor medida, ciertas desgracias familiares que obligaron la estancia de Juan Rulfo (1917-1986) en un orfanato desde los diez a los catorce años y que sin duda marcaron en negativo la vida del autor. Porque Pedro Páramo es un viaje tétrico a un mundo aparte, con tan excasos nexos de realidad -de nuestra realidad- que a veces roza lo abstracto; un viaje maldito, bien sazonado de tres ingredientes acerbos: la soledad, la crueldad y la muerte. Descubriremos en Comala el pueblo del confín de la Tierra, un lugar de espíritu leproso cuya degeneración, agonía y muerte serán también las de su cacique, Pedro Páramo. La fatalidad gobierna la novela desde la primera línea; bajo su férula, cualquier situación es extrema.
-Hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo. Éste es uno de esos pueblos, Susana. Allá, de donde venimos ahora, al menos te entretenías mirando el nacimiento de las cosas: nubes y pájaros, el musgo, ¿te acuerdas? Aquí en cambio no sentirás sino ese olor amarillo y acedo que parece destilar por todas partes. Y es que éste es un pueblo desdichado; untado todo de desdicha.
Más allá de su complejidad estructural -tan novedosa como excesiva- Pedro Páramo es una obra cumbre de la literatura, avalada por garantes de la talla de Gabriel García Márquez o Jorge Luis Borges. Posiblemente estén asociados a la génesis de esta novela dos elementos de fondo: la cultura necrolátrica mejicana y, en mayor medida, ciertas desgracias familiares que obligaron la estancia de Juan Rulfo (1917-1986) en un orfanato desde los diez a los catorce años y que sin duda marcaron en negativo la vida del autor. Porque Pedro Páramo es un viaje tétrico a un mundo aparte, con tan excasos nexos de realidad -de nuestra realidad- que a veces roza lo abstracto; un viaje maldito, bien sazonado de tres ingredientes acerbos: la soledad, la crueldad y la muerte. Descubriremos en Comala el pueblo del confín de la Tierra, un lugar de espíritu leproso cuya degeneración, agonía y muerte serán también las de su cacique, Pedro Páramo. La fatalidad gobierna la novela desde la primera línea; bajo su férula, cualquier situación es extrema.
-Hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo. Éste es uno de esos pueblos, Susana. Allá, de donde venimos ahora, al menos te entretenías mirando el nacimiento de las cosas: nubes y pájaros, el musgo, ¿te acuerdas? Aquí en cambio no sentirás sino ese olor amarillo y acedo que parece destilar por todas partes. Y es que éste es un pueblo desdichado; untado todo de desdicha.
Gabriel Cusac
7 comentarios:
Tengo que leerlo, tengo que leerlo!!!
Joé, se me acumula el trabajo!!
Mil besazos guapetón!!
Por cierto, que tal va lo tu "péndice"?
Cuídate, que aún tenemos pendientes esas birritas!!!!
Léelo, guapetona. La "péndice", o el costurón, mucho mejor. Y las birritas...Cuando vuelvas por navidad, imagino. ¿No?
¿Que es nuestra realidad?.... o mejor, nuestra irrealidad?...la vida rutinaria que nos empuja diariamente hacia un final cierto, o los sueños imaginarios que nos dan alas haciendonos salir de nuestra piel y volar?
Yo soy de los de Jodorowsky, mojadopapel; tengo un concepto mágico de la vida, y creo que la realidad se cimenta en los sueños. O, por decirlo de otra manera, los hombres construyen la realidad en la medida que la imaginan. Esto no significa que baste con diseñar mentalmente un palacio para que se nos aparezca al lado, sino que ese palacio puede ser posible. Pero también creo que la mayoría de los pensamientos humanos tienen más de infamia que de virtud, incluso aquellos que se materializan en supuestas obras filantrópicas.
Y ya: no quiero pontificar.
Soñar e imaginar, percibir estéticamente,escribir y pensar nos eleva como personas, es nuestra parte aérea, pero también enraizamos y estamos sujetos a la tierra, encarcelados dentro de los limites de nuestra cultura y de la propia piel, jodido ¿no?.
Jodido. Pero el contraste es necesario; es necesaria la sombra para poder apreciar la luz.
Publicar un comentario