Nada conocía de esta novela, ni de su autor. Copio algunos datos de la edición de Valdemar:. catedrático de Cambridge, el verdadero nombre de Adrian Ross era Arthur Reed Ropes (1859-1933). Escribió libretos de ópera y unos dos mil poemas líricos, y fue productor de comedias. El agujero del infierno, escrita en 1914, fue la única (y afortunadísima) novela de ficción del autor, quien la dedicó a su colega y amigo M. R. James. Ramsey Campbell, por suerte, la rescató del olvido. Insisto, de nuevo, en que la edad de oro de la literatura fantástica y de terror comprende la última mitad del XIX y la primera del XX; este período, por sí mismo, es casi un certificado de calidad. Gracias, Campbell, y gracias, Valdemar, por la transmisión de este hallazgo.
Nos encontramos frente a una novela de terror perfecta. La prosa, muy británica, no abunda en alharacas estilísticas, y es particularmente sobria en cuanto a uso de adjetivos y calidad y cantidad de metáforas. No importa; del mismo modo es eficaz y precisa a la hora de describir la acción -a menudo, las florituras de estilo encubren una pobreza de contenido- y el escenario. Y, en este caso, como en muchos otros, la intensidad de la historia se vería estorbada por una envoltura formal mínimamente aparatosa.
En bastantes aspectos, El agujero del infierno puede emparentarse con El corazón de las tinieblas conradiano -y, por ende, con su versión cinematográfica Apocalipsis New-: el siniestro y poco menos que surrealista campamento río adelante, como un hermético reducto de brutalidad con idiosincrasia propia y ajeno al mundo exterior; el líder carismático, entre la lucidez y la locura; un clima opresivo de principio a fin. Aunque, a diferencia de la novela de Conrad, El agujero del Infierno no abunda en el viaje, en esa especie de peregrinaje maldito, sino que se centra en la estancia en el mismo corazón.
Temporalmente, el relato se desarrolla en 1645, en plena guerra civil entre los monárquicos de Carlos I y los parlamentaristas protestantes de Oliver Cromwell, vencedores a la postre. Geográficamente, en la fortaleza de Deeping Hold, en una zona pantanosa entre la aldea de Marsham y el estuario del río Bere. Una vieja leyenda anuncia la maldición de Deeping Hold, que será tragada por las aguas de la marisma, y más concretamente por la acción del Leviatán que las puebla, y que tiene su asiento en el llamado Agujero Negro, una zona oscura del cauce cuyos márgenes, grises y horadados, parecen formar un embudo. Este monstruo acuático, que nunca llega a verse -y que si se manifiesta es fantasmalmente, como una mancha negra y depredadora entre las aguas- no es el único foco de tensión que mantiene el vilo al lector. Otros son: la amenaza de las tropas republicanas, acechantes sobre Deeping Hold casi a la manera de los tártaros de Buzzatti; las brujerías e intrigas de una italiana amante del conde de Deeping, Philip, sobre quien parece ejercer un inexplicable dominio; las propias incidencias, siempre a la sombra del anatema, acontecidas en esa corte microcósmica y feudal; la condición de secuestrado del protagonista principal -el narrador- a cargo de su propio primo; un escenario de goticismo extremo. No obstante, se puede decir que los episodios descritos, si bien contribuyen a la construcción de una atmósfera agobiante, están sin embargo inmersos dentro de esa atmósfera. O, por decirlo de otra manera: la depresión por encima de los acontecimientos. Porque, como ocurre en los grandes relatos de terror, El agujero del Infierno obedece a esa característica felizmente acuñada por Lovecraft: es atmosférico. Lo que no impide que haya algunos momentos culminantes, donde el terror se intensifica, como la ceremonia mágica descrita en el capítulo IX o, en el capítulo XVI, la ofrenda que la marisma deposita dentro del mismo palacio: el cadáver de uno de los sicarios de las huestes condales.
Abrir esta obra maestra supone encerrarse en una cápsula. Debe leerse como un creyente en la magia lee un sortilegio.
Solamente mi primo se rió en su locura y exclamó que el invitado se acercaba: llenó una gran copa de vino y ordenó que todos hiciéramos lo mismo y nos pusiéramos en pie para darle la bienvenida. El ruido en la pared era como el chirrido de una barrena al triturar el mineral. Bajo el tapiz que cubría la pared comenzaron a aparecer hilos de agua y hebras de limo, y el paño se hinchó como una vela; finalmente se produjo un gran estruendo, que rasgó y arrancó el tapiz, y las piedras del muro se desplomaron dejando un boquete enorme en el mismo. Los hombres, presa del pánico, se pusieron a gritar y algunos se tiraron al suelo. Pero el conde alzó su copa y brindó por el invitado; mientras bebía, una gigantesca ola se estrelló contra la pared y su cresta se abrió camino a través de la abertura, lanzando al interior del salón algo oscuro. Cuando miré, vi que era el cadáver del joven negro.
6 comentarios:
Dear Author www.gabrielcusac.net !
I consider, that you commit an error. Let's discuss. Write to me in PM, we will communicate.
Anónim@ amig@: no tengo ni puta idea de inglés, pero más o menos entiendo lo que dices. Coméntame el error o los errores que aprecias, e intentaré contestarte. Ya aviso en el apunte de que apenas conozco datos de Adrian Ross; es muy posible que me haya equivocado en algo.
Dice el gaditano , que te comuniques con el por la tarde.. PM,- que según ha visto él hay algún error acerca de la entrada que has publicado,
Lo que no se como habrá traducido la Entrada tuya del blog,....- a veces me cuesta entenderla en castellano,,-¡¡¡ jejeje
Un abrazo a todos los que te leen, y ..¡¡-Enhorabuena de nuevo por otro Primer Premio de la pequeña Ciudad...
Gracias, Jony. Lo del premio se está convirtiendo en una sana costumbre.
I want to quote your post in my blog. It can?
And you et an account on Twitter?
Anónimo: no tengo ningún problema en que cites este post en tu blog. En cuanto al Twitter, ni tengo cuenta ni quiero tenerla. Pero los comentarios en este blog pueden servir como vía de comunicación. También, si me la facilitas, tu dirección de mail.
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