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O Conde de Lautréamont -alias literario que deforma suficientemente el Latreaumont de Eugène Sue-, uno de los secuaces del malditismo que comienza a fraguarse en las postrimerías del XVIII para estallar, como una revolución hermosa y fecunda, en la centuria siguiente: Sade, Byron, Baudelaire, Poe, Rimbaud, Villiers, Verlaine... De todo este magno bestiario, de toda esta colección de monstruos excelsos, quizá Ducasse sea el gran olvidado, el menos conocido (o el menos conocido en relación a sus méritos; no es pequeño el escorial de los malditos). A ello contribuye la cortedad de su existencia (nació en Montevideo en 1846 y murió, quizá a causa de la tisis, a los 24 años, en París), pero sobre todo la casi nula divulgación de su obra, los Cantos y las Poesías, que en vida del autor vieron la luz en ediciones marginales. Tampoco los escasos datos biográficos que conocemos siquiera sugieren el exceso, la rebeldía y el tremendismo que caracteriza a cualquier maldito de pro. Autor y obra, en definitiva, pasan desapercibidos en su tiempo, y serán los surrealistas quienes, medio siglo después de su muerte, le entronicen póstumamente.
Y en verdad nuestro conde apócrifo merece la gloria. Escojamos cualquiera de los seis cantos que componen el volumen, o simplemente, abramos el libro al azar. Es como asomarse al Infierno. Nos asaltará la violencia de un episodio truculento, las palabras nos herirán como puñales, sentiremos una súbita desazón. Porque este poemario en prosa, esta maravilla inclasificable, está gobernada de principio a fin por el dolor y la misantropía. Ducasse, en pos de la crueldad, no escatima recursos, refocilándose en la blasfemia, la obscenidad, la escatología, el bestialismo, la tortura, el crimen. Su personaje, solitario y desgarrado, declarado enemigo de Dios y de los hombres, consagra su existencia al mal (si se admite la paradoja de los términos). Tan espantosos credenciales han fomentado el rechazo de críticos timoratos, adalides de la moralina; hay que ser muy estúpido para no entender los Cantos como una oración inversa, un necesario revulsivo. Apartarse de una visión pacata e inquisidora debe ser, por tanto, el presupuesto para abordarlos y penetrar sin miedo en esta pútrida galería de horrores. Luego, basta con dejarse llevar por las andanzas y reflexiones del perverso Maldoror.Más allá de la subversión ideológica que guía su concepto general, los Cantos son destacables por su lenguaje hiperbólico, de lirismo arrebatado, que logra un perfecto equilibrio entre composición e inspiración, y por el inconcebible encadenamiento de escenas visionarias. No es extraño que los surrealistas adorasen a este arquitecto de pesadillas, este Caronte de la pluma.
A los hermanos Gómez de la Serna, atentos a la movida cultural francesa, debemos la introducción de los Cantos de Maldoror en España, tan temprana (1925). La traducción, bien considerada, corrió a cargo de Julio; Ramón hizo un prólogo más ocurrente que serio.
Se hallan frente a frente el nadador y la tiburona, salvada por él. Miránrose a los ojos durante unos minutos, y a cada uno de ellos le extrañó encontrar tanta ferocidad en la mirada del otro. Dan vueltas en redondo nadando, sin perderse de vista y diéndose para sí: "Me he equivocado hasta ahora. He aquí alguien que me supera en crueldad". Entonces, de común acuerdo, se deslizaron uno hacia otro con una mutua admiración, separando las aguas con sus aletas la tiburona, Maldoror batiendo las olas con sus brazos, y contuvieron su aliento con una profunda veneración, deseoso cada cual de contemplar por primera vez su vivo retrato. Llegados a tres metros de distancia, sin hacer ningún esfuerzo, cayeron bruscamente uno contra otro como dos amantes y se enlazaron con dignidad y agradecimiento, en un abrazo tan tierno como el de unos hermanos. Los deseos carnales siguieron de cerca aquella prueba de amistad. Dos muslos nerviosos se pegaron estrechamente a la piel viscosa del monstruo, como dos sanguijuelas; y los brazos y las aletas entrelazadas alrededor del cuerpo del objeto amado, al que rodearon con amor mientras sus cuellos y pechos no hacían al cabo más que una masa glauca de olor a algas; en medio de la tempestad, que seguía haciendo estragos a la claridad de los relámpagos, teniendo por tálamo nupcial la ola espumeante, arrastrados por una corriente submarina como mecidos en una cuna, y rodando sobre sí mismos hacia las profundidades del abismo, ¡se unieron en un acoplamiento largo, casto, horroroso...! Por fin encontraba yo alguien que se me pareciera.
Gabriel Cusac
8 comentarios:
Un incomprendido más, me imagino que los surrealistas tachados de locos
continuamente le entendieron perfectamente.
¿Qué pensaría Salvador Dalí, genio igualmente incomprendido?.
Un abrazo.
Precisamente Dalí ilustró una edición de los Cantos. Aunque no sé si sabrás que los propios surrealistas repudiaron a Dalí por su codicia. Hicieron, al respecto, un anagrama con su nombre: Avida Dollars. Si la originalidad y la técnica de Dalí son incuestionables, sí es cierto que algunas facetas de su personalidad le hacían aborrecible. Su "locura" no era más que una pose, y parece demostrada la "creación industrial" de Dalí; es decir, había días que sólo se dedicaba a firmar las obras que le ponían sobre la mesa. Con todos los dibujos dalinianos falsos que están circulando se podría empapelar el Palacio de Versalles. En fin, genio sí, pero...
Un abrazo.
Cierto, pero sólo por el hecho de plantar cara a profesores y a un academicismo establecido ya me parece genial.Y con respecto a la pose, su interpretación de loco puede ser pero volvemos a lo de siempre, el que más y el que menos tocando a dinero se monta la pelicula que haga falta y no sólo hablo de personajes mediaticos intrascendentes.
La vida es puro teatro.
Una pequeña mención a Marcelino Camacho deberías hacer Gabi..
Ha sido un Ejemplo como persona y como representante de CCOO
Abrazos
Dalí era genio y figura hasta la sepultura. Tambien un avaricioso,un
fascista,
un pelele en manos de la pedófila Gala, un traidor y un celoso hacía
su amigo el gran Luis Buñuel, un
"voyeur", un pajillero, un asexuado, un egolatra (a su diario lo tituló: Diario de un genio.) como demostró cuando le solto a Andrè Breton a raiz de su expulsión del grupo surrealista:
"No podeis expulsarme del surrealismo, porque el surrealismo
soy yo".
También es mi pintor favorito.
Títiro.
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Estoy buscando alguien que tenga algún enlace o me pueda ayudar a encontrar las ilustraciones que realizó Dalí sobre Los cantos de Maldoror.
Es para un trabajo de investigación que estoy haciendo, soy estudiante de Letras en la Universidad de Buenos Aires y estoy trabajando con Lautréamont y su influencia en el surrealismo, especialmente con Dalí para hacer literatura comparada.
Mi mail es flor.piedrabuena@hotmail.com
Muchas gracias!!
Qué tal, Quappi. No soy ningún experto en Dalí, pero el camino más fácil que puedes tomar es ponerte en contacto, a través de su web, con la Fundación Gala-Salvador Dalí. No creo que tengan ningún problema en ayudarte, y su información será la más segura.
La edición de Skira es, por supuesto, inencontrable, y que yo sepa no existe facsímil, aunque alguna de las ilustraciones se ha utilizado en ediciones posteriores. Te interesará saber (si no lo sabes ya) que existe otra edición ilustrada por varios surrealistas, de 1938. La referencia la puedes encontrar en IberLibro.com. (busca como Les Chants de Maldoror).
Mucha suerte.
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