20 de noviembre de 2010

Un pregón por si acaso


Dejando a un lado la devastadora marabunta de cantamañanas, arrimados, soplagaitas y figurones que en todo lugar abundan, objetivamente este humilde servidor que les cuenta quizá sea el más importante intelectual vivo de la ciudad estrecha, circunstancia que, amén de constituir otro indicador de la terrible decadencia que, en todos los aspectos, sufre nuestro olvidado rincón de provincia, me convierte en posible candidato del próximo pregón de fiestas. Como hombre prevenido vale por dos, he decidido prepararlo de antemano. Helo aquí. Entre corchetes, se apuntan los detalles escénicos y las consideraciones extratextuales.

[Balcón del ayuntamiento, repleto de concejales del partido gobernante y de la oposición. Empujones disimulados que no distinguen filiación política por conseguir un buen sitio en el antepecho, para salir en la foto. Abajo, peñistas en proceso de borrachera y jubilados. Yo en el centro, con mi camisa de discursos. Tras ser presentado por el alcalde, regulo la altura del micrófono (aunque esté bien regulada) y desdoblo la chuleta con mucha parsimonia, para aparentar calma. Entra pregón]

Cesaraugustas autoridades [giro y reverencia muy gentil dirigida al alcalde, mientras con una mano me rasco la entrepierna], queridísimo pueblo bejarano, apreciadísimos turistas llegados de todos los puntos del orbe:
Yo soy un hombre sincero, de donde crece el castaño [en realidad soy natural de La Línea de la Concepción, Cádiz, pero conviene crear un clima emotivo], y, aunque a simple vista no lo parezca, dado mi aspecto rudo y varonil, la sensibilidad hacia el lugar que me ha visto nacer es tan profunda que con toda justicia se puede calificar de subterránea. Por este motivo sufro y lloro cual Magdalena cuando llegan a mis oídos las infamias que, a través de lenguas viperinas, circulan sobre nuestro digno colectivo. Efectivamente, todos las conocemos: más cerrados que un huevo, hospitalarios como cabestros; pobres, pero soberbios (y a este respecto quisiera recordar una vieja copla: La torre del Salvador/se está cayendo de risa,/por ver a los bejaranos/con corbata y sin camisa), chismosos como comadres, envidiosos, hipócritas, cobardes, insolidarios, falsos devotos, cagachuscos, lameculos, y un largo etcétera. Sí, amigos, sufro y lloro ante estas vilezas. Es más, confieso que, en tales circunstancias, el inmenso dolor que padezco se somatiza a través de la taquicardia, el estornudo compulsivo y un molesto prurito que ataca las zonas erógenas de mi ser. ¿Y sabéis cuál es mi reacción entonces? ¿Lo sabéis, amigos? [un prolongado silencio como prólogo del clímax. Súbito, alzo la voz] ¡Pues hago esto! [y de orto a ocaso, repetidamente, utilizo el necesario recurso del ademán repartiendo bruscos cortes de mangas, por añadidura marcando los cuernos con el meñique y el índice] ¡A mamarla, cabrones! [esta exlamación acompaña a cada corte de mangas, muy sentidamente] ¡Todos juntos! ¡Expresemos nuestro rechazo a la maledicencia! ¡A mamarla, cabrones! ¡A mamarla, cabrones!...[un largo rato así, con todo el público, eufórico, sembrando cortes de manga a diestro y siniestro, en una especie de flashmob rústico, patriotero y no premeditado al que no tarda en incorporarse la chusma concejil].
¡Bejaranos de pro, serenémonos! [cuando ya esté cansado del numerito, enseñando las palmas de las manos en un gesto pacificador y pontifical]. Serenemos nuestra ira, ignorando las malas lenguas, porque es tiempo de fiesta, de placer y de ensalzamiento de nuestras raíces. Acudamos, pues, con corbata, pero también con camisa, a las misas de los teatinos como un batallón piadoso, arrasemos los chiringuitos de El Castañar devorando platos y platos de calderillo y degustando sin cesar los excelentes caldos que nos proporciona la Ribera del Cuerpo de Hombre, entonemos hasta enronquecer el Himno a Béjar y La Bejarana, egregias piezas líricas; contemplemos desde los miradores montunos el perfil cosmopolita de nuestra entrañable y próspera ciudad, así como, desde ésta, contemplemos la verde maravilla cantada por Gabriel y Galán; perdonemos las deudas a nuestros deudores, ofrezcamos la otra mejilla a nuestros enemigos, mostremos nuestra cara más amable en las reuniones de la comunidad de vecinos, ofrezcamos una perrunilla al municipal que acaba de multarnos y practiquemos cualquier otra mandanga beatífica que se nos ocurra.
¡De Béjar al Castañar, y del Castañar al Cielo! ¡Viva Béjar!
[Acto seguido, me tiro en plancha desde el balcón del ayuntamiento, como una estrella del rock, para ser recogido y posteriormente manteado por la muchedumbre entusiasmada. Entiendo que es un pregón muy breve, pero, total, para lo que me van a pagar...¡Sólo soy un erudito local!]

Gabriel Cusac


6 comentarios:

Juana María dijo...

Es un detalle pensar que al tirarte en plancha serías recogido y manteado por la muchedumbre entusiasmada.Por si acaso no lo hagas (ni siquiera en sueños) pues igual pasas de estrella a estrellarte.
Un abrazo.

Lola dijo...

jajajaaja,¿te han vuelto ha recetar el neurontín? es graciosa tu flipada.

julia c. c. dijo...

Muy bueno tu discurso pero....como comprenderás creo que jamas,siempre y cuando lo hayan visualizado las autoridades pertinentes,te dejaran dar el pregón de fiestas.Que conste que yo te aplaudiría.Lo que no me parece tan buena idea es la de lanzarte desde el balcón del ayuntamiento,que con tanto cabroncete que anda suelto no estoy yo muy segura de que no dieses con tus huesos en la piedra de la plaza.Un abrazo

Gabriel Cusac dijo...

Juana María:no cabe desconfiar del muy noble, muy leal, liberal y heroico pueblo bejarano. Fijo, si doy el pregón me tiro luego en plancha. Además, tengo comprobado que allá donde voy siembro devociones. Un abrazo.
Lola:discreción, cariño, discreción.
Julia: por no sé qué extraño azar, las sucesivas corporaciones que van desfilando por este ayuntamiento alcanzan con mi persona una cálida relación filial. No seas tan desconfiada. En cuanto a lo de la plancha, te digo lo mismo que a Juana María. ¡Otra cosa sería que me tirase a bomba! Un abrazo.

Anónimo dijo...

Pobre del incauto al que pillase debajo semejante sílfide bigotuda.
jajajajajaja
Títiro.

Gabriel Cusac dijo...

Pues RIP.
Un abrazo, Títiro.