31 de diciembre de 2010

La caída de la casa Usher, Edgar Allan Poe


Inevitable, imprescindible. El cuento de terror por excelencia, un gran cuento entre todos los cuentos. Publicado por Edgar Allan Poe (Boston, EEUU, 1809-Baltimore, EEUU, 1849) en 1839, se define como el relato atmosférico perfecto, a la vez que representa un poderoso argumento a favor de quienes defendemos que, en literatura -como en cualquier expresión artística-, las mayores muestras de genialidad están asociadas a cierto punto morboso, enfermo. Lo cual no significa, dicho sea para evitar agudezas, que el cine gore, por ejemplo, constituya el súmmun de la belleza, o que los manicomios sean cárceles de talentos.
Ya la obertura del cuento, donde el visitante -y narrador- detalla la llegada a la casa Usher, debe considerarse canónica en el género. De modo enfático, pero sin perder la elegancia, Poe provoca la inquietud prefigurando la maldición de la morada. El escenario sufre de un goticismo radical: el anochecer de un día de otoño, bajo un cielo de nubes bajas y pesadas, la mansión antigua, de paredes desnudas y ventanas como ojos vacíos, junto a un estanque negro y fantástico -ese estanque arquetípico que tanto gustará a Le Fanu-, la grieta indiciaria que nace en el tejado y se sumerge en las aguas...Cada frase está meditada para causar la preceptiva sugestión en el lector, y a esta pintura de lo externo se asocia la propia, no menos tenebrosa, de las impresiones recibidas por el narrador como una inevitable relación sintomática. La casa se personifica adquiriendo una expresión maligna, el vocabulario descarga una munición de angustia que parece no agotarse: melancolía, insoportable tristeza, depresión de ánimo, frialdad, abatimiento...Poe se demora con maestría en este preludio opresivo; pasaran casi cuatro páginas hasta que el recién llegado franquee las puertas de la mansión.
La casa Usher es el reducto de una estirpe agotada en los hermanos Roderick y Madeline. El primero, autor de la carta desesperada que motiva la visita de su amigo, muestra una consunción física y psíquica alarmante. Lady Madeline, que solo aparece una vez, fugazmente, antes de la conclusión del relato, padece una rara enfermedad que suele desembocar en episodios de catalepsia. Son dos seres unidos por la desdicha y la fatalidad; más allá de la estrecha relación filial -sobre la que Poe, sin ser explícito, hace planear la sombra del incesto- parece unirles la solidaridad inquebrantable de quienes comparten una cruel condena y un destino oscuro donde no se anticipa la más mínima esperanza.
No procede, en las presentes notas, detallar el contenido argumental de esta u otra obra, sino incitar a su lectura. Prosigo, pues, diciendo que el desarrollo del relato se espesa con la suma de pinceladas lúgubres, ahondando en la pesadumbre y el horror. La atmósfera citada arriba es cada vez más tóxica. Hasta que un hecho perverso será el detonante del desenlace -violento, macabro, espectacular- donde se manifiesta el vínculo aciago, esa especie de simbiosis inversa, entre la casa y sus moradores. El último párrafo, con su aura levítica, cierra de modo magnífico esta gran metáfora que es La caída de la casa Usher.

De aquel aposento, de aquella mansión huí aterrado. Afuera seguía la tormenta en toda su ira cuando me encontré cruzando la vieja avenida. De pronto surgió en el sendero una luz extraña y me volví para ver de dónde podía salir fulgor tan insólito, pues la vasta casa y sus sombras quedaban solas a mis espaldas. El resplandor venía de la luna llena, roja como la sangre, que brillaba ahora a través de aquella fisura casi imperceptible dibujada en zig-zag desde el tejado del edificio hasta la base. Mientras la contemplaba, la fisura se ensanchó rápidamente, pasó un furiosos soplo de torbellino, todo el disco del satélite irrumpió de pronto ante mis ojos y mi espíritu vaciló al ver desmoronarse los poderosos muros, y hubo un largo y tumultuoso clamor como la voz de mil torrentes, y a mis pies el profundo y corrompido estanque se cerró sombrío, silencioso, sobre los restos de la casa Usher.

La caída de la casa Usher es uno de los textos más estudiados y comentados desde diversas disciplinas. Su valor lo justifica. Por eso este apuntador -devoto poeiano, por lo demás- siente cierto apuro dejando caer un reproche que cuestiona levemente su perfección. Porque creo sinceramente que sobran en el relato tanto la inclusión de la poesía El palacio encantado -inocente y pomposa, a mi entender- como la casi inmediata cita de una bibliografía que se pretende maldita y casi en su totalidad resulta poco más que curiosa.
Lo siento.

Gabriel Cusac

2 comentarios:

juan de la cruz471 dijo...

El arte inspira al arte. Esta partitura se puso muy de moda entre los guitarristas clásicos hace 10 ó 15 años. Yo la tengo, por si te interesa.
http://www.youtube.com/watch?v=3RkHr2yZ3Wk

Gabriel Cusac dijo...

Gracias, Juan, lo veré. Y lo escucharé. Porque de momento me faltan los drivers de sonido en el ordenata.
Un saludo.