28 de septiembre de 2014

Carta abierta de un ministro dimisionario






 
Españoles y españolas, bobos de la polla y tontas del coño:
Dimito hoy del Ministerio de Asuntos Imponderables. Y lo hago en el pleno convencimiento de que me voy a forrar más todavía, teniendo en cuenta que durante todos estos años de vida política, trabajando al dictado de la banca y de las grandes corporaciones empresariales, ha llegado el momento de ser dignamente recompensado. Ellos, pues, habrán de procurarme (ya oficialmente en nómina) el jugoso chollete que complemente la paga vitalicia y otras sinecuras heredadas de mi paso por la res pública, también llamada cosa. Yo, a cambio, seguiré utilizando mis influencias y contactos para amañar concursos públicos, pergeñar leyes que favorezcan a mis sempiternos jefes y, en definitiva, joder a la chusma, o sea vosotros. Pero en este caso desde un plano más discreto, porque os puedo asegurar que reírme día tras día en vuestra puta cara desde la poltrona ministerial resulta un ejercicio agotador. Son muchos, además, los que ambicionan este cargo, y cualquier ministro, siempre en el filo de la navaja, está continuamente expuesto a la felonía de los suyos e, incluso, a la inquisición de la Justicia, pues de vez en cuando, aunque parezca mentira, aparece algún que otro juez con pretensiones de honradez. Tarde o temprano, de una manera u otra, este ingenuo acaba profesionalmente aniquilado, pero no cabe duda de que todos los trámites al efecto acaban siendo muy engorrosos. En resumidas cuentas, populacho de mierda, dimito porque voy a ganar más tranquilidad y más dinero (no necesariamente en este orden).
Creo que mi trayectoria ha sido impecable. He visitado los hoteles más lujosos, he follado con las putas más caras, vivo en una mansión de La Moraleja, como langosta y caviar cuando me sale de los cojones y no os podéis ni imaginar el capital que tengo repartido en distintos paraísos fiscales. Y todo a vuestra costa, gilipollas. Vosotros os arrastráis por un sueldo o un subsidio de mierda; yo soy Midas. Mis hijos estudian en los colegios más exclusivos, y vosotros no tenéis ni para dar de comer a los vuestros, desgraciados. Mi familia tiene acceso a las mejores clínicas del mundo; vosotros os podéis morir en las listas de espera de una sanidad pública que acabaremos destruyendo totalmente. Yo soy de la clase alta, y vosotros sois los parias condenados a la esclavitud.  Nosotros, los de la casta, no tenemos patria ni conciencia. Porque todos mis principios se reducen a esto: yo y los míos estamos arriba, y cuánto más os pisoteemos, más arriba estaremos. Un pueblo de borregos no merece otra cosa que un gobierno de lobos.
Que os sigamos follando, escoria.
Fdo: un ex ministro cualquiera


Gabriel Cusac

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