La Bañista de Mateo Hernández (imagen tomada de museoreinasofia.es) |
-La otra Bañista, la de alabastro, es
más real, más de andar por casa. Tiene la figura menos estilizada, el pecho
menos poderoso, marca los pezones y el pototo, deja asomar la barriga. Y alza
unos veinte centímetros menos.
-La de alabastro es más de zarzuela;
la otra, wagneriana.
-Algo así. En la Bañista
granítica-coralina-finlandesa la modelo, siendo la misma, se sublima. Lo
curioso es que la cabeza tiene una dueña distinta a la del cuerpo, la cabeza es
de Fernande Carton, mecenas, Zenobia y ángel custodio de Mateo. Parece ser que
los contemporáneos describen a Fernanda como una mujer muy hermosa. Yo veo las
fotos de mademoiselle Fernande y,
ante semejante afirmación, se me caen los palos del sombrajo.
-Todo tiene su aquel. Quienes la
describen así son amigos de Mateo Hernández, o al menos no son enemigos. Actúan
con gentileza. Y a ver quién tiene los huevos de llamarla fea. Viene el
picapedrero bejarano y le convierte en grava. Hoy pasa igual. Pongamos el caso
de una chica que tenga talmente el mismo careto que Sitting Bull cabreado. Pero cuando publique un selfie en su Facebook
siempre surgirán tres o cuatro grandes amigos que pongan en los comentarios: ¡Guapa! Y eso que la Carton mejora en el
retrato. Paradójicamente, el hecho de que Mateo Hernández no sepa dar expresión
a sus figuras, todas ciegas y robóticas; que sea incapaz de plasmar
sentimientos y movimientos, y que convierta a todo quisque en naturaleza
muerta, favorece de cojones a la Carton, que pasa de Aldara de Tablada a valkiria
por obra y gracia del cincel de su amado.
-Hombre, es que lo de la talla directa
tiene su intríngulis.
-No hay gestos, las manos yacen. Las
obras del escultor bejarano son la cumbre del hieratismo.
-Es que admiraba la escultura
egipcia.
-Venga, no me tome por el pito del
sereno.
-Dice Alain Moreau-Lebrun que “lo
excepcional de las tallas de Mateo Hernández consiste en una muy peculiar
relación entre sus modelos y los bloques que trabaja. Nace, por intercesión
suya, una alquimia que transfiere el alma de las fieras a la densidad inerte de
los minerales, conquistando, adiestrando y neutralizando las emociones de los animales
en un estado de serenidad y reposo. Se vuelca sobre elementos duros y fosiliza
la ternura para siempre; las piedras se convierten en fuente de vida
inagotable”. ¿Qué, cómo se queda?
-¡La puta que parió a Panete! A mí me
parece que Mateo fosiliza a los animales, a Fernande, a Dios y a todo lo que se
ponga por delante. Pero esta conversación está adquiriendo una deriva
peligrosa, y como siga contándome paridas se va a montar la marimorena.
-¡Calma, por favor, calma! Cambiemos
el rumbo, entre otras cosas porque entre lumbalgia, la cervicalgia, la espondilitis
anquilosante, etc., reconozco que no podría darle ni media hostia. Desarrollemos
una política de consenso y busquemos puntos de confluencia para superar este
trance crítico, aunque sea a costa de engañarnos a nosotros mismos. ¡Sí,
podemos! ¡Yes we can! ¡Hosanna! En resumidas cuentas: a mí Fernande me parece
una virago. La que me gusta es Camille
Claudel, la amante de Rodin.
-¡Pobrecita Camila! El Rodin tuvo que
ser un hijoputa de cuidado.
-Como la inmensa mayoría de los artistas.
Uno ve las biografías del gremio, y parece una competición de cabrones. Pero
quizá sea cosa del género humano, sin más, aunque cualquiera con fama está más
expuesto a que asomen sus vergüenzas. Imaginemos las biografías de nuestra
comunidad de vecinos, nosotros incluidos.
-¡Calle usted, calle! ¡Da pánico!
-Eso mismo. Pero a lo que íbamos. Vaya
tiarrona, la Bañista. Uno se imagina que no se trata de granito coral de
Finlandia, que es chicha pura, y es cuando la Bañista de verdad que impresiona.
Esa gigantona de metro noventa, así tan macizota, andando con esa seguridad por
la playa (o por el museo), con esos melones redondos, rotundos, envuelta en ese
bañador de muselina…
-¡Y marcando ese cacho coño!
-¡Aaaaaaaaaaángela María! Ahí quería
llegar yo. ¡Es un coño alzado, un coño que parece haber eclosionado como los
champiñones, un coño preponderante, un coño sobrevenido, un coño de sopetón!
-¡Es la castaña y la castañuela, la
hucha, el hachazo, la almeja, el chocho! ¡Es un signo de admiración sobre el
cual pone el punto el espectador! ¡Es el coño por antonomasia!
-¡Sí, señor! ¡Es un coñazo!
¡Brindemos juntos por ese coño descarado! ¡Agrupémonos todos en el coño final!
-¡Viva el coño de la Bañista en
granito coral de Finlandia!
-¡Viva!
Chin, chin.
-Oiga, si le parece bien, hablemos
ahora del culo. Resulta que precisamente fui la semana pasada al Reina Sofía, y tienen a nuestra Bañista muy
pegadita a una esquina. Vamos, que para verla el culo hay que empotrarse en un
ángulo de la sala, y eso hace muy feo, sobre todo en un Madrid capital. ¡Menuda
putada!
-¡Qué vergüenza! ¡Qué desidia
institucional! ¡Qué poca visión expositiva! ¡Tanta carrera, tanto máster y
tanta polla para que al final el museógrafo de turno nos joda vivos!
-Así es, así es: ninguna carrera
universitaria asegura el sentido común. Pero vayamos al meollo: ¿cuál es su
impresión personal del culo de la Bañista?
-Pues mire, le voy a confesar que, en
un alarde de sensibilidad, la última vez que lo vi, y eso fue antes de que la Bañista
emigrara a los Madriles, llegué a palparlo y todo. Sin embargo, no es un culo
que impresione mayormente. Es un buen culo, pero, cómo le diría yo, un culo del
primer tercio del siglo veinte, un culo de aquellos tiempos. Un culo fuerte,
sostenido por dos recias columnas, pero no obstante rústico y desangelado, con
un cierto deje de fatalidad.
-Opino lo mismo. No es un culo
pimpolludo, felino, un culo de estos que ondea como un pabellón glorioso y
despierta una sonrisa de orgullo y optimismo en nuestros patrióticos corazones,
un culo que carbonata las neuronas y nos hace entonar, con ademán altivo y en
súbito arrebato, Asturias, patria querida,
o bien el Aguachubrefrí, temas de
este tipo, vinculados a altos ideales, vislumbres heroicos y revoluciones
pendientes.
-¿Se refiere usted al I want to break free, de Queen?
-Claro, coño, o bien of course.
-En definitiva, coincidimos en que no
es un culo de reguetón. Podría decirse que es un buen culo a secas.
-Oiga, me estoy dando cuenta de que
ya llegamos a las cinco páginas de diálogo. Un último apunte, y a tomar por
culo, dicho sea a colación.
-De acuerdo.
-¿Usted conoce Corrección, aguafuerte número 46 en la serie de Los Caprichos de Goya?
-No.
-Pues ahora se lo enseño.
-Venga, de puta madre.
-Let´s go!
Gabriel Cusac
4 comentarios:
Amigos y más que amigos, mi querido Gabriel. Lo que importa es que las obras de arte inspiren, impresionen, dejen vagar a la mente por los errabundos espacios de la mente. Cuando una escultura, por ceñirnos a La Bañista que es quien nos ocupa, no nos dice nada, ni hola, que ya es decir, entonces...malo. Fernande debía de ser una mujer de pelo en pecho, de armas tomar, de una sensibilidad pasmosa para descubrir en aquel españolito chiquito y cabezota llamado Mateo a un artista que le iba a sacar los cuartos, por lo menos en los primeros tiempos. ¿Amor? Imagino, pero es lo de menos. Lo de más es pasar tu vida con un artista con un corazón de oro que te tomaba de musa a las primeras de cambio, en bañador, en pelotas o con pendientes, qué más da, horas y horas de posado y de conversación. Y que luego, tras la muerte de Mateo, fue capaz de cumplir sus sueños a viento y marea, como esa Valkiria que interpretas que fue, luchando a brazo partido con la sinrazón de un gobierno español al que no le interesaban los más mínimo su obra, ni siquiera regalada.
Lo dicho: amigooos paraaaa siempreeeeeee.
Un saludo
Pues me honra tu amistad, Carmen. Pensé que te iba a disgustar este "diálogo incorrecto" sobre ese icono sagrado llamado Mateo Hernández. Sobre Fernande, por lo poco que sé me parece una santa. No puedo decir lo mismo de don Mateo.
Un abrazo, amiguita del alma.
Gloriosa y desparramadora descripción de tan sugerente escultura, que uno la mira (y la ha mirado) de una forma determinada yendo acompañado de señora, hijo, amigos que has traído de visita y tal y, si se puede, en un descuido, en un aparte o volviendo otro día medio a escondidas, la vuelves a mirar con parte, con igual o con más fogosidad de la que expone Cusac, para beneficio propio, particular y secreto, entrando en campos ocultos como las causas y motivos y -sobre todo- las circunstancias en el momento de la talla con todas sus connotaciones. ¿Eso no lo dejó escrito Mateo H., no? (Iba a decir que casi mejor, pero no lo digo porque lo hubiera querido saber).
J. Francisco Fabián
Sí, amigo Fabián, la bañista de Mateo Hernández fue una de las musas que introdujo a toda una generación de bejaranos en el arte manuelino, algo que, estoy comprobando, me confirman grandes nombres de la cultura local. Ciertamente, a Mateo Hernández debemos mucho más de lo que pensamos. Un abrazo.
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