20 de agosto de 2023

Apuntes sobre el Bejaraun, mítico bejarano

 


 

Bejaraun (dibujo de Lucía Cusac)

 

Numen autóctono, ficción identitaria local como el avicornio sanchezpasiano, el decanato de la Ancianita o la toma de la plaza al moro. Tiene semejanzas con Baxajaun, primo vasco: gigantesco, velloso y selvático, pero a su vez -utilizando la definición de Mircea Eliade- héroe civilizador, porque si Baxajaun consta como el primer herrero, a Bejaraun se le presume primer tejedor. El parecido no va más allá. En realidad, el salvaje de los bosques bejaranos es tan genuino que resulta a todas luces inconfundible. Ergo, viste sobre la tupida pelambre pañosa y pantalones de tergal, si bien ambas prendas tan capeadas que tienen el mismo color que la sotana del licenciado Cabra y no menos trizas volantes que el outfit del Rey de Amarillo. No hay rastro alguno de camisa, o calzado; tampoco de sombrero, aunque, a modo de aureola ecológica, siempre sobrevuela en torno a su cabeza un círculo de abejas zumbantes. Puede considerársele mítico decadente.

Le gusta empinarse a las mirandas y ensayar pose egregia, tipo El caminante sobre el mar de nubes, de Caspar David Friedrich. Se le ha visto sobre la cruz de la Peña de la Cruz, haciendo el pino junto al hito de Peña Negra, coronando apagadas chimeneas fabriles e incluso, díscolo, a horcajadas sobre el Cristo del Sagrado Corazón.

Al respecto, existen dos testimonios gráficos dudosos, como es de ley en asuntos legendarios. El primero es un dibujo a carboncillo en pliego común de papel Guarro Casas. Nuestro lar silvestre, pillado de perfil, contempla sus dominios desde el ya olvidado Mirador de los Gatos. Inclinado, en postura un poco forzada, apoya sus manazas en el barandal, que le llega a las rodillas, y la greña, colgando hasta la cintura, se confunde en los trazos con los pliegues de su capa astrosa. No hay mucho detalle del rostro, amén de lejano apenas visible entre las crenchas de melena y  barba, esta  a modo de Valle-Inclán zarrapastroso. El pie del dibujo no tiene desperdicio: Visto en octubre de 1949. Al lado, las iniciales del autor: E.M.G., y ya se ha especulado que suponen firma de un ilustre bejarano: Emilio Muñoz García. El dibujo, donado anónimamente a Sbq Solidario, será próximamente puesto a subasta por Luis Felipe Comendador (y en tres líneas se juntan dos grandes coterráneos).

El segundo credencial no es menos impresionante. Se trata de una fotografía, rarísima, tomada a fuscolusco desde la carretera de Aldeacipreste a la altura del Tranco del Diablo. No vemos más que una silueta sobre la bota satánica, pero esta silueta causa pavor. Un tanto informe, animalesca, aparece la figura de lo que en un primer momento podríamos asociar con una especie de simio desmesurado, pero la capa y la melena desplazadas en horizontal por el viento, que también agita una fronda visiblemente otoñal, y la postura en jarras del personaje parecen certificar una extravagante humanidad. Según Antonio Sánchez Sánchez, propietario de la foto y experto coleccionista del mundo de la imagen, la escena está captada al amanecer, ya que la luz proviene del este, y presenta el sepia característico de los primeros años del siglo XX. Desconoce la autoría de la foto, que encontró en un trastero al adquirir recientemente una propiedad en la calle Colón, pero apunta como soluciones racionales el posado de un actor o el artificio de un pelele al servicio de unas intenciones ocultas, acaso la confección ex profeso de una prueba que confirmara la existencia de Bejaraun. O sea el fraude (y a este apuntador le viene ahora el recuerdo de las hadas de Cottingley).

Nuestro querido Bejaraun, que apesta como una tenería y ríe con traqueteo y escándalo de telar industrial, avisa con un grito de los peligros, tal desprendimiento de rocas en la Vía Verde, caída de un árbol o que se acerca una piara de jabalíes. Es un “¡Toooooooooo!” gutural que deshoja castaños y robles cercanos, rompiendo como un trueno sobre el paisaje y poniendo los pelos de punta al paisanaje. Además de su faceta protectora también tiene un punto bromista, y lo mismo sopla en el cogote de los senderistas que pellizca el culo a los operarios municipales cuando esquilman el musgo de Los Navarejos para las fiestas del Corpus. Gusta especialmente de susurrarle a las mujeres, muy pegadito al oído: “Bejarana, no me llores”, y la bejarana –o no- bate el récord de salto de longitud sin tomar carrerilla. Empero, es difícil toparse frente a frente con Bejaraun. Como buen genio tutelar, es invisible a voluntad.

 

Gabriel Cusac

 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hacía tiempo que no te leía, eres único.

Gabriel Cusac dijo...

Y muy bueno, eh? Gracias por visitar este islote literario.

Anónimo dijo...

Te estás convirtiendo en un mitólogo local, el Barandiarán Bejarano. jajaja.¿Para cuando un relato del otro mito bejarano? El Cancervezero, que vigilaba la entrada al inframundo de las bodegas del Puente Alcolea. jajaja.
Títiro.

Gabriel Cusac dijo...

Muy bueno, Títiro. Fuera de coña, el Cancervecero puede dar mucho juego. La pena es que ya solo los puretas podemos acordarnos de las bodegas del Puente Alcolea...las míticas bodegas.