Cúpula de la ermita del Santo Cristo de Talaván, imagen de Eloy Díaz Redondo |
He estudiado con detenimiento el
artículo de José Julio García Arranz “Un caso de transformación iconográfica y
reorientación significativa: la decoración de la ermita del Santo Cristo de
Talaván (Cáceres, España)” y pienso que constituye un pasaje obligado para
futuras investigaciones, dadas sobre todo las escasísimas fuentes documentales
y la precaria bibliografía que sobre la ermita del Santo Cristo han salido a la
luz. Además, en estos momentos, cuando se lucha por la rehabilitación del lugar,
cualquier publicación acerca del mismo debe ser celebrada, porque otorga visibilidad
a nuestra justa demanda. Con la humildad de un diletante, sin ninguna pretensión
académica, intento aquí exponer una opinión crítica, pero respetuosa y
constructiva, sobre el artículo y, de paso, confrontar mi propia teoría,
distinta a la interpretación de José Julio. A pesar de estas diferencias de criterio, entiendo
que inevitables, reitero que la suma de voces -en este caso tan valiosa: un
doctor universitario- es
un arma imprescindible contra la ruina de la ermita.
Pienso, en primer lugar, que son
necesarias algunas aclaraciones, cuando no correcciones. El artículo de José
Julio, aunque excelente, contiene distintas referencias dudosas o erróneas que
pueden llevar a la confusión.
1- Son varias las menciones (ejemplo: p. 24,
“los dos boceles del anillo exterior de la misma [la cúpula] fueron retocados,
como ya señalara Carmen Cascón”) que se hacen en el texto a la historiadora y miembro del Centro de Estudios Bejaranos (CEB) Carmen Cascón, todas señalando la entrada de su blog personal “La
ermita del Santo Cristo de Talaván (Cáceres), otro episodio de patrimonio
artístico a punto de perderse para siempre”. Pero, en realidad, el blog de Carmen Cascón solo
es utilizado como plataforma digital, como vía de difusión, porque el texto
pertenece al historiador del arte Roberto Domínguez Blanca, quien publica a
través de este medio su propio informe, el realizado ex profeso sobre la ermita
del Santo Cristo con vistas a la protección de la misma. Para entendernos,
digamos que Carmen solo actúa aquí como editora. Es difícil entender el error. Primero,
porque Carmen avisa de la autoría de Roberto en la introducción inicial;
segundo, porque el informe de Roberto Domínguez Blanca, así mismo publicado en
la web del Centro de Estudios Bejaranos (CEB), se cita en el artículo de José
Julio, quien lo califica de “pormenorizado” e igualmente lo referencia en el
apartado “recursos web”. Pero ambos textos, el de la web del CEB y el del blog
Carmen Cascón son sencillamente el mismo: el informe de Roberto. Debe señalarse
además que la imagen de la cúpula (fig. 3) en p. 23 del artículo, no es de Carmen
Cascón, como indica el pie de foto, sino del abogado y fotógrafo Eloy
Díaz Redondo.
2- En p. 26 se cita precisamente a
Roberto Domínguez Blanca como promotor de “diversas actuaciones ciudadanas para
salvar para salvar el santuario”. No, no es así. Roberto, a través de su
informe, aporta un pilar fundamental en la lucha por la restauración de la
ermita, pero las “diversas actuaciones ciudadanas”, desde la campaña “Salvemos
a los condenados de Talaván” hasta la inclusión de la ermita del Santo Cristo
en la Lista Roja de Hispania Nostra o
la recogida de firmas en Change -estas dos acciones, utilizando el soporte del
CEB y, ahora sí, con la inestimable colaboración de Carmen Cascón; porque no es
lo mismo que la solicitud sea de un mindundi a que lleve el marchamo de esta
institución cultural-, pasando por el contacto con las autoridades
patrimoniales extremeñas, parten de la iniciativa de un buen amigo de Roberto
Domínguez Blanca: quien suscribe. Invitado por la Asociación Talaván Historia
Viva, tuve ocasión de explicar con detalle el desarrollo y la cronología de
estas acciones en una charla dada en la Casa de la Cultura, el 16 de marzo de
2019. No se trata aquí de satisfacer ningún afán de protagonismo; simplemente,
es de justicia que a cada cual se le atribuyan sus méritos.
3- En p.
33, en cambio, se me atribuye una cita ajena: “Gabriel Cusac […] indica que
podría tratarse de una capilla expiatoria en la que el cielo o el infierno,
como novísimos o postrimerías, tras la muerte y el juicio, se encontrarían muy
cercanos”. En realidad, la cita pertenece a Antonio Avilés Amat, entonces
Presidente del Centro de Estudios Bejaranos, quien el 09/03/2014 publicó en mi
blog la entrada “Los ángeles malos de Talaván”, como un eslabón más de “la Cadena”, serie digital de textos iniciada en febrero de 2014 que constituyó una
de las iniciativas ciudadanas antes citadas.
Creo que es importante resolver estos
equívocos (disculpables y debidos sin duda a la abundancia de bibliografía
manejada), sobre todo para no confundir a los investigadores.
4- En p. 24 se lee: “La siguiente
evidencia documental con que contamos del santuario es un informe fechado en
1790, en el que se habla de la existencia de una ermita dedicada al Cristo del
Egido (sic) como lugar en el que se reúnen los miembros que componen el concejo
o corporación para la administración y gobierno del municipio; muy
probablemente se trate del mismo edificio que ahora nos ocupa, y que ya en
aquel momento, como se indica en el escrito, se encontraba en estado ruinoso y,
en consecuencia, fuera de culto”. Estoy totalmente de acuerdo con José Julio;
es más, creo que rotundamente se puede afirmar que nuestra ermita es la del
Santo Cristo del Ejido:
a) En el documento citado se relacionan
las cinco ermitas que cuenta Talaván en 1790; solo una, la del Santo Cristo del
Ejido, “cerca de arruinarse”, tiene advocación cristológica. La misma
advocación que señala la leyenda entre boceles de la cúpula, referida al
sacrificio de Cristo.
b) Ejido significa terreno comunal. Todo
cuadra. Por eso las reuniones del concejo se celebraban allí; por eso la
parcela de la ermita figura en el Inventario Municipal de Bienes y Derechos
como “Cristo”, tal como en 2013 avisara José Muñoz, Secretario del Ayuntamiento
de Talaván.
c) La reseña decimonónica del Diccionario
de Pascual Madoz a la ermita del Santo Cristo de la Encina, dada su
excepcionalidad, se trata sin duda de un error. Entre la ingente cantidad de
colaboradores que hicieron posible el Diccionario quizá ocurriera que
alguno interpretase literalmente una indicación geográfica oral, al darse la
circunstancia de que una encina creciera junto a la ermita. Creo que es una
explicación probable.
5-En p. 32 se comenta:
“El llamativo e inquietante aspecto que hoy presentan las figuras angélicas de
la base de la cúpula ha dado lugar, en fechas recientes, a todo tipo de
especulaciones, todas ellas fundamentadas en la idea de que tales
representaciones fueron concebidas originalmente de este modo, y que, por tanto,
poseían tan siniestros atributos desde su creación a inicios del s.
XVII”. Es verdad, José Julio, pero debes admitir que, a falta de pruebas
científicas, como un análisis estratigráfico de los esgrafiados, todos nos
movemos en el terreno de la especulación. Frente a la hipótesis “grafitera” que
compartes, quiero contrastar los argumentos de la mía:
a) Los llamados “ángeles malos” son
sencillamente increíbles por su falta de parentesco iconográfico. Pero creo que
es mucho más increíble pensar que lo que vemos sea el producto de una
transformación icónica “entre finales del s. XVIII y las primeras décadas del
XIX”, que un retoque de pintura sobre los trazos originales, un simple intento
de restauración. Porque en 1628 nos encontramos en plena Contrarreforma, un
período donde la Iglesia Católica realiza un gran esfuerzo doctrinal, de lucha
contra los “herejes”, y los autos de fe de la Inquisición española están en su
apogeo. Por eso tiene mucho sentido que los “ángeles malos”, pese a su
condición de obra originalísima, pero en consonancia con su época, representen
a pecadores, a herejes, a condenados por la Inquisición. En cambio, “entre
finales del s. XVIII y las primeras décadas del XIX” el tiempo histórico de
España adquiere la deriva contraria; justamente estamos inmersos en la
Ilustración, donde la luz de la razón pretende imponerse a la oscuridad de
dogmas y credos. Una luz que, por suerte, contribuirá a abolir la Inquisición
en 1834, como señalas. No es precisamente el periodo más indicado para la
transformación icónica, para convertir ángeles en condenados. Así mismo, en
este contexto, el cambio de uso del edificio al “asociarse a una función
funeraria” me parece más un argumento en contra que a favor de la teoría del cambio
icónico. Ante tal coyuntura, yo me
decanto por el principio de la navaja de Ockham: la explicación más simple es
la más probable.
b) En este marco contrarreformista,
pienso que la inclusión original de los “réprobos” formando parte del programa
decorativo de la cabecera de la ermita está en consonancia con el mensaje
ejemplar que quiere transmitirse. La leyenda de la cúpula nos habla del
sacrificio de Cristo. Y los medallones contienen elementos de la Pasión. Hay
una unicidad didáctica, y su significado equivaldría a “si desprecias el
sacrificio de Cristo, te espera el Infierno”. Un mensaje plenamente
contrarreformista. Para entender el singular diseño de los réprobos debemos
situarnos en un plano simbólico. Las alas, en una metáfora ancestral, nos
indican que son almas. Los colmillos, las grandes bocas, los ojos desorbitados,
la expresión de horror y ferocidad, acentuada en algunas figuras con muescas
esgrafiadas en torno a la boca, nos indica la calidad y el destino de estas
almas. La coroza indica que son condenados por la Inquisición. Sí, se trata de
un conjunto heterodoxo, sin referentes, una invención individual, pero es
bastante más probable que esta heterodoxia artística se dé originalmente en
1628 que más de un siglo después, fruto de un “tuneo” aún menos justificable
que, como poco, causaría desconcierto entre los talavaniegos, cuando no
indignación.
Y nada más. Solo decir
que me importa mucho menos tener o no tener razón en mi hipótesis que la
salvación de los “angelitos malos”, de la mujer con toca, del hombre gato, de un lugar
prodigioso que puede venirse abajo cualquier día gracias a la desidia
institucional. Desidia que me duele como una puñalada. Debemos perseverar en la
lucha, y unir voces. Debemos apoyar el heroico tesón que las mujeres directivas
de Talaván Historia Viva están demostrando. Debemos agradecer que sabios como
José Julio García, o Roberto Domínguez, o Samuel
Rodríguez, o José Muñoz Domínguez, o Tomás Aguilera, o Carmen Cascón, o Antonio
Avilés hagan sus aportaciones, pero eso no nos libra de la obligación moral de
sumar en la medida de nuestras posibilidades. Como han hecho cientos de
personas, talavaniegos o no, que sufren ante la ruina de la ermita del Santo
Cristo. Porque se lo debemos a los que vienen detrás, a nuestros hijos, a
nuestros nietos, a las generaciones del futuro. Adelante. Fuerza.
Gabriel Cusac
4 comentarios:
Aplaudo tus aclaraciones, Gabriel.Cada cual apirta su granito de arena al estudio, puesta en valor, contextualización histórica y artística de esta obra tan difícil de interpretar. Queda mucho por hacer. Sigamos...
Sigamos, Carmen. Un abrazo.
Gracias por escribir artículos como éste y tanto da que haya errores en lo que escribís sobre nuestros ángeles o réprobos (tampoco importa lo que sean). Lo verdaderamente importante y casi increíble es que personas tan documentadas en sus ámbitos, se ocupen y preocupen de este patrimonio histórico y cultural, mientras los supuestamente (in) competentes, se dan al "dolce far niente",y ante las numerosas acciones, peticiones y reivindicaciones, respondan con un virtual y mariánico "Vuelva Vd. mañana".
Manuel, lo vamos a conseguir, entre otras cosas porque el martillo pilón de Talaván Historia Viva, con sus Cárites perseverantes, tiene muchos caballos de potencia. Ánimo, seguimos en pie. Un abrazo.
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