Exterior de la ermita del Santo Cristo del Ejido. Destaca el curioso remate piramidal de la cúpula (Imagen de Juan Carlos Pérez Hernández) |
¿Qué
nexo une Béjar con el lejano Talaván, lugar cacereño de Los Cuatro
Lugares? ¿Qué tiene que ver el Centro de
Estudios Bejaranos con una ermita situada a más de 100 kilómetros de nuestra
ciudad? A veces el mundo de la cultura mueve afanes solidarios, tejiendo hermosas historias como la que voy a contar. Fue Talaván nueva
Cólquida, fueron un puñado de bejaranos insospechados argonautas, y la
rehabilitación de unas ruinas -que no un robo mitológico, a tanto no llega la
metáfora- sigue siendo el dilecto Vellocino de Oro.
La
ermita del Santo Cristo del Ejido, a las afueras de Talaván, pero vecina
próxima de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, amén de
ruinosa, es de fábrica pobre. No se tendría en pie sin el auxilio de los
distintos contrafuertes que la sujetan. Se alza en mampostería de pizarra y
arenisca, con parches de ladrillo; la piedra de sillería solo está presente en
la puerta de entrada y en los dos arcos diafragmáticos del interior: uno divide
la nave; el otro separa a ésta de la cabecera. Dicha nave, como la sacristía,
está descubierta; la bóveda de la capilla mayor, leprosa de grietas y de
verdín, tiene la circunferencia descabalada de un balón pinchado. Algunos
grafitis ensucian el encalado de la sacristía y del presbiterio. Un espacio
inculto, donde antes estaba enclavado el antiguo cementerio, ofrece al
visitante un proemio de desolación. Unos nichos de torpe ubicación, abiertos, inoportunos
y obscenos, se adosan en el lado de la epístola, apenas entrar en el viejo
templo. Entonces, ¿qué coño merece la pena de esta ermita? ¡Ay, amigos! No os
lo podéis perder. Porque estos muros humildes, afligidos por un abandono
secular, son el cofre del más inverosímil catálogo de esgrafiados que pueda
encontrarse en la iconografía patria. No se trata de ninguna hipérbole.
Grotescos,
sin parangón, ingenuamente terroríficos, una cenefa de monstruos alados convierte
la cúpula herida en un nido de pajarracos bosquianos. Se trata de veinte “réprobos”
o “ángeles malos” -en origen veintiuno; debemos la baja a los estragos de la
humedad-, veinte rabiosos monigotes, de bocazas vociferantes y colmillos
vampíricos, de ojos desorbitados y expresión enloquecida,
excesivos de alas y tocados con unos graciosos gorritos con borla, ninguno
igual a otro, pero todos parecidos (seguramente porque fueron hechos sin
plantilla, a pelo). Los gorros, como las fauces réprobas, están pintados de un carmesí
chillón, estridente. Tan infernal escuadrilla ofrece la impresión de haber sido
diseñada por un niño; el artífice no era Michelangelo Buonarroti. Bajo ellos -y
no puedo decir bajo sus pies, ni bajo sus garras, porque hablamos de bustos
alados-, entre boceles, una leyenda en latín con reminiscencias del libro de
Isaías se refiere al sacrificio de Cristo y, a continuación, nos ofrece la
fecha del 15 de marzo de 1628, data probable del término de la decoración y,
por ende, de las obras. Sobre ellos, el esgrafiado cede a la geometría (aunque
inexacta, debido a la deformidad de la cúpula), y una red de casillones con rosetas
avanzan hasta el remate de la bóveda vaída, resuelto en un disco que a su vez
encierra un gran floripondio multipétalo: el efecto es hipnótico.
Aunque
el corro de “réprobos” o “ángeles malos”, por su rareza y espectacularidad, resulta
lo más llamativo del cartel, otras figuras completan el conjunto de esgrafiados
de la ermita del Santo Cristo. En las paredes de la capilla mayor, los
desconchones del encalado nos permiten descubrir secuencias del programa
decorativo oculto. De este modo, en el arranque de la bóveda, bajo la leyenda
bíblica, asoma con intermitencia un friso de medallones con distintas Arma
Christi, ya sin pintura añadida; solo los clavos y las escaleras de la Pasión
se muestran con claridad, aunque pueden distinguirse otros elementos como las
tenazas o los flagelos. Unos seres híbridos, una especie de ángeles con cola
vegetal, son los tenantes de estos medallones. Así mismo, en la pared del
altar, reaparece la malla de casetones con rosetas, ahora con la regularidad
que permite la superficie. Las celdillas, pero en este caso vacías, se repiten
en toda la nave.
Dos réprobos (Imagen de Eloy Díaz Redondo) |
El "hombre gato" (Imagen de Juan Carlos Pérez Hernández |
Ya
vemos que la interpretación iconográfica puede resultar apasionante. Otro tanto
ocurre con las criaturas de la cúpula. Roberto Domínguez Blanca y yo
compartimos la opinión de que se trata de réprobos, de condenados al Infierno,
siendo los retoques posteriores fruto de un desafortunado intento de
restauración sobre los trazos originales. Así nos los parece indicar una serie
de indicios: aunque particularísimos, una invención individual en todo caso, los
réprobos estarían en consonancia con una didáctica contrarreformista, como
corresponde a su tiempo; si el programa decorativo, la leyenda y la misma
advocación de la ermita se refieren a Cristo y a su sacrificio, ellos,
sufrientes, horrorizados, representarían lo que sucede despreciando ese
sacrificio. Las alas, en una metáfora ancestral, nos indicarían que son almas.
Los gorritos pintados son, con toda probabilidad, las corozas que portaban los
condenados a las hogueras de la Inquisición. Y, sobre todo, pensamos que una
intervención posterior que transformase a primitivos ángeles en lo que vemos
ahora, sería la gamberrada del siglo -una gamberrada, por lo demás, que
precisaría planificación y mucho tiempo de trabajo-, algo inconcebible. No
obstante, el citado José Julio García Arranz interpreta que el aspecto actual
de las mismas es fruto de una transformación icónica realizada durante el
primer tercio del siglo XIX; inicialmente se trataría de un coro de serafines.
Su opinión, por supuesto, es tan respetable como la nuestra. Saludable polémica
que algún día -esperemos- será resuelta en las labores de restauración.
Después
de este vistazo rápido -y a todas luces insuficiente; por favor, acérquense a
Talaván cuando les sea posible- a la ermita del Santo Cristo del Ejido, toca
hablar de la aventura solidaria a la que nos referíamos en el principio del
texto.
La "mujer con toca" (Imagen de Juan Carlos Pérez Hernández) |
Descubrí
la ermita en un programa televisivo emitido el 17 de septiembre de 2012, Cuarto
Milenio. Y no tardé en visitar la ermita. A partir de entonces, el lugar se
convirtió en una obsesión. No concebía que un ejemplo iconográfico curiosísimo,
sencillamente único, estuviera sometido a semejante estado de abandono. La
maleza cubría toda la nave, había basuras por doquier, huesos en los nichos
abiertos, una higuera enorme obstaculizaba el paso y tapaba con sus ramas al
“hombre gato”. Pero, sobre todo, la pobre estructura del templo amenazaba -y
sigue haciéndolo- con venirse abajo en cualquier momento, convirtiendo en
irrecuperable el singular catálogo de esgrafiados. A pesar de mis escasos
conocimientos artísticos, a pesar de ser un mindundi, decidí luchar para que
esto no ocurriera. Y busqué apoyos. La desidia de las instituciones públicas en
temas culturales es algo previsible; pero nunca imaginé la magnificencia de la
respuesta popular, de la gente, amigos y desconocidos que se sumaron a la
causa, que compartieron y comparten un mismo afán en esta odisea inconclusa.
No
dudaron Antonio Avilés Amat ni Roberto Domínguez Blanca, presidente y
secretario respectivamente del CEB, en acompañarme a Talaván una mañana de
febrero de 2013. Quedaron maravillados con el descubrimiento de la ermita. Desde
ese momento, el marchamo del Centro de Estudios Bejaranos se convirtió en el
soporte principal de la causa.
Las
primeras acciones se desarrollan con celeridad. Ese mismo mes sale a la luz el
informe pionero de Roberto Domínguez Blanca sobre los esgrafiados del templo.
Carmen Cascón Matas, vicesecretaria del CEB, utiliza este informe para
dirigirse a Hispania Nostra; en abril de 2013 se consigue incluir la
ermita en la Lista Roja del Patrimonio. Igualmente, el CEB hace oficial
su participación a favor de su rehabilitación, poniéndose en contacto con la
Diputación de Cáceres y con Mª del Pilar Merino, Directora General de
Patrimonio Cultural del Gobierno de Extremadura. La reacción política, como
comprobaremos, fue miserable, quedando reducida a buenas palabras y promesas
vacías. En junio, de nuevo Carmen Cascón se curra una colecta de firmas en Change.org;
al cabo se recogerían más de cuatrocientas. Me estremezco ahora, se me eriza la
piel cada vez que recuerdo la rápida, eficiente y desinteresada participación
de Antonio, de Roberto, de Carmen. Mil gracias. Así da gusto. Así se siente la
cultura como algo vivo, dinámico. Así se entiende, también, la solidaridad.
Todo un ejemplo.
En
paralelo, se produce una notable proyección mediática. El tema aparece en las
plataformas digitales hoy.es, bejarfm.es y bejar.biz, en el
periódico Vivir Extremadura y en el espacio radiofónico Tercer
Milenio. Pero, sobre todo, dada su gran audiencia, merece una mención
especial el ya mencionado programa televisivo Cuarto Milenio, en su
edición del día 14 de abril, donde el presentador Iker Jiménez realiza la
lectura de una carta que le envié alertando sobre el peligroso estado de la
ermita del Santo Cristo. A su vez, en Talaván comienzan a despertarse
conciencias. El ayuntamiento talavaniego procede a la limpieza y desbroce de la
finca, y varios paisanos -Antonio Barco, José Muñoz, Mª Rosario Jiménez, Carmen
Jiménez o Manuel Sánchez, entre otros- difunden a través de las redes sociales
la necesidad de acometer urgentemente las obras de restauración. Precisamente
del talavaniego Manuel Sánchez parte la iniciativa de enviar mails personalizados
a José Antonio Monago, presidente de la Junta de Extremadura.
Pasa
el tiempo, y las autoridades patrimoniales extremeñas, como el propio Monago,
se pasan por el forro nuestras peticiones. Dale a Gil la vara de alguacil.
Cuántas personas conozco, gentes de a pie o expertos en historia o en arte, que
se habrían dejado la piel buscando soluciones. En fin. Hacían falta propuestas
imaginativas, y en febrero de 2014 se inicia La Cadena, campaña digital
de textos enlazados, donde un primer autor daba paso a un segundo, éste a un
tercero, y así sucesivamente. Esta cadena se inició en dos tramos
simultáneos, el bejarano, a cargo de Carmen Cascón, y el extremeño, con un
detallado informe técnico de Samuel Rodríguez Carrero. Acabaría participando
gente de toda España, en su mayor parte blogueros. Creo que es de justicia que
aquí figuren sus nombres, y espero no dejarme a nadie en el tintero. Además de
Carmen Cascón y Samuel Rodríguez, colaboraron Jesús López Gómez, José Manuel
López Caballero, Antonio Avilés Amat, Ángela Asegurado García, Cristóbal Medina
Montero, Juan de la Cruz Mayo, Luis Rodríguez Martín, Francisco Javier Ceballos
Alba, Tomás Aguilera Durán, José Muñoz Domínguez, Ainhoa González de Alaiza,
Guille Blanc y José Muñoz González. Otra de las aportaciones que quiero
destacar es la de Eloy Díaz Redondo, quien posiblemente haya realizado el
reportaje fotográfico más exhaustivo sobre la ermita del Santo Cristo. Como
internet es un sindiós, hay decenas de sus fotos circulando por las redes sin
que sea mencionada la autoría. Otra excelente galería de imágenes sobre la
ermita corre a cargo de Juan Carlos Pérez Hernández, fotógrafo también afincado
en Béjar.
Llega
octubre de 2014. Parece que dos años de lucha van a dar su fruto. Pilar Merino,
Directora General de Patrimonio, llama al Ayuntamiento de Talaván anunciando la
inclusión de la ermita en el Catálogo de Bienes de Interés Cultural de
Extremadura. Poco después, Juan Antonio
Vera Morales, arquitecto del Servicio de Obras y Proyectos de Patrimonio,
realiza una Memoria valorada de intervenciones de urgencia en la ermita. Y ya a
principios de 2015, por parte de la Junta de Extremadura se anuncia una partida
presupuestaria para la mejora del patrimonio eclesiástico extremeño. La ermita
del Santo Cristo de Talaván figura en la lista.
Todo
maravilloso. Y todo falso. La ermita no fue declarada BIC. Las obras nunca
llegaron. Las promesas se explican porque había elecciones autonómicas en mayo
de 2015. Y las promesas acallaron nuestros esfuerzos reivindicativos. Al cabo
del tiempo, ante semejante puntilla, nadie encontró las fuerzas para retomar
tan noble aspiración. Y aquí podría acabar esta historia, resumida en el
fracaso de unos quijotes -la mayor parte bejaranos de nacimiento o de adopción-
derrotados, que no enderezaron el tuerto ni deshicieron el agravio.
Sin
embargo, aquella demanda fue el germen de una asociación surgida cuatro años
después: Talaván Historia Viva. Asociación que nace con un fin general,
la defensa de la cultura talavaniega, pero, a su vez, con un objetivo
específico, prioritario y urgente: la rehabilitación de la ermita del Santo
Cristo. Y nace como una revolución. Dirigida por mujeres tenaces, en su breve
historia ya ha alcanzado en torno a 150 socios, y, lo más importante, ha
conseguido movilizar a todo el pueblo; a modo de martillo pilón, ha incordiado
a la Junta de Extremadura y al Ayuntamiento talavaniego retomando algunas
acciones de la antigua campaña, y es su deseo seguir incordiando hasta que la
restauración de la ermita no se consume. Tiene además la ventaja de la
inmediatez; vuelvo a recordar que Béjar está a más de cien kilómetros de
Talaván. Y recupera un dominio por justicia genuino. Un bien patrimonial es,
por definición, de todos y de nadie; la ermita del Santo Cristo del Ejido
merece ser rehabilitada para beneficio de cualquier persona (ante todo, tenemos
la obligación de ceder este legado al disfrute de las generaciones venideras),
pero su defensa debe estar encabezada por los mismos talavaniegos, incuestionablemente.
En puridad, ellos son los primeros custodios del Vellocino de Oro.
A
día de hoy, vislumbramos la luz al final del túnel. A través de una subvención,
parece que hay dinero para rehabilitar la cabecera de la ermita (sí,
desearíamos una rehabilitación integral, pero por algo se empieza). Según palabras del alcalde, Francisco Miguel
del Barco Collazos, el ayuntamiento de Talaván ha contratado a un arquitecto
para definir un proyecto de actuación urgente. Sin embargo, personalmente opto
por la cautela (y más en estos tiempos, cuando cada año es electoral). Son
demasiados palos acumulados; ya nos despistaron fuegos fatuos en el pasado. Me
lo creeré cuando comiencen las obras. Cuando terminen, si me apuran. Pero ha
renacido en mí la esperanza, cuando había tirado la toalla, y sé que el trabajo
incesante de Talaván Historia Viva descarta la rendición.
Esperaremos
acontecimientos. Acabo ya, pero quiero rematar estos papeles con la inclusión
de un texto al que tengo especial cariño, la leyenda de los réprobos de
Talaván. Para cerrar con una sonrisa.
Leyenda
de los réprobos de Talaván
Cuídate, por un lugar de los Cuatro
Lugares, de los idus de marzo. No son estos idus los romanos, tiempos de buenos
augurios, pascuas profanas, por Talaván de los Cuatro Lugares del Campo. Desde
la torre de la Asunción -esa torre hoy coronada de una prótesis
nefasta-, tiemblan los bronces a medianoche, y mientras las doce
campanadas se difuminan por los llanos como un fúnebre estertor, van
desperezándose los réprobos de la ermita vecina, la siniestra ermita del
Cementerio Viejo, la olvidada ermita del Santo Cristo. Despiertan también el
hombre gato y la mujer con toca, abandonando sus medallones con el ansia del
reencuentro. Para ellos, para los hijos del anatema, suena toque de
resurrección en la noche del 15 de marzo. Es toque a rebato para los
talavaniegos: cada mochuelo a su olivo, y que nadie asome la gaita.
Resucitan los condenados. La capilla
es palomar revuelto, estampida volátil, caos colorido de plumas y gorros con
borla. Alza el vuelo una jauría infernal, una escuadrilla rabiosa y enloquecida
que abandona la ermita con un jaleo, cómo no, de mil demonios. El hombre
gato y la mujer con toca, acurrucados bajo la cúpula, les despiden con la
educación inversa del inframundo: "¡Id con el diablo!".
Cuídate, por Talaván, de la noche del
15 de marzo. Rasga el cielo una nube disparatada y chirriante; no hay bandada
más horrible. No imaginaron Pieter Brueghel, el Bosco, Goya, tan extraña
pintura, tan grotesco aquelarre, tales monstruos voladores de ojos desorbitados
y dientes vampíricos, con sus gorritos de borla, con sus alas gigantes. Son
vándalos enfurecidos. Arrasan los huertos y los sembrados, atacan como lobos al
ganado, destrozan los tejados; se agolpan, como polillas, tras las ventanas
iluminadas, mostrando sus fauces a los incautos que han olvidado la fecha.
Dicen que les divierte bajar al Tajo, donde Nuestra Señora del Río, y embestir
una y otra vez contra la corriente como martines pescadores; número acuático de
delfinario surrealista, los insospechados réprobos sumergiéndose y emergiendo
en las aguas, a la luz de la luna. Con sus alas gigantes, con sus gorritos de
borla. Nada aerodinámicos. Figurándonos la estampa, y con una pizca de cariño,
podemos decir: “¡Son como niños, los condenados!”.
Como niños gamberros, pasan toda la
noche haciendo pifias. Y, al presentir la alborada, regresan a sus ruinas
agotándose en las últimas acrobacias aéreas. Ríen y gritan. Su risa es
descacharrada; sus gritos, metálicos. Raya el alba cuando están acoplándose en
sus casillas. El hombre gato y la mujer con toca se despiden con un largo
abrazo, y retornan a sus medallones.
Se acabó la licencia. Otro año
de esgrafiada quietud.
Gabriel Cusac Sánchez
2 comentarios:
Eres "el que la sigue". Lo sorprendente es cuánta tenacidad se ha de emplear en un proyecto que venga "desde abajo" para que los poderes públicos actúen. Sin embargo un alcalde puede gastar, quitar, poner, requitar, reponer, con una facilidad pasmosa y sin necesidad de movilizar a tanta gente como ha conseguido tu pesadez admirable.
Vamos a ver qué pasa. A esta odisea, de la que tú también eres cómplice, le falta el capítulo final. Un saludo, Juan.
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