Pieza del dislate trinitario y actor de posesiones apologéticas, vario de traza: lengua de fuego, paloma o invisible soplo que, ponente, dictó los escritos de los profetas cristianos y, fecundador, preñó sutilmente a María. Es agente cismático, causa de separación entre judíos y cristianos, entre católicos de oriente y occidente, entre católicos y protestantes, entre protestantes y protestantes, y acaso entre todos y cada uno de los cristianos. Tan grosera circunstancia viene dada por su calidad de malabarismo teologal. Alambique de circuito cerrado, limbo retórico, paranoia de la fe, el Espíritu Santo sigue encendiendo la mecha de la discordia.
Para explicar la faceta acaso más controvertida del Espíritu Santo, la de íncubo celestial, debemos retroceder a la antigua Éfeso, cárcel y misión paulina. La conversión de los efesios pasaba por la mudanza de Su Señora, Artemisa, la diosa fecunda representada con múltiples pechos. La nueva divinidad, María, asumió impúdicamente un caro atributo de Artemisa: la virginidad. La historia religiosa es siempre la historia de las suplantaciones. Interpretatio, cristianización, sincretismo: loco baile de máscaras cultuales. Pero, en este caso, las consecuencias del enmascaramiento adquieren proporciones magníficas, desde la intervención genésica del Espíritu Santo hasta el desquiciado dogma de la Inmaculada Concepción de María, cuya anuencia supone, en rigor, cadena infinita de vírgenes exentas del pecado original.
Improbable esencia divina, en definitiva, de la que se podría decir que arma la de Dios es Cristo.
Para explicar la faceta acaso más controvertida del Espíritu Santo, la de íncubo celestial, debemos retroceder a la antigua Éfeso, cárcel y misión paulina. La conversión de los efesios pasaba por la mudanza de Su Señora, Artemisa, la diosa fecunda representada con múltiples pechos. La nueva divinidad, María, asumió impúdicamente un caro atributo de Artemisa: la virginidad. La historia religiosa es siempre la historia de las suplantaciones. Interpretatio, cristianización, sincretismo: loco baile de máscaras cultuales. Pero, en este caso, las consecuencias del enmascaramiento adquieren proporciones magníficas, desde la intervención genésica del Espíritu Santo hasta el desquiciado dogma de la Inmaculada Concepción de María, cuya anuencia supone, en rigor, cadena infinita de vírgenes exentas del pecado original.
Improbable esencia divina, en definitiva, de la que se podría decir que arma la de Dios es Cristo.
Gabriel Cusac
2 comentarios:
Se te olvidaba la inspiración del espiritu santo de la ciencia infusa del autor de la leyenda de los hombres de musgo como traje de camuflaje aterrorizador de inexistentes moros de una alcazaba de incógnitos cimientos arqueológicos.
Cristiana ciencia que hace que, cada año, los mostruitos musgosos y el concejal de turno rindan bandera en las escaleras del Salvador, señalando el sometimiento cívico a la Divina Providencia. Y entonces a unos cuantos herejes nos entra la naúsea.
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