Las "Viejas leyendas bejaranas" junto al libro del plagiario |
Lean estos párrafos: “De este ambiente
sombrío, melancólico y de maleficio de la corte, se contagió el pueblo español y
el de Béjar no fue una excepción, contándose que por aquellos tiempos, una vez
anochecido y tras el toque de oración, las gentes se recogían apresuradamente
en sus viviendas, aposentándose toda la familia junta en la habitación más
recóndita, después de haber comprobado el seguro cierre de puertas y ventanas,
pues se decía, que brujas y demonios en cuánto se hacía de noche, pululaban por
calles y plazas.
Bien entrado el mes de octubre de aquel
fatídico año ocurrió en la villa de Béjar un hecho extraño y desacostumbrado
que vino a crear un mayor clima, no de miedo, sino de espanto y terror en sus
habitantes. A las doce de la noche, las campanas de la torre de la iglesia de
San Juan comenzaban a tocar a muerto; sus tañidos eran más lúgubres, más
fúnebres y más prolongados que los acostumbrados para estas ocasiones, y al
amanecer cesaba este macabro concierto”.
El texto
anterior está extractado del relato Las
campanas de la torre de San Juan, incluido en el volumen “Viejas leyendas
bejaranas” de Gabriel Eduardo Rodríguez Bruno (Edición de autor, Béjar, 2005).
Ahora comparen:
“Cuenta la leyenda que a finales del año
1700 el pueblo bejarano se contagió de aquel ambiente sombrío, melancólico y de
maleficio de la corte. Tras el toque de oración, las gentes se recogían
apresuradamente en sus viviendas, aposentándose toda la familia junta en la
habitación más recóndita después de haber comprobado el seguro cierre de
puertas y ventanas. Y es que se decía que brujas y demonios pululaban por
calles y plazas al caer momentáneamente el trono del astro rey.
Llegado el mes de octubre un extraño hecho
vino a caldear un clima ya no de miedo, sino de espanto y terror. A las doce de
la noche, las campanas de la torre de la iglesia de San Juan comenzaban a tocar
a muerto, los tañidos más lúgubres y fúnebres que se recuerdan. ¿Cómo era
posible, si el templo estaba ya cerrado desde hacía varios meses y las llaves
sólo las tenía el párroco? Por si fuera poco, no era un sonido cualquiera, el
macabro concierto se prolongaba durante toda la noche y no cesaba hasta el
amanecer”.
Este segundo texto pertenece al relato homónimo
incluido en el volumen “Mitos, leyendas e historias prodigiosas de la tradición
salmantina”, del periodista y escritor Raúl Martín, publicado por el Instituto
de las Identidades cinco años más tarde, o sea, en 2010. Concretamente en
octubre, algunos meses después del fallecimiento de Rodríguez Bruno.
Si Raúl Martín se hubiera limitado a copiar
unas cuantas líneas de quien fuera Cronista Oficial de Béjar, el asunto podría
quedar en un mero desliz. Pero Martín fusila
de cabo a rabo Las campanas de
Rodríguez Bruno. Lo hace además burdamente, recurriendo a leves variaciones léxicas
y sintácticas, resumiendo de vez en vez el texto original y cambiando la
secuencia de las frases. Con pragmatismo
de copista profesional, sin molestarse en elaborar un lenguaje narrativo
propio, el “escritor” Raúl Martín ahorra
tiempo y trabajo sin alcanzar el plagio palabra por palabra, es decir, el
plagio absolutamente literal. Aunque, a la vez, por la misma causa, por no
haberse esforzado siquiera en la construcción de la impostura, el plagio se
confiesa evidente.
Pero
lo que ya resulta asombroso es la dimensión del engaño. Porque la maniobra se
repite no solo con Las campanas de la
torre de San Juan, sino también con La
cueva de los Encantados, La capa, El sastre de la calle Alojería… Hasta
nueve de los once relatos de las “Viejas leyendas bejaranas” son plagiados
torpemente por Raúl Martín. Es decir,
casi la práctica totalidad del libro de Rodríguez Bruno queda fusilada en “Mitos, leyendas e historias
prodigiosas de la tradición salmantina”.
He podido ver una entrevista en la cual,
ante las cámaras de un canal salmantino, Raúl Martín es presentado como el
paciente folclorista que, en un arduo
trabajo de campo, recorre los pueblos exhumando tradiciones orales a
punto de desaparecer. Él mismo intenta publicitar esta imagen en la
introducción de la obra: la de rescatador
de tradiciones. ¡Qué muchacho más esforzado! Pero el buen folclorista cita sus
fuentes, de modo inexcusable si éstas
son escritas. El buen folclorista incluye en su estudio la bibliografía
consultada. El buen folclorista, si antologiza, referencia debidamente cada
pieza antologizada. El buen folclorista, si transcribe textos ajenos, los
entrecomilla, citando autor y obra; no los disfraza como propios. El buen
folclorista puede ser un recopilador, nunca un plagiario. Pero Raúl Martín se
cuida mucho de nombrar a Gabriel E. Rodríguez Bruno y de incluir la
correspondiente reseña bibliográfica. Claro, se descubriría el pastel. Viendo
el percal, incluso considero bastante probable que el cronista bejarano no haya
sido el único plagiado en esta obra.
Para remate, el libro de Raúl Martín (este
“buen folclorista”) sale a la calle con el prestigioso sello del Instituto de
las Identidades, con presentación del Diputado de Cultura.
Lo coherente sería retirar de la circulación cuanto antes “Mitos, leyendas e historias
prodigiosas de la tradición salmantina” (la verdadera historia prodigiosa es que este asunto no haya visto la luz hasta hoy). Por respeto a Rodríguez Bruno, a la
Diputación, a los lectores.
Gabriel
Cusac
13 comentarios:
¡Qué morro! Si tomas un cuento o una leyenda para una publicación, y lo quieres hacer literalmente, cita al autor y asunto concluído. No pasa nada por hacerlo porque has rescatado del olvido el trabajo de otro y eres, además, consecuente y honesto. El plagio me parece típico de los vampiros y chupasangres, de los que se alimentan del sudor y el esfuerzo ajeno.
Saludos
Pues el tal Raúl Martín es Drácula. El plagio resulta brutal, las "Viejas leyendas Bejaranas" quedan fusiladas casi en su totalidad. He escrito a la Diputación de Salamanca, informando del caso. Espero que su libro sea retirado de la circulación.
Saludos, Carmen.
Si estos monstruos de la literatura han ejercido de plagiarios. Por que no van a poder serlo autores más "modestos"?
Arcipreste de Hita; D. Juan Manuel; Garcilaso; Cervantes; Lope de Vega; Quevedo; Clarín; Camilo José Cela; Neruda; Vázquez Montalbán; García Márquez; Saramago; Lucía Etxebarría; Sánchez Dragó; Pérez Reverte.
La genialidad va de la mano con la falsedad?
Títiro.
¿Pero de dónde has sacado esta lista, Títiro? Yo solo conozco el caso de Cela, muy evidente (estoy convencido, incluso, de que La familia de Pascual Duarte no es suya), y el de Reverte, muy dudoso. Y no sé si es correcto hablar de plagio con don Juan Manuel, o de simple transmisión de conocimientos.
Me da igual genios o copistas (como Raúl Martín): el plagio no es justificable.
Como dice Gabriel, el plagio es injustificable venga de donde venga y se ha de denunciar siempre. En este país estamos sobrados de trepas y de mediocres.
Y en este caso, Roberto, con el marchamo editorial del Instituto de las Identidades, que se distingue por la calidad de sus publicaciones. El daño es tremendo.
Gabriel que ojo tienes, con la cantidad de gente que lo ha leido y no se había levantado la liebre.
Al final lo han retirado.
Había leído hace tiempo las leyendas de Rodríguez Bruno, y cuando topé con la primera "leyenda" del plagiario referida a Béjar, todo me sonaba demasiado. No tiene mayor mérito que una coincidencia de lecturas.Pero es verdad que resulta extrañísimo que nadie se hubiera dado cuenta antes, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de autores plagiados: Maceira, César Morán,Grande del Brío... No son desconocidos, precisamente.
Por cierto, tomé los datos del fallecimiento de Rodríguez Bruno de Archivo fotográfico y documental de Béjar. ¿No seré acusado de plagio, verdad?
A mi me mosqueó bastante que no referenciara ninguna historia. Aunque la fuente fuera oral podría decir que se lo contó el Tío Miguel o así. Yo he intentado rastrear una leyenda específica que pone en el libro sobre el pueblo de mi familia, porque me interesa mucho el tema, y todavía no he dado con ninguna fuente.
Lo dicho, haría falta otro libro para desenmascarar totalmente la gavilla de plagios.
Gabriel, es un daño terrible a su trabajo esta claro. La gente que conocemos a plagiator profesionalmente deja mucho que desear y lo que es peor, como persona todavia mucho mas. Prepotencia, chulería, antipatía son algunos calificativos para definir a este tipo. Aunque retirado el libro, la vergüenza que ha tenido q pasar es un castigo que no olvidará en la vida.
Anónimo comentarista, no conozco personalmente a "Plagiator", pero que a estas alturas no haya sido capaz de pedir perdón por su evidente estafa literaria -un plagio, además, múltiple- no dice mucho a favor de su dignidad como persona.
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