¡Chicas y chicos, mucha
atención!
Llega aquí la canción
esquelética.
Es poética, rítmica,
estética,
y se acompaña de
percusión.
Nos hace falta una
calavera,
mejor de un difunto
cabezón.
También dos tibias
limpias y enteras.
¡Sí, son las baquetas y
el tambor!
¡Clac, clac, cataclac!
¡Clac, clac, cataclac!
Puntito en el mapa, pequeñito,
es Villavieja, pueblo
bonito.
Blanco de cal y rojo de
teja,
se planta en un valle
Villavieja.
Hablamos del Valle de los
Muertos:
aquí cayeron soldados
cientos
librando una gran batalla
fiera.
¡Pues más terrible nunca
la hubiera!
¡Clac, clac, cataclac!
¡Clac, clac, cataclac!
Que fue una matanza sin
par dicen,
que fue tremenda masacre
cuentan,
que fue la más fatal
degollina,
que fue una bárbara
escabechina.
Los cadáveres de muchos
hombres
en el valle yacen
enterrados.
De ellos no se saben ni
sus nombres,
que en el tiempo han
quedado olvidados.
¡Clac, clac, cataclac!
¡Clac, clac, cataclac!
Los esqueletos la tierra
abonan.
Huesos alimentan las
raíces.
Huesitos por los veneros
ruedan.
Níveas asoman las
lombrices.
Y presumen los
villaviejanos
de cuerpos fuertes,
grandes y sanos
por beber desde que son
chiquitos
agua en la Fuente de los
Chorritos.
¡Clac, clac, cataclac!
¡Clac, clac, cataclac!
De huesos un sabroso
caldito es,
Néctar tibio, cálcico,
fosfórico,
cadavérico, rico y
dietético,
mejor que infusiones y
cafés.
No se debe a la casualidad
que los paisanos
villaviejanos
sean de verdad faros
humanos
con su propia
luminosidad.
¡Clac, clac, cataclac!
¡Clac, clac, cataclac!
Como explican los libros
de ciencia
sobre esta curiosa
propiedad:
ellos adquieren la
fosforencia
por tomar fósforo en
cantidad.
Por eso no hay un villaviejano
que lleve un cigarrito en
la mano.
Creedme, tanto fósforo
tienen
que nunca fuman, porque
se encienden.
¡Clac, clac, cataclac!
¡Clac, clac, cataclac!
¿Qué decir del calcio?
¡Otra bicoca!
Sí, señor. Chollo y
bicoca loca.
¡Porque son formidables
sus huesos!
¡Así caminan todos, tan
tiesos!
Aunque sean ya unos
carcamales,
¡qué rectas columnas
vertebrales!
¡Y qué caras! ¡Son de
porcelana!
¡Qué tersas, qué finas,
qué galanas!
¡Clac, clac, cataclac!
¡Clac, clac, cataclac!
También presumen de
dentaduras,
Preciosas, blanquísimas y
duras.
¡Y cagan blancas
estalagmitas!
¡Pero qué caquitas más
bonitas!
Es lo que dice la
medicina,
no estamos hablando de
pamplinas:
contra los huesos de
plastilina
calcio y fósforo son cosa
fina.
¡Clac, clac, cataclac!
¡Clac, clac, cataclac!
Gabriel
Cusac
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