17 de julio de 2025

Una verídica historia de la América profunda en dos actos

 

 


Acto Primero

(Bajo el porche de una típica casa de campo yanqui, dos hombres blancos de unos cincuenta años compartiendo las viandas dispuestas en una pequeña mesa. Uno, William Taylor, es el ranchero; el otro, marcando su oficio con camisa negra y alzacuello, es el padre Eliezer Cavendish. Enfrente del porche, una destartalada camioneta pickup y un hardtop de finales de los sesenta. En segundo término aparece el pórtico de entrada a la finca, coronado por el cráneo de una res, y el vallado de un picadero. El clérigo y el ranchero hablan y comen).

CURA: Francamente, William, no quisiera repetir una experiencia tan brutal. Pero no me cabe la menor duda: aquel cerdo no era mejor que sus congéneres ahogados en el mar de Galilea por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, quien expulsó los demonios del pobre gadareno.

RANCHERO: Cierto, padre Cavendish. Si esa bestia inmunda solo hubiera intentado forzar a la viuda Meredith y al vendedor de planchas de Connecticut que acudió en su ayuda, podría entenderse como una brutal anomalía, aunque anomalía al fin y al cabo. Pero  cuando usted, el sheriff y yo le vimos galopar veloz como el caballo de un forajido, creo que ya entendimos que nos enfrentábamos a una fuerza oscura. La Cueva del Ahorcado está a tres millas de la Hacienda Meredith… Tres millas persiguiendo a un cochino.

CURA: Incluso esa persecución podría entenderse como otra sorprendente anomalía sin recurrir al argumento sobrenatural. Sin embargo, Satanás se manifestó en la cueva; aquí no cabe otra certeza. Los tres fuimos testigos de cómo gruñió,  con acento mejicano, esas extrañas frases…”Si prescindimos del valor de uso de las mercancías éstas sólo conservan una cualidad: la de ser productos del trabajo”, “Todo el sistema de la producción capitalista descansa sobre el hecho de que el obrero vende su fuerza de trabajo como una mercancía”, “La mercancía del obrero asalariado solo funciona como mercancía cuando se incorpora al capital del capitalista”… ¡Ese cerdo hijo de puta violador encima  era afiliado del SWP!

RANCHERO: Dios mío, en verdad que tenía bien merecidos los tres balazos que le disparó el sheriff McAllister. Pero es justo reconocer que la carne es deliciosa. ¿Le apetece otra porción de meatloaf?

CURA: Por supuesto, nunca había probado nada tan exquisito. Gracias, querido Bill.

Acto Segundo

(Ocaso. El Chevy Biscayne policial, con las puertas delanteras abiertas, casi embistiendo las escaleras del porche. Arriba, el sheriff McAllister y Matthew, su ayudante,  de pie, con los brazos en jarras, contemplan los cadáveres ensangrentados de William Taylor y Eliezer Cavendish, muy juntos, diríase que unidos en un abrazo dislocado y macabro. Como señalándoles, dos cuchillos también ensangrentados flanquean los cadáveres, delatando la causa de la tragedia. Las sillas están tiradas, pero la mesa permanece intacta).

AYUDANTE: Es increíble, jefe. Todo parece indicar que se han matado a cuchilladas. Tanta saña… ¿Sabe, jefe, que circulaban rumores…?

SHERIFF: Claro, todo el condado lo sabe. ¿Qué sugieres, Matthew? ¿Una pelea de enamorados? Es cierto que la violencia extrema siempre se asocia a los crímenes pasionales, cabe considerar la posibilidad.

(Quedan en silencio. Inopinadamente, el sheriff sortea los cadáveres para acercarse a la mesa y coger un cacho ya cortado de pastel de carne ante la mueca, a medias entre la incredulidad y el asco, de su ayudante. El sheriff devora en unos segundos el pedazo de pastel, con ansiedad manifiesta, y su expresión se transforma peligrosamente.  Desenfunda y dispara a su ayudante).

 

FIN

 

Gabriel Cusac Sánchez

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