28 de septiembre de 2025

El anciano de aspecto venerable

 

"Autorretrato como Zeuxis riendo", Rembrandt


Hace poco tiempo decidí encontrar a un anciano de aspecto venerable. Porque me di cuenta de que no conocía ninguno, a pesar de que tal  expresión, “anciano de aspecto venerable”, parecía repetirse infinitamente de forma oral o escrita. No obstante, para fundamentar este texto de una forma elegante, busqué ejemplos. Es decir, recurrí a internet y a la IA, instrumentos que nos convierten en una especie de dioses cuñados y permiten la referencia culta  incluso a quien solo lee prospectos o prensa deportiva. Pues la IA, que es la hostia, solo pudo localizar dos ejemplos literarios, uno en una novela  de García Márquez y otro en un cuento de Unamuno. Al respecto, tengo que añadir dos puntualizaciones: a) a pesar de la escasez de ejemplos, es obvio que la expresión goza de bastante popularidad, de otro modo no se explica que me  lleve agusanando la cabeza desde chinorri b) os jodéis y buscáis vosotros mismos los textos de Gabo y del brasas de Unamuno.

Primero en política, como concejal de Urbanismo, y luego en la cárcel, aprendí una importante lección: es necesario cuestionarse todo, absolutamente todo. Y, en el asunto que nos ocupa: ¿cómo cojones se explica que en toda mi puta vida no recuerde a ningún anciano de aspecto venerable? ¿Acaso se trata de un mito, de un arquetipo jungiano, de una quimera universal? ¿Una mentira obscena como la del “molt honorable” Jordi Pujol?

Aprovechando que, con motivo de una de tantas celebraciones casposas, el Ayuntamiento repartía comida gratis en la Plaza Mayor, decidí acercarme al foro para solucionar el enigma entre los cientos de jubilados que a buen seguro se concentraban allí. Qué decepción. Fue una experiencia traumática. Únicamente hallé ceños fruncidos, mandíbulas descolgadas, miradas rapaces, gestos de desconfianza, bocados desbocados y chismes maledicentes. También panceta, sudor y cubiertos de plástico.

Con una extraña sensación de aturdimiento, lo primero que hice al llegar a casa fue ducharme. Luego, frente al espejo, aplasté los cuatro pelos que crecen en mi cabeza a modo de matorral estepario. Y fue así, frente al espejo, cuando me di cuenta de que estaba mirando a un anciano de aspecto venerable.

Os vais a cagar.

 

Gabriel Cusac Sánchez

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