Vive la tribu de los Jaranobes en un espacio feraz, en el fondo de un valle de rica floresta, abundoso de agua, aunque recio para la labranza. Son los Jaranobes de porte orgulloso, muy dados al pavoneo y a la presunción, a pesar de vivir sumidos en una pobreza común. Cuentan empero sus leyendas, cuales siempre tienen en boca, de la grandeza de tiempos pasados, cuando su señorío y sus industrias en nada habían de envidiar a la más próspera de las tribus de la península Cairibe, y los Jaranobes eran ejemplo y fama de liberalidad. En verdad no conozco cuán de cierto hay en estas leyendas, pero en los días presentes los Jaranobes no se disciernen por las señas magnánimas y el trato hospitalario, sino harto más por el gesto huraño y la descofianza entre ellos mismos y hacia el extranjero. Empresa ardua es lograr la confianza de los naturales, severos baluartes si no es para espulgar a otros, donde entonces se muestran lenguaraces y carcomidos por la envidia, aún entre propios familiares, y bien se descubre más franco un breñal en noche cerrada que el camino para llegar a sus corazones, si lo hubiera. Tantos son los rumores afilados, los pesias y las maledicencias que corren cada día por el poblado que más se antoja antesala de Plutón, aunque luego entre todos se regalan la palabra y la salud, y nunca en mis viajes vi tal hatajo de fariseos. Prueba de ello son los fastos de adoración de sus ídolos, muy fecundos en el calendario, cuando todos emperifollados de sus mejores galas por alto vitorean a los dioses y por bajo hacen higas a los vecinos. Vime una vez atrapado en una de estas celebraciones, y hube de huir espantado, pues nunca he hallado tal baratillo de las ponzoñas del alma.
No merece más conclusión mi estancia entre los Jaranobes que augurar un mal futuro a las generaciones nuevas, en tanto estimo muy remota la redención de su miseria moral, que es también fundamento de su miseria material, pues parecen sólo empeñados en difamar al prójimo, sin darse cuenta de que la prosperidad de cualquier tribu, como la de cualquier reino, es hija de la unión de sus miembros.
Vale.
No merece más conclusión mi estancia entre los Jaranobes que augurar un mal futuro a las generaciones nuevas, en tanto estimo muy remota la redención de su miseria moral, que es también fundamento de su miseria material, pues parecen sólo empeñados en difamar al prójimo, sin darse cuenta de que la prosperidad de cualquier tribu, como la de cualquier reino, es hija de la unión de sus miembros.
Vale.
Gabriel Cusac
3 comentarios:
vale!
Viva Gades , y todos los gadenses-incluido tu-que son ejemplo de todo lo contrario.Rai.
Vivan, qué coño!
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